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El diccionario de la RAE sigue recogiendo definiciones xenófobas y sexistas

José Manuel Blecua, director de la Real Academia Española, presenta la 23ª edición del DRAE.

Laura Olías

Femenino ya no tiene como significado “débil, endeble” en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE). El referente del uso de la lengua ha recogido en su 23ª edición 140.000 enmiendas y ha añadido 4.680 entradas nuevas, como tuitero, feminicidio o género. Sin embargo, varios colectivos denuncian la resistencia al cambio en algunas de las acepciones referidas a algunos estereotipos.

La palabra gitano, por ejemplo, en la anterior edición contenía por definición (en su cuarta acepción): “que estafa u obra con engaño”; y en ésta ha sido modificada por trapacero, referido a la persona que actúa con engaños y de manera ilícita para perjudicar o defraudar a alguien.

“Lo que ha hecho la RAE sí que es una trapacería”, afirma Sara Jiménez, responsable del área de Igualdad de la Fundación Secretariado Gitano. Para Jiménez, la Academia ha perdido una “magnífica oportunidad para enmendar un error en su diccionario que llevamos denunciando años desde las asociaciones e incluso la Defensora del Pueblo”. La institución pidió a la RAE en su memoria anual de 2013 la revisión de esta acepción, pues “resulta discriminatoria” y “contribuye a la creación y mantenimiento de actitudes sociales racistas y xenófobas”, recoge el informe.

Las redes sociales también fueron el espacio de debate para otras miradas críticas con la revisión de la Academia. La etiqueta #GolondrinasalaRAE, creada por María S. Martín Barranco, coordinadora y fundadora del blog Especialista en Igualdad, iba acompañada de quejas referidas a palabras o sintagmas como madre, padre o mujer pública, entre otros. En este último caso, aparece como un sinónimo de prostituta, señala indignada Mar Esquembre, miembro de la Red Feminista de Derecho Constitucional. “Ahora mismo no creo que alguien utilice esa expresión para referirse a una prostituta y eso el diccionario debería reflejarlo con una aclaración de que la palabra está en desuso”. El escarnio es aún mayor cuando hombre público aparece definido como “el que tiene presencia e influjo en la vida social”.

Los académicos explican en el Preámbulo de la nueva edición del diccionario por qué no han sido atendidos todos los cambios sugeridos por los usuarios. En concreto, se refieren a “ciertas palabras o acepciones que, en el sentir de algunos, o reflejan realidades sociales que se consideran superadas, o resultan hirientes para determinadas sensibilidades”. La respuesta es que la corporación “no siempre puede atender a algunas propuestas de supresión, pues los sentidos implicados han estado hasta hace poco o siguen estando perfectamente vigentes en la comunidad social”.

El director de la RAE, José Manuel Blecua, insiste en una conversación con eldiario.es en que “el diccionario no debe ser políticamente correcto sino lingüísticamente correcto”. Blecua explica que “el diccionario no puede cambiar el uso”, sino que simplemente lo reconoce. “La gente no consulta el diccionario para hablar. La sociedad hace un uso de la lengua, que es la que recoge el diccionario, y no al revés”.

José Manuel Blecua pone como ejemplo la expresión “trabajar como un negro” (“trabajar mucho”), que ha recibido solicitudes para ser retirada del diccionario. “Pero es una expresión que se usa y el diccionario debe recogerla”. A la pregunta de si estas expresiones pueden contribuir a perpetuar la discriminación, Blecua responde que “no se trata de perpetuar un uso, sino de reconocerlo”.

Muchas diferencias entre palabras

Pilar Ruiz-Va, profesora de Lengua Española en la facultad de Filología de la UNED, coincide con los académicos en que el diccionario debe ser neutral y recoger el uso, “pero es que en estos casos no está siendo neutral. En el ejemplo de gitano, podemos decir que toma partido por las personas que utilizan este uso, que es xenófobo”.

La profesora considera que sería sencillo solucionar estas discrepancias: “No hay nada más fácil que incluir la valoración de uso de estas expresiones, como si es un registro coloquial, vulgar o si se trata de un uso ofensivo o despectivo”. Pilar Ruiz-Va indica que, además, es algo que ya hace la institución, pero “con muchas diferencias entras unas palabras y otras”.

La docente elige como ejemplo la palabra presidenta, reconocida ya en ediciones anteriores. “Es un tipo de palabra que por norma no recoge la terminación de género, como cantante. Sin embargo, aquí la Academia hace una excepción porque atiende a una presión social. Lo que hay detrás de admitir presidenta –argumenta– es la admisión de una realidad social: que las mujeres se están empoderando y acceden a estos puestos de poder”.

Para Secretariado Gitano, existe una diferencia de trato de la RAE según los grupos sociales a los que se dirige. “El diccionario no contempla todas las expresiones ofensivas referidas a otros colectivos, que no nombraré para no ofender a nadie, pero que existen en el lenguaje de la calle. Creo que el diccionario debería fomentar que se use bien la lengua”, añade Sara Jiménez.

Martín Barranco también advierte de estas desigualdades desde un punto de vista de género: “Por ejemplo, sí se da mucha prisa en recoger profesiones que se masculinizan (como matrón, sin ir más lejos) pero va a paso de tortuga para aceptar otras como fue el caso de jueza, o pasa aún con coronela, que sigue siendo la mujer del coronel”.

Las modificaciones que se han producido sirven para demostrar que la institución no es inamovible a los cambios sociales, pero también que “no es igual de sensible para todos los grupos”, afirma la profesora Pilar Ruiz-Va. En su opinión, una valoración del uso en las definiciones conflictivas puede ayudar a los hablantes a conocer mejor la lengua. “Además –señala–, en ejemplos como la palabra sudaca, donde sí se especifica que su uso es despectivo, se devuelve de alguna manera la dignidad de estas personas”.

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