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Francisco Mojica: “Las políticas de la UE harán que acabemos comprando alimentos editados genéticamente con CRISPR a Japón”

Francisco Mojica.

Daniel Sánchez Caballero

“Si no fuera español ya habría ganado el premio Nobel”. La frase, que se escucha en ciertos círculos científicos, se refiere a Francisco Juan Martínez Mojica, microbiólogo en la Universidad de Alicante. Él es más modesto que eso y no lo dice, pero la realidad es que está en la conversación para ganar el más prestigioso de todos los galardones desde hace un par de años. Mojica es el padre de CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, o Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas), un descubrimiento que llevó al desarrollo de una herramienta que ha abierto unas posibilidades aún por delimitar de edición genética en plantas y animales. La tecnología CRISPR permite, explicado de manera muy simple, cortar trozos de ADN a voluntad y sustituirlos por otros.

Este hallazgo, desarrollado con la colaboración de otros científicos, permite ya crear súper tomates, por ejemplo, y quién sabe si en un futuro cercano curar o erradicar enfermedades, según explica mientras disfruta de unos días de descanso navideño. Pese a que es la parte médica de la que más se habla, Mojica pone en valor las posibilidades que ha abierto CRISPR en el campo de la alimentación, donde ya se aplica de manera práctica. Esta tecnología permite modificar plantas, pero de manera natural. “Son exactamente iguales que las que produce la naturaleza, no se pueden distinguir”, explica, mientras alerta del “paso atrás enorme” que supone que la UE no permita la libre producción y consumo de estos alimentos por equipararlos con los transgénicos.

Mojica, que sabe lo que es trabajar con pocos medios, también lamenta la situación que atraviesa la ciencia en España, sin dinero para investigar y, lo que es peor, sin personal para hacerlo. “Cuando los investigadores comparan la situación de aquí con la de fuera se preguntan para qué van a volver. Es triste”. Cuando se le pregunta si siente reconocido su trabajo en España contesta: “Las palmaditas en la espalda están muy bien, pero la mayor valoración que uno espera es que cuando pide financiación se la den”.

La primera pegunta es fácil, para fijar el marco de lo que hablamos para el que no lo sepa. ¿Qué es CRISPR?

Es como un almacén genético de memoria, de invasiones o infecciones ancestrales que han sufrido los progenitores, digamos, durante generaciones de las actuales bacterias y arqueas, es decir, los procariotas. Al guardar esta información genética, pueden recordar o reconocer de nuevo a esos individuos –virus normalmente, aunque no exclusivamente– que vuelven a infectar a estos procariotas, y reconocerlos y destruirlos. En cuatro palabras, CRISPR es un sistema de defensa con memoria, algo equivalente a lo que tenemos los vertebrados y los seres humanos que denominamos inmunidad adquirida o adaptativa. Esa inmunidad que adquirimos durante nuestra vida como consecuencia de infección por microorganismos, bacterias y virus, y que no podemos pasar a la descendencia, cosa que sí pueden hacer y hacen los procariotas. Mantienen esa memoria, se autovacunan y luego mantienen esa vacunación en toda la descendencia.

Esa es la parte biológica. Eso fue el origen que desencadenó toda la revolución llamada CRISPR. La revolución en sí ha sido consecuencia de la tecnología CRISPR. Es una herramienta (varias, en realidad) que deriva de componentes de este sistema de defensa de los procariotas que sirve para hacer edición genética.

¿Qué posibilidades está abriendo?

Cuando descubrimos que esto era un sistema inmunológico de bacterias, enseguida se abrió una puerta: si ya sabemos que hay un sistema con memoria y que podemos programar esa memoria para defender a bacterias de virus, tienes la posibilidad de blindar bacterias que se utilizan en procesos biotecnológicos frente al ataque por virus y hacerlo con un blindaje de diseño. A continuación, surgió la posibilidad de utilizar estos sistemas para evitar ya no solamente la muerte de bacterias y virus, sino algo que es incluso más importante, la transferencia de material genético entre bacterias mediado por virus o mediado por plásmidos, que son moléculas de ADN que se intercambian las bacterias.

O sea, podemos transmitir material genético entre bacterias de manera dirigida. El material que nosotros queramos. ¿Por qué es importante esto?

Porque esta transferencia es la responsable de la diseminación de resistencia al antibiótico, por ejemplo, o de adquisición de factores que se llaman de virulencia. Es decir, bacterias que puedan ser patógenas [que provoca enfermedad] sin serlo inicialmente porque han recibido una información genética de otra bacteria que sí lo es. Uno puede blindar bacterias, hacer que bacterias que reciban esta información genética la destruyan. Es una forma de eliminar de la naturaleza estos factores que hacen que algunas bacterias sean resistentes a antibióticos o sean patógenas.

Esto fue lo primero que nos planteamos cuando vimos que teníamos entre manos un sistema inmunológico. Pero luego vino la gran revolución de la tradición genética. Este sistema lo que hace en la naturaleza es reconocer, gracias a esa memoria ancestral, secuencias de ADN y cortarlas. Entonces, si uno puede programar esas tijeras moleculares, que son unas proteínas que se llaman Cas, uno puede cortar ADN. Cortar ADN ya se podía desde los años setenta, pero eran soluciones caras, poco eficaces, bastante tediosas y no demasiado precisas.

Entonces surgió CRISPR Cas9, que permitía programar muy fácilmente estas tijeras moleculares para que fueran a sitios concretos del ADN y cortaran. Ahí vienen los sistemas de reparación propios de las células, que es lo que se puede dirigir en algunos casos para reescribir ese ADN. Esto abrió la puerta a modificar fácilmente la información genética de cualquier ser vivo, y hay que tener en cuenta que la información genética es lo que determina todas las características de los seres vivos. Ahí es donde estamos. Se abrió esa caja enorme de modificación de cualquier planta o cualquier animal para mejorar o prevenir o incluso curar enfermedades.

¿Hasta dónde podría llegar esta herramienta?

De momento los científicos no han sido capaces de curar una enfermedad en humanos con esto. Si uno quiere elucubrar, se puede plantear lo que uno quiera. Se están intentado cosas, por ejemplo eliminar una especie de mosquito para evitar que transmita determinadas enfermedades. Pero bueno, es hablar por hablar desde mi punto de vista, porque el patógeno buscará otras formas de transmitirse. ¿Curar enfermedades? En principio sí, si se puede desarrollar una terapia muy eficaz que no sea cara –también es importante este pequeño detalle de que sea accesible– igual hasta se podría eliminar enfermedades. De momento, se ha conseguido eliminar un par de infecciones por virus y poco más. Digamos que, siendo prudente, aumenta enormemente la posibilidad de que se puedan curar enfermedades y quizá un día erradicar alguna enfermedad.

Le he leído decir que CRISPR “puede cambiar la historia de la humanidad para bien o para mal”. La parte del bien está más clara. ¿La del mal?

Yo creo que por lo que lo dicen las mentes retorcidas es por la capacidad de modificar la información genética de seres. Digo yo que estarán pensando en modificar las características genéticas de seres humanos y, llegando ya al extremo, a modificar seres humanos para mejorar la raza. No solamente curando enfermedades, estarán pensando en eugenesia, en crear seres más inteligentes, más fuertes, sin miedo... Es lo que siempre se dice. Cuando una herramienta es fuerte hace que uno se plantee las enormes posibilidades que puede tener. Todo depende del uso que se haga. Y en este caso es cierto que al ser unas herramientas muy fáciles de utilizar, en principio se podría decir que hay algo menos de control que si se tratara de una herramienta de más difícil acceso o utilización.

Pero hasta donde sabemos, nadie se ha metido todavía con la edición genética de humanos, ¿no? Recuerdo que cuando salió todo lo de la clonación se comentaba que un científico chino había clonado humanos, aunque luego no se volvió a saber del tema.

Creo que esto es un buen ejemplo del que aprender. Cuando empezaban con la clonación dijeron que íbamos a generar razas, seres humanos especiales. Luego, cuando la fecundación in vitro, exactamente lo mismo: vamos a seleccionar los niños antes de nacer. Siempre hay una cierta preocupación, pero luego resulta que no pasa nada. Ni es tan extraordinario ni tan malo como se plantea inicialmente. Creo que la gracia de CRISPR es posiblemente esto, que es tremendamente potente, tremendamente eficaz y fácil de utilizar. Pero dudo que se utilice la edición genética en humanos. Seguro que habrá algún individuo por ahí, como estos especímenes en China, que igual hizo alguna tontería, pero bueno, estas cosas es casi inevitable que puntualmente ocurran.

Hablemos de comida, que no todo es medicina en la vida. El CRISPR también tiene muchas posibilidades para modificar alimentos sin crear transgénicos, que es un poco el problema con la modificación genética de plantas.

En la Medicina está por ver [su aplicación práctica], pero ya hay una facilidad enorme para la generación de plantas modificadas o mejoradas genéticamente por CRISPR. Puedes hacer un transgénico, pero también puedes no hacerlo, que es lo que está convenciendo por ejemplo a Australia, Japón, o Estados Unidos a producir y consumir estas plantas modificadas con CRISPR, porque son exactamente iguales que lo que puede ocurrir en la naturaleza simplemente por azar. Pero en lugar de ocurrir por azar y después de un proceso de selección que puede durar décadas o más, con CRISPR en una generación ya lo tienes. Por ejemplo, tienes una característica en una variedad de tomate. Y tienes otra variedad de tomate que no la tiene, pero tiene otras estupendas. Pues coges esta característica de este tomate y generas exactamente la misma en el otro, por lo cual el otro va a tener la que tenía y además esta. Se modifica y no queda ningún resto. Estas plantas no se consideran modificadas genéticamente porque no hay manera de reconocer después que se ha hecho una modificación por CRISPR.

¿En España entonces no estamos creando ese súper tomate?

Se está haciendo, pero la gente está muy frustrada porque tienen el súper tomate, pero la legislación europea no les deja comercializarlo. El Tribunal Europeo de Justicia no diferencia entre modificados con CRISPR o cualquier otro método, ni tan siquiera con respecto a transgénicos. Eso no quiere decir que los prohíba, pero ponen una normativa que hace que sacar al mercado alguna de esas plantas cueste una barbaridad de tiempo y una inversión tremenda.

¿Nos estamos quedando un poco atrás entonces respecto a esos países como Japón o EEUU?

En Japón dijeron que antes de fin de año probablemente estarían saliendo al mercado algunas plantas modificadas con CRISPR, incluso adelantándose a una legislación específica. Australia también parece que iban en esa dirección, y Estados Unidos lo tiene clarísimo. Aquí para las empresas biotecnológicas que trabajan en la mejora de plantas fue un jarro de agua fría muy gordo, porque al final las vamos a terminar consumiendo.Las políticas de la UE harán que acabemos comprando alimentos editados genéticamente con CRISPR a Japón, probablemente. Lo van a hacer fuera y lo vamos a comprar, como siempre. Y lo vamos a pagar, claro. No aprovechar esta grandísima oportunidad es un paso atrás enorme.

De alguna manera llegó a su descubrimiento por falta de fondos. Como no disponía de dinero para realizar experimentos que requirieran reactivos, tuvo que optar por una técnica más barata que al final fue la que llevó a descubrir CRISPR. ¿Sintomático de la situación de la ciencia en España? No sé si esperar a que se descubran cosas por falta de fondos es la mejor estrategia.

Dicho así es una putada [se ríe]. La biotecnología ha salvado la situación, por lo menos en países como India, donde se hace una investigación fantástica, o en otros donde no hay una gran disponibilidad de los fondos para investigar y han tirado por la bioinformática, porque es muy barato. Es una forma más de hacer investigación complementaria a otras. Pero es cierto que la investigación en España no está muy bien financiada que digamos; son pocos los grupos que consiguen unos fondos decentes, equiparables a los que se consiguen en otros países. Yo entiendo que no está mal diversificar y echar mano de todas las posibilidades que uno tiene para avanzar en el conocimiento. Evidentemente, si hubiera más dotación económica o financiación, ya no solamente para experimentar, sino sobre todo para tener personal –que es lo que echamos de falta mayoritariamente los grupos que intentamos sobrevivir en esto de la ciencia– estaría fenomenal. No es solo el gasto en laboratorios, sino sobre todo la investigación en ciencia y tecnología en particular, pues aparte de material y equipamiento, necesitas manos que lleven, que hagan esta experimentación. Y eso sí que es un problema gordo, porque los investigadores en cuanto empiezan a conocer la situación en España se van fuera porque ven que las posibilidades son mayores.

¿En qué condiciones trabaja en España un casi premio Nobel? En otras universidades hay laboratorios vacíos, grupos de investigación que apenas tienen más que un director...

Yo tengo a dos personas trabajando conmigo. Igual es culpa mía, porque si tuviera más tiempo buscaría más y quizá encontraría más gente. Pero tampoco creas que se puede encontrar mucha gente cuando tienes la oportunidad de contratar a alguien, no se matan por conseguir la plaza. La gente se va porque no ve las cosas claras aquí. Los que están fuera me preguntan cómo veo la situación. Esperemos que vaya a mejor, pero desde luego está a años luz de la que tiene esta gente que se va. Y cuando prueban lo bueno, lo comparan con la situación en España y dicen, ¿para qué me voy a volver a sufrir?

¿Cómo ve esto una persona que siempre ha podido ejercer en España? ¿Vamos a perder el tren de la investigación?

Es una pena que no se financie más. Y ahora estamos mucho mejor que hace unos años en cuanto a conocimiento y disponibilidad de herramientas y recursos. Y lo realmente deplorable es que un grupo de investigación que lleva una línea se quede sin financiación y a medias con algo que no puede terminar de desarrollar. Es muy triste. Es cierto que si no hay financiación aquí, se puede buscar en la UE, pero eso es muy, muy competitivo. Para competir tienes que estar a un nivel y para eso debes tener recursos previamente. Aquello de la pescadilla. Otro problema enorme que hay aquí en España es la falta de financiación o de interés de las empresas privadas. La financiación pública está mal, pero se podría compensar con financiación privada. Eso es una enorme diferencia con respecto a otros países en Europa y no digamos en Estados Unidos. Las empresas tienen muy claro –cómo debería tenerlo todo el mundo– que merece la pena invertir en investigación aplicada y también básica.

¿Esta falta de inversión privada es una cuestión de mentalidad o de falta de incentivos?

Las dos cosas. Lo pueden tener más o menos claro. Supone un esfuerzo extraordinario, pero lo que hay que mirar sobre todo no es el romanticismo de la investigación sino la obtención de beneficios. Evidentemente, si me facilitan la labor, pues me pongo a investigar, pero si me resulta sangrante y no me lo puedo permitir, pues no lo hago.

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