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ENTREVISTA
Moisés Sánchez Arrocha

El director del 112 en Canarias: “Antes de la erupción temimos un terremoto con daños estructurales y personales”

Moisés Sánchez, director del 1-1-2 Canarias.

Cristina Armunia Berges

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La máxima autoridad del 112 canario, Moisés Sánchez Arrocha, lleva poco más de un año en el cargo y ya ha tenido que gestionar una pandemia, un gran incendio y la erupción de un volcán. Con todo, desde el otro lado del teléfono, el director del Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad (CECOES) 112 del Gobierno de Canarias suena agradecido y animado.

Tras 12 días de erupción continuada, lo peor, reconoce, fueron los compases anteriores a la erupción del volcán. “No le miento si le digo que había una seria preocupación por la dirección de la emergencia por que pudiera darse un movimiento sísmico por encima de valores habituales de la zona” y que esto pudiera causar “el derrumbe de alguna edificación y daños personales”. A partir de ese momento y de la creación de las zonas de exclusión, Sánchez Arrocha asegura que el riesgo ha sido prácticamente nulo para los palmeros. No así para sus bienes personales.

También admite que la explosión, finalmente, se produje antes de lo esperado: “Fue sorpresiva, no cabe duda, porque se adelantó a los parámetros que manejaban los científicos, pero no es menos cierto que el plan ya estaba activado”, comenta el director. Ahora lo que se espera es que la lava siga discurriendo por el camino ya marcado y que no destruya nuevas zonas.

¿Cómo han sido estos 12 días de trabajo en La Palma?

Desde la madrugada del día 12 ya nos estaban dando aviso al centro coordinador de que algo raro estaba ocurriendo en Cumbre Vieja. El Instituto Geográfico Nacional (IGN) nos dio una notificación. El técnico había observado una serie de anomalías en forma de movimientos sísmicos que se concentraban en esa zona, en la reserva natural del parque de Cumbre Vieja. Desde ese momento, ya estábamos advertidos.

¿Ahí ya se sabía que el proceso terminaría en una erupción?

La madrugada del día 13, el responsable del IGN ya llamó diciendo: “Oye, tenemos un enjambre y esto apunta a que pudiera ser un precursor de una hipotética erupción volcánica”. Esa misma mañana se convocó de urgencia por primera vez, por parte del Gobierno de Canarias, el comité científico formado por diferentes agencias como el IGN, el Instituto Geográfico y Minero, el Instituto Oceanográfico, la AEMET, el Instituto Canario de Volcanología... Allí se tomó la decisión de recomendar a la Dirección del Plan de Riesgo Volcánico [el Pevolca] la activación de la alerta en situación de semáforo amarillo.

Con la perspectiva de los días, parece que todo fue muy rápido.

A partir de ese momento, el reloj corrió muchísimo. Más rápido que en ocasiones anteriores. Los estudios hechos por los vulcanólogos y geógrafos de series vulcanológicas anteriores mostraban que los precursores previos al fenómeno habían dado un margen de tiempo mucho mayor antes de la erupción.

Tenemos que pensar que el día 13 se declara la situación de alerta en semáforo amarillo y el domingo 19 en torno a las dos y poco hora local erupcionó el volcán. No cabe la broma, pero fue un parto prematuro a la vista de los datos que manejaban los científicos, tal y como habían sido las erupciones en el pasado. A partir de ahí, ya se desencadenó todo lo que estamos viendo.

¿Faltó tiempo para evacuar a la población?

No, porque activar el plan conllevaba una serie de acciones preventivas, haya o no haya erupción, como la evacuación de personas con movilidad reducida que estuvieran dentro de ese área de afectación que los científicos notificaron como zona susceptible de aparición de una erupción. Eso facilitaba, si surgiera la erupción, el resto de la evacuación.

Entonces hubo cierta sorpresa por lo acelerado del proceso...

La erupción fue sorpresiva, no cabe duda, porque se adelantó a los parámetros que manejaban los científicos, pero no es menos cierto que el plan ya estaba activado y ya se habían tomado una serie de medidas de concienciación de la población mediante charlas, por todos los barrios, por todos aquellos lugares que componen los municipios afectados que, en principio, estamos hablando de cinco. Y eso sirvió para que, cuando surge la emergencia propiamente dicha, el semáforo rojo, los ciudadanos ya supieran qué tenían que hacer y adónde se tenían que dirigir de manera inmediata en cuanto se dio la orden de evacuación. El hecho de tener el plan activado con tantos días de antelación ha servido para mitigar y minimizar todos los riesgos que puede suponer este tipo de emergencia.

¿Cuál fue la prioridad entonces?

La obsesión sin lugar a dudas de la Consejería es la seguridad de las personas. Eso ha sido un axioma que se ha mantenido desde el minuto cero y que el director del plan y el director técnico de Emergencias han mantenido sobre todas las cosas. La primera misión encomendada a los intervinientes fue la seguridad de las personas.

Luego los bienes...

Más allá de la zona de exclusión absoluta que está en los alrededores del foco eruptivo, se ha trabajado en la evacuación de animales, tanto domésticos como de granja, en procurar que la gente cuyas casas estaban en el camino que mostraban las modelizaciones de por dónde podía discurrir la lava pudiera llevarse aquellos enseres que entendían como imprescindibles.

¿Han tenido que vigilar mucho que no se invadiera la zona de exclusión?

Hemos salvaguardado tanto la zona de exclusión terrestre como la marítima y la aérea. Es anecdótico, pero en un momento dado, hubo una invasión de drones privados que estaban poniendo en riesgo en algunas ocasiones a la aeronave de seguridad y emergencia en esos trabajos de monitorización.

También hay trabajos de extinción de incendios, porque no olvidemos que la lava es una apisonadora. Los frentes de lava en algunos momentos han llegado a superar los diez metros de altura y, evidentemente, contra eso no se puede hacer nada. Pero sí ha habido incendios colaterales, incendios en el medio urbano o agrícola en cuya extinción han estado trabajando los bomberos para evitar que tuviéramos una segunda emergencia, una emergencia colateral.

El trabajo fundamental del dispositivo ha estado en salvaguardar la integridad de las personas y garantizar que todos aquellos damnificados de la emergencia, dentro de la tristeza que supone perder todas tus pertenencias en cuestión de horas, tengan el mejor acogimiento posible.

¿Qué peso han tenido las emergencias psicológicas?

Se está trabajando también en ello. Cruz Roja Española, el servicio de emergencias canario y las administraciones insulares han aportado equipos de psicólogos para acompañar a estas personas. Estas pérdidas no dejan de requerir un duelo.

Se han producido historias bastante duras de personas que, de un momento para otro, lo han perdido todo...

Yo escuchaba el otro día a una señora que decía que su hijo lo único que había podido salvar de su casa eran las llaves. Es duro escuchar esto. Dejó atrás su casa, algún que otro animal de granja porque no dio tiempo prácticamente de evacuarlo. Entonces el trabajo de los psicólogos está siendo ahora mismo fundamental.

Lo importante es que no haya habido heridos, fallecidos, pero no deja de ser un desastre en toda regla

Hemos tenido la posibilidad en el centro coordinador de ir monitorizando a las diferentes agencias, a los diferentes grupos de intervención, ver cómo están trabajando e interactuando con los damnificados y lo que nos trasladan es eso, que los psicólogos están haciendo un trabajo importante con estas personas para sobrellevar estas pérdidas materiales. Que no dejan de ser materiales, sí, pero pensemos que han dejado todo atrás, todos los logros de tu vida, todos tus esfuerzos. Un fenómeno de estas características es implacable, no perdona. No me quiero ver en el lugar de una persona que haya podido sufrir una desgracia tal. Lo importante es que no haya habido heridos, fallecidos, pero no deja de ser un desastre en toda regla, máxime teniendo en cuenta los números que se comienzan a manejar desde la dirección de la emergencia en cuanto a daños materiales.

¿Han notado alguna evolución en las emergencias que atienden según ha ido cambiando la erupción: explosiones, lava, colada más rápida, cenizas y ahora gases al llegar al mar?

El volcán tiene vida propia. Los volcanes cambian la historia del lugar donde suceden. Nosotros vivimos en un territorio volcánico. Hay edificios más modernos, edificios más antiguos, pero vivimos sobre un territorio volcánico. El canario sabe dónde vive y es consciente de que es un territorio en donde este tipo de evento es más que posible. Yo con 53 años he vivido tres volcanes: el Teneguía, el de El Hierro y este. Mi madre ha vivido cuatro. Es algo que está muy interiorizado.

¿Qué es lo que esperamos desde el ámbito de la protección civil? Que el discurrir de la lava se mantenga en lo que ya ha destruido

Este fenómeno empieza con un proceso explosivo, estromboliano, y ha tenido fases de hawaiano, de lavas muy fluidas. ¿Qué sucede en este momento? Que la lava ya ha hecho un recorrido por todo el territorio y ha desembocado en el mar. ¿Qué es lo que esperamos desde el ámbito de la protección civil? Que el discurrir de la lava se mantenga en lo que ya ha destruido.

¿Eso ha implicado cambios en los dispositivos?

Sí ha habido diferentes fases. Una inicial, que ha sido de emergencia porque lo primordial era evacuar la zona de exclusión terrestre, que ya estaba calculada. A partir de que esa zona estuvo evacuada y creada la zona de exclusión, la emergencia se ha ido moderando. Esa prisa, esa premura, esa emergencia de salvaguardar a las personas ha pasado a un segundo plano, porque tenemos la garantía de que las personas no van a sufrir daños y ahora estamos en una fase no de tranquilidad, pero sí de monitorización para vigilar –en base a la predicción de los científicos y en base a la observación– cómo transcurre la emergencia.

Recuerden que tuvimos 24 horas en las que parecía que el volcán se estaba tomando un respiro y así fue. Frenó y automáticamente comenzó de una manera mucho más efusiva. Por lo tanto, los científicos nos hablan de nunca menos de veintitantos días y nunca más de ochenta y pico como horizonte de duración. Nos movemos en ese margen y la emergencia ha evolucionado en base a cómo el volcán ha ido manifestándose.

¿Han precisado refuerzos?

Me gustaría agradecer muchísimo al resto de comunidades autónomas y a todas las centrales de emergencias del 112 de toda España el ofrecimiento que desde el minuto cero nos han hecho de recursos humanos para dar descanso a nuestro personal. El volcán está aquí, pero las emergencias se siguen sucediendo: accidentes, enfermedad, violencia, actos contra la propiedad. Ese día a día continúa. Con todo, no hemos necesitado implementar medios, contamos con casi un millar de intervinientes.

¿El fin de la erupción significa el fin de la emergencia?

No. Irá más allá. De la misma manera que podemos marcar el día 19 como el día del inicio de la erupción, existirá un día que la erupción finalice. A partir de ahí se abrirán unos plazos de seguridad para garantizar el enfriamiento de toda esta masa de piroclastos de lava, y eso lleva su tiempo. Ahí entraremos en la fase de la rehabilitación, que también forma parte de las misiones de protección civil.

La fase de rehabilitación de las infraestructuras empezará por las esenciales: carreteras, suministro eléctrico, telecomunicaciones, agua. Y a continuación, la rehabilitación para que las personas normalicen en la medida de lo posible su vida, la que el día 19 se paró de golpe y puso el reloj a cero. Sinceramente, no sabemos cuánto tiempo se puede tardar porque hay que hacer una valoración de daños para calcular cuánto tiempo va a llevar esa fase.

En el año 2020 el servicio se encargó de resolver urgencias relacionadas con la pandemia. Después hubo un gran incendio en La Palma y ahora entra en erupción el volcán de Cumbre Vieja. ¿Cómo se asimila todo esto?

La COVID-19 nos estaba dando una tregua, los valores epidémicos habían bajado a mínimos históricos y parecía que empezábamos a ver la luz al final del túnel. Pero, si por algo se caracterizan los servicios de emergencias, es por la vocación que tiene el personal, ese sentimiento de servicio público. En los primeros cuatro días no hemos tenido prácticamente que reprender a algún trabajador y mandarlo para casa. Sentían que la emergencia era propia y querían seguir y seguir ayudando. Como director me siento muy orgulloso de liderar un equipo humano con el corazón tan grande que tienen en el pecho.

¿Podemos decir que la población de La Palma ha estado segura todo el tiempo ante los temblores, la lava y los gases que emanan del magma?

Sí, rotundamente. Voy a comentarle algo y que no se lea como una crítica, pero a medios de comunicación –lo hemos podido ver por la tele y se lo he podido decir a algún compañero– les pido que no le den la espalda a la lava. Vale que tienes autorización para acercarte, pero no le des la espalda a ese monstruo porque puede tener una fisura o se puede desprender una piedra incandescente, puede haber una emanación puntual de gas. No le des la espalda a ese diablo.

¿Cuál fue el momento de mayor peligro?

La mayor situación de riesgo se dio en el momento de la erupción. Había una seria preocupación por la dirección de la emergencia en cuanto a que pudiera darse un movimiento sísmico por encima de valores habituales de la zona. Que un terremoto de una magnitud de 4,5 o 5 podía en un momento dado ocasionar daños estructurales en alguna edificación con lo que eso puede conllevar en cuanto a daños a las personas. Era una cuestión que nos tenía muy preocupados.

¿Y una vez comenzó a manar la lava?

Había la incertidumbre de saber dónde podía suceder esa fisura porque no era lo mismo que ocurriera en el centro de un núcleo poblacional a que ocurriera donde ocurrió. Lo más probable, siempre nos decían los técnicos, la posibilidad más baja se daba en zona poblada y la más alta en la propia estructura de la montaña de Cumbre Vieja. ¿Riesgo para la población? A partir de que se crearon las zonas de exclusión, el riesgo ha sido cero. Si alguien ha estado en riesgo es porque probablemente se saltara esos límites y se acercara más de la cuenta a la zona cero.

¿Se activó tarde la evacuación de las zonas que han sido sepultadas por la lava?

Hay una zona de exclusión total y absoluta que circunda al cono volcánico. Ahí lamentablemente no se ha podido hacer absolutamente nada en cuanto a la recuperación de enseres. No podemos poner en riesgo a las personas, que son las que al fin y al cabo tienen que acceder a su vivienda con un volcán explosivo emanando y en el que los científicos nos hablaban de que alguna bomba volcánica podía estar recorriendo entre 600 y 700 metros de distancia del foco eruptivo. No podíamos permitirnos el lujo de sobrepasar esa zona. Fuera de esa zona sí, de manera progresiva y aprovechando el transcurrir inicial lento de las lavas, se ha podido trabajar en determinadas viviendas permitiendo a los vecinos llevarse enseres. Lamentablemente, no se puede evacuar una vivienda por completo, no hay capacidad para hacerlo.

Algunos vecinos relatan que tuvieron apenas 15 minutos para recoger sus cosas...

Como el volcán ha tenido un comportamiento combinado entre estromboliano y hawaiano, eso condiciona muchísimo las acciones. También las cenizas, los gases. Es una emergencia muy complicada para estar moviendo a personas. Sabíamos que en un momento dado una tregua nos podía permitir haber hecho algo más con respecto a evacuación de enseres, pero no podíamos permitirnos el lujo de poner en riesgo a las personas bajo ningún concepto. La premisa que la dirección de este plan ha manejado desde el primer momento ha sido la de las personas por encima todo.

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