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Estudiantes sudafricanos reivindican el legado del levantamiento de Soweto

Estudiantes sudafricanos reivindican el legado del levantamiento de Soweto

EFE

Johannesburgo —

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Cuarenta años después la trágica revuelta estudiantil de Soweto (Johannesburgo), en la que la Policía del apartheid mató a 451 personas, los jóvenes sudafricanos reivindican el legado de 1976 para exigir una educación superior gratuita y la “descolonización” de las universidades.

El 16 de junio de 1976, unos 15.000 alumnos de secundaria salieron a la calle para protestar por la imposición del afrikaans -el idioma de “los opresores”- como lengua oficial de enseñanza.

La mayoría de la población negra desconocía esta lengua, lo que dificultaba su progreso educativo.

Cientos de jóvenes, entre ellos niños, fueron tiroteados por la Policía, lo que desencadenó una violenta ola de protestas en todo el país que se prolongó dos semanas y que prendió la llama definitiva de la rebelión.

“Las circunstancias son distintas, pero peleamos por lo mismo: para que nadie se quede sin educación por haber nacido en una familia negra, marginada históricamente”, dice a Efe Thabo Lubisi, uno de los miles de estudiantes que en el último año han puesto en jaque con manifestaciones masivas al Gobierno de Sudáfrica.

Gracias a estas protestas, los descendientes de la generación que luchó en 1976 han logrado detener la subida de tasas universitarias planeada por el Ejecutivo, y ahora quieren aprovechar el impulso para conseguir el cambio que anhelan.

“Los estudiantes han mostrado su músculo a la hora de intentar cambiar la dirección de la historia”, escribe el profesor de la Universidad de Sudáfrica (UNISA), Vuyisile Msila, sobre el paralelismo entre estos.

El entorno educativo en el que se producen las protestas es una prueba del largo camino recorrido por Sudáfrica en las últimas cuatro décadas.

Los estudiantes que se negaban a recibir una educación de segunda en la lengua del opresor eran alumnos de instituto sin perspectivas de llegar a la universidad.

Quienes obligaron al Gobierno rectificar a finales de 2015 son universitarios que estudian junto a alumnos blancos en los mejores centros del país.

Ha cambiado también el enemigo. Los manifestantes de 1976 se enfrentaban a un Gobierno blanco que les negaba el voto, les reprimía a balazos y les condenaba a una educación básica para que siguieran sirviendo en los escalones inferiores de una cadena productiva excluyente.

Los jóvenes de hoy, cada vez más alejados de los partidos políticos, gritan sus demandas a un Gobierno formado y elegido mayoritariamente por negros, al que acusan de abandonar a los pobres con sus despilfarros corruptos y unas prioridades que sacrifican el gasto social.

“La mayoría de jóvenes de zonas desfavorecidas sigue sin poder ir a la universidad porque no pueden pagarla. La educación es un derecho, no un lujo”, dice otra estudiante implicada en estos movimientos estudiantiles.

La situación de quienes sí llegan a las universidades centra otra de las reivindicaciones de los estudiantes sudafricanos de 2016.

Denuncia una “violencia estructural” infligida a través de “símbolos de poder y hegemonía”, como estatuas y nombres de edificios dedicados a figuras coloniales, y de un currículum “eurocéntrico”, explica en el manifiesto del movimiento “Fees must fall” (Abajo las tasas).

Los estudiantes de 1976 protestaban contra un régimen que les forzaba a vivir en guetos y dedicaba 15 veces menos dinero a la formación de un niño negro que a la de un blanco.

Buena parte de los de hoy consideran que la opresión blanca continúa, y creen que la retirada de símbolos coloniales y la “africanización” de los contenidos es un paso imprescindible para la emancipación.

La brutal represión al levantamiento de Soweto hizo aumentar la presión internacional sobre el apartheid y prendió la mecha de la rebelión en los guetos tras más de una década de silencio impuesto por el encarcelamiento de Nelson Mandela y el exilio del resto de líderes de la resistencia.

La actual ebullición en las universidades podría ser, a ojos de muchos analistas, “el 1976” de la democracia sudafricana: un punto de inflexión para transformar el país y corregir las injusticias del pasado.

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