Sevilla reactiva un negocio de casi 900 millones al recuperar su Feria de Abril
Sevilla resucita la medianoche de este sábado su Feria de Abril tras dos ediciones anuladas a cuenta de la pandemia, lo que implica que las ganas por volver a vivir la fiesta se han acumulado en una ciudad que sobre el papel parece haber sobrellevado peor la ausencia de los farolillos que de la Semana Santa. Pero no solo de fiestas vive el hombre, y eso lo demuestra que el ansia por recuperar la Feria no era solo jacarandoso, porque tiene un factor económico muy importante: viene con un pan bajo el brazo en forma de casi 900 millones de euros de impacto económico.
La cifra es aproximada, porque se extrae de los datos que aportó un estudio de la Universidad de Sevilla elaborado en 2009 al que todos los años se le actualizan los indicadores. Lo que está claro es que hablamos del principal evento económico de la ciudad, a años luz (un 125% más) de los 400 millones que deja la Semana Santa y representando alrededor de un 3% del Producto Interior Bruto (PIB) local. El grueso se mueve en la semana larga de fiesta, pero a lo largo de todo el año la Feria sustenta una economía que tiene en la moda flamenca su principal exponente: no hay datos concretos, pero factura está muy por encima de los 100 millones de euros.
El dinero que deja la Feria se incrementó sustancialmente cuando, desde 2017 y previa consulta popular vía referéndum, entró en vigor su nuevo formato de sábado a sábado, lo que suponía ganarle un día y extenderla por dos fines de semana. La edición de 2009, la que analizó el estudio universitario de referencia, facturó 675 millones de euros, y desde entonces la cifra no ha dejado de crecer. De hecho, el día adicional de farolillos se estima que tiene un impacto de 183 millones.
Cuatro millones de vistas en 2019
Para alcanzar estas cifras, en la última edición celebrada (la de 2019) se contabilizaron casi cuatro millones de visitas al Real del barrio de Los Remedios. Ahí hay que incluir a un turista nacional que sobre todo llega en AVE (el número de trenes se incrementa estos días), pero también hay visitantes extranjeros con un perfil económico elevado, ya que muchos de ellos vienen para asistir a las corridas de toros de la Maestranza provenientes sobre todo de Francia, Colombia y México.
A esto hay que añadirle una ocupación hotelera del 80% (y rozando el pleno para la noche del alumbrado), el consumo en la Feria, el gasto en las atracciones de la Calle del Infierno, la actividad hostelera en las zonas aledañas al recinto ferial, los taxis... Todo ello, además en una edición con dos festivos, uno nacional y otro local. Y otro factor que tiene muy en cuenta el Ayuntamiento hispalense: la avalancha de medios de comunicación que se trasladan estos días al Real, un impacto mediático “de un valor incalculable y una de las mayores proyecciones turísticas para la ciudad”, se apunta desde el Consistorio.
Más de mil días de espera
Así que tras más de mil días de espera, Sevilla se prepara para recuperar una Feria como toda la vida, después de que 2020 fuera el año de las casetas improvisadas en las terrazas de una ciudad confinada y en 2021 el repunte de los contagios obligase (polémica de por medio incluida) a anular los eventos preparados para combatir la nostalgia con algunos puntos del centro decorados como si fueran calles del Real. Así que la principal novedad es la normalidad y, aunque la recomendación sanitaria es llevar la mascarilla en las casetas y en la calle cuando se produzcan aglomeraciones y no se pueda guardar la distancia (es decir, casi siempre), no parece que este elemento vaya a estar muy presente, como ya ocurrió en Semana Santa. Eso sí, no faltarán fotos en las que el que ha sido el principal símbolo de la pandemia conviva con el ambiente festivo, y a esto hay que sumarle el sistema de ventilación que se ha implantado en el diseño de las casetas con una elevación que no se verá desde el exterior.
En este 2022, además de la vuelta de la Feria, se celebra el 175 aniversario de su fundación y lo más novedoso no se va a notar en exceso, y es que las 212.000 bombillas (25.000 de ellas en la portada) son a partir de ahora de bajo consumo, lo que permitirá una reducción de 28,41 toneladas de emisiones de CO2. Una portada, por cierto, que es la misma que estaba prevista para la abortada edición de 2020, inspirada en el hotel Alfonso XIII y con 39 metros de alto y 50 de ancho. Hasta 90.000 farolillos se repartirán por las calles del recinto y las casetas municipales, todo ello en un recinto de 275.000 metros cuadrados (más otros 125.000 de la Calle del Infierno) para cuyo mantenimiento y ornamentación hay un equipo de 400 personas.
125.000 horas de trabajo
¿Más números? Pues hay 1.054 casetas (la abrumadora mayoría privadas, aunque públicas, haberlas haylas), preparar el evento ha requerido 125.000 horas de trabajo y en la Calle del Infierno hay 117 atracciones (56 de ellas infantiles), que se incluyen en un total de 360 actividades si sumamos puestos, espectáculos y un circo. Una Calle del Infierno cuya actividad se inició el jueves, se prolongará hasta una jornada después de los fuegos artificiales que echan el cierre y, por segunda vez, tendrá horarios especiales para que la zona de atracciones esté libre de ruido (de 14.00 a 18.00 horas el lunes, jueves y sábado), para que puedan disfrutarla especialmente personas con trastornos del espectro autista. Una iniciativa inclusiva a petición de la Asperger TEA Sevilla que es posible gracias a la colaboración de la asociación de empresas feriantes. Entre los diferentes servicios desplegados por el Real también hay un punto de asistencia veterinaria para los caballos, y los que acudan a las casetas públicas podrán pedir un menú sin gluten.
Todo esto son los números, las previsiones, los cálculos. Llega ahora el momento de pasar a los hechos para llenar las cifras de vida, para celebrar que Sevilla recupera la normalidad de su gran fiesta. Y si es con un negocio global de casi 900 millones de euros, pues mejor que mejor.
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