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CORONAVIRUS
Las comunidades dan por superada la pandemia y se lanzan a eliminar restricciones

Varias personas en terrazas de bares, en la Rúa dos Fornos, en Ourense (Galicia).

Sofía Pérez Mendoza

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¿Cuándo se pone fin a una pandemia ahora que las evidencias apuntan a que el virus no desaparecerá por completo? ¿Qué es la ansiada normalidad y cuándo se podrá afirmar que llegamos a ella? Si la semana pasada las comunidades autónomas empezaron a retirar las restricciones más duras para evitar contagios, en los últimos días los gobiernos regionales han ido anunciando el fin de todas o casi todas las medidas que dependen de sus competencias. La incidencia ha caído de media un 30% en toda España en los últimos 7 días y ya se sitúa por debajo de los 100 casos, la cifra más baja en el último año.

Algunos consejeros de Salud, como la de Castilla y León, ya avanzan que “se está cada vez más cerca de poder emprender una vida completamente normal”. ¿Cuándo? “En las próximas semanas”. A la mascarilla, regulada a nivel nacional, aún le queda para rato. Todos los epidemiólogos consultados coinciden en que será el testimonio más duradero de lo que ha vivido el mundo en el último año y medio. Y advierten de que esto no ha acabado. “Los salubristas no somos exagerados cuando pedimos prudencia. No tenemos el coronavirus domesticado. Entendemos que la población quiere volver a la normalidad y pensar que la pesadilla ha acabado”, señala Javier Segura, vicepresidente de la Asociación Madrileña de Salud Pública.

La caída de las restricciones se ha producido en cascada con quejas abiertas de algunas regiones que consideran que estamos ante una nueva “carrera” en esta segunda desescalada. La Comunidad de Madrid, cuyo gobierno del PP se ha distinguido por tener las medidas más laxas de toda España, hace desaparecer los horarios de cierre del ocio nocturno a partir del lunes. Las discotecas tendrán permiso para abrir hasta las 6 de la mañana, aunque aún está prohibido usar las pistas de baile. “Vamos a estar haciendo una revisión permanente, el comportamiento de descenso nos invita al optimismo y si continúa así la decisión sobre nueva medidas llegará más pronto que tarde”, aseguró el consejero madrileño, Enrique Ruiz Escudero.

Euskadi sí permitirá bailar en las discotecas pero solo hasta las tres. Es la primera vez que el Gobierno vasco abre este tipo de establecimientos desde la declaración del estado de alarma en marzo de 2020 aunque recuerda que la incidencia actual (147) es el doble de la que considera óptima para desactivar más medidas preventivas, como los aforos del comercio, el cine o la cultura al 75%. Extremadura, Madrid y Castilla y León dejan ya atrás las limitaciones a la capacidad de los locales. Crece también el máximo de comensales permitidos en el mismo grupo: en Aragón son hasta 15 en una terraza; en Madrid, 10. A las residencias de mayores de la Comunitat Valenciana vuelven los abrazos, el contacto físico, con los familiares, aunque siempre con mascarilla y correcta higiene de manos.

La revisión del semáforo

La ministra de Sanidad, Carolina Darias, lanzó un mensaje a las comunidades tras el Consejo Interterritorial de esta semana. “La relajación de medidas sería deseable hacerla de manera progresiva y gradual, siempre dentro del ámbito compartido del consejo”, dijo. Pero hay evidencias irrefutables que demuestran que el control de la pandemia es mucho más sólido que hace unos meses y que estamos a un paso de la ansiada normalidad.

Una es la cobertura vacunal, que reduce las posibilidades de contagio y el peligro de enfermedad con gravedad. La otra, la revisión del semáforo de niveles de riesgo para adecuarlo a la situación actual, con un 75% de la población inmunizada. La modificación de estos parámetros confirma, por otro lado, que la convivencia con el virus será larga, pues servirá para actuar en casos de repunte. Los epidemiólogos asumen que habrá picos y valles, pero nunca tan graves como los vividos hasta ahora.

La Asociación Madrileña de Salud Pública pide al Gobierno que considere en su revisión con los técnicos “la sobrecarga de la Atención Primaria”, además de “la ocupación de las camas en hospitales” como factores a tener en cuenta. “Va a determinar mucho si se pone un dique ante la nueva transmisión”, opina Segura. El llamado “semáforo COVID-19”, aprobado en octubre de 2020, incluye cinco niveles de alerta –incluyendo la nueva normalidad– y estar en uno u otro depende de los siguientes indicadores: incidencia acumulada en 14 y 7 días en la población general y en mayores de 65 años, trazabilidad, positividad y ocupación de camas UCI.

El ocio nocturno, la última frontera

La última barrera en la desescalada es el ocio nocturno. La experiencia del verano pasado, con reaperturas sobre las que tuvo que darse marcha atrás en pocas semanas, ha mantenido los locales cerrados en la mayoría de comunidades durante el último año. Nadie quería volver a arriesgarse y sobre la mesa del Ministerio de Sanidad se ha vuelto a poner el certificado COVID para poder acceder a los bares.

Las comunidades del PP, aprovechando la sentencia del Supremo que avala la medida en Galicia, presionan al Gobierno para que elabore una regulación nacional que les exima de tener que pasar por el filtro judicial, aunque en privado algunas reconocen que ahora tiene poco sentido por el alto porcentaje de población vacunada. La patronal del ocio nocturno se manifestó esta semana frente al Ministerio de Sanidad: exige que los locales recuperen el 100% de su actividad (aforos, horarios y pistas de baile) antes del 1 de octubre.

Controlar los brotes

La nueva etapa va a exigir un control importante de los brotes a través de los rastreos, según los epidemiólogos. “Es importante evitarlos, porque comporta que en una situación puntual se infecte mucha gente de repente. Se han de investigar rápido y cuarentenar a los que estén expuestos a una fuente de infección”, indica Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología. Es ya casi un consenso que el virus seguirá con nosotros con las vacunas disponibles. “Eliminarlo no es factible, lo cual no quiere decir que teniendo una población altamente vacunada no se consiga una inmunidad de barrera que ayuda a que la transmisión se mantenga a niveles bajos”, afirma. “Las decisiones se deben tomar teniendo en cuenta la capacidad de respuesta ante rebrotes”, agrega Segura, que coincide en que “el rastreo siempre ha sido importante y ahora también”.

Más aún teniendo en cuenta uno de los cambios más relevantes del protocolo del Ministerio de Sanidad en el manejo de casos: la exención de cuarentena a los contactos estrechos de los contagiados para las personas vacunadas. Las directrices recomiendan hacer una PCR, pero no el aislamiento por sistema. “Los contactos estrechos vacunados son candidatos a vigilar y constatar que no se han contagiado. Pero si se hacen pruebas sería suficiente”, argumenta Godoy, que no descarta retroceder a medidas más drásticas. “Nos los dirá la experiencia”, remata.

Hay consenso también entre los expertos sobre cuál será la última medida en retirase: la mascarilla en interiores. El vicepresidente de la Asociación Madrileña de Epidemiología considera que hasta que no se alcance el 90% de la población vacunada debería mantenerse. “A partir de ahí, siempre que haya una incidencia inferior a 25 y no estén circulando variantes preocupantes, podemos experimentar controlando cuál es el resultado. Hay que tener en cuenta precedentes que nos enseñan, como lo que ha pasado en Reino Unido”, asegura.

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