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ENTREVISTA

Fernando Belzunce: “El periodismo es muy distante, hay que hacer un esfuerzo por acercarse mucho más a la audiencia”

María Ramírez

Oxford (Reino Unido) —
19 de septiembre de 2025 23:03 h

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Fernando Belzunce empezó su carrera en El Correo en 2000, en un tiempo en el que trabajar como periodista en el País Vasco podía costar la vida, las posiciones en el diseño de portada se llamaban “bomba A” y “bomba B”, y cubrir una manifestación abertzale o entrevistar a una víctima era un acto de valentía. Todavía hoy cuenta que se le pone la piel de gallina al recordar a “personas que tenían principios morales y un sentido de misión hacia la sociedad” que les hizo “no bajar los brazos”.

Veinticinco años después, los riesgos y los retos son muy distintos en España y gran parte de Europa, pero reporteros en México, El Salvador, Afganistán, Ucrania u Oriente Próximo siguen jugándose la vida por intentar informar en un entorno que, además, respeta menos a los periodistas.

Belzunce, ahora director editorial del grupo Vocento, tiene esa perspectiva muy presente en su libro recién publicado, Periodistas en tiempos de oscuridad, una colección de más de 100 entrevistas con periodistas de todo el mundo que trazan un retrato humano de redacciones con sus obstáculos y sus pasiones. El subtítulo ofrece la esperanza que trasluce en muchos testimonios: “El compromiso inquebrantable con la verdad en la era de la desinformación”.

El autor elige fragmentos de sus conversaciones para construir una obra coral, inspirado por La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Alexievich y su crónica de la Segunda Guerra Mundial a través de testimonios directos. La entrevista con la escritora bielorrusa abre un libro que termina con la de Marty Baron, el ex director del Washington Post. Son voces individuales para subrayar, como explica Belzunce, que “detrás del periodismo hay personas”.

Ésta es parte de nuestra conversación, editada por extensión y claridad.

¿Qué patrones salen de tantas entrevistas?

Los problemas se han globalizado. Ahora todos hablamos de lo mismo. La preocupación por el modelo de negocio es una constante en todos los países. Hay una preocupación tremenda también por el auge de las plataformas tecnológicas, por el dominio que han conseguido y por no entender cómo funcionan los algoritmos por su opacidad. Y hay mucha preocupación por las redes sociales, porque sirven de plataforma para generar mucha desinformación. Todos publicamos mucha información en redes, pero se pierde el contexto en el que se publica. 

¿Algún patrón que le haya sorprendido?

Una realidad que no conocía tanto son los ataques brutales a periodistas a través de redes sociales, ataques orquestados que incluso tienen una inversión económica. Maria Ressa recibió más de 500.000 ataques en redes. Eso no son tres o cuatro trolls. Y le pasó también a periodistas como Patricia Campos Mello y a Cristina Tardáguila en Brasil. Y, en España, a Ana Pastor...

Les pasa mucho a las mujeres de una manera espeluznante, incluso con montajes sexuales: es una forma de silenciar que antes no existía. Me han hablado de tantos casos que se le puede dedicar una enciclopedia entera. Las presiones se ejercían de otras maneras. Y eso tiene un impacto muy importante también en las emociones, en la salud mental.

Cuando un imbécil me dice una barbaridad en redes sociales, una persona que no conozco de nada, me quedo mal durante un rato. Pues imagínate si recibes miles de ataques planificados. 

¿Por qué ahora?

Todo esto coincide también con el auge de los extremismos políticos de un signo y de otro. 

El líder del país más poderoso del mundo, Donald Trump, entra con un discurso que no sólo critica de manera brutal a los medios de comunicación, sino que cuestiona incluso la existencia del propio concepto de la verdad. Si ya no podemos creer en los hechos objetivos, si no podemos creer en la idea de la verdad, ¿en qué nos vamos a poner de acuerdo como sociedades? Cuando el líder político del país más poderoso del mundo ejerce esta crítica tan desmesurada contra el periodismo y, de manera indisimulada, se apropia de mentiras en sus estrategias informativas, eso tiene un efecto muy importante en otros líderes de otros países. De repente vemos reflejos en Brasil con Bolsonaro, en Argentina, con Milei, en Hungría, con Orbán, en El Salvador, con Bukele.

Trump no sólo critica de manera brutal a los medios de comunicación, sino que cuestiona incluso la existencia del propio concepto de la verdad

Todo esto son corrientes globales y no hay nada improvisado, con estrategias que se copian y van de un lado a otro. 

¿En España hay imitadores de Trump, en particular en la demonización de los periodistas?

Sin ninguna duda. Se nota muchísimo, incluso en algunas frases repetidas. En España, hay dos partidos políticos, Podemos y Vox, que han utilizado muchísimo las redes sociales, con estrategias para generar corrientes de opinión que se parecen mucho a las tácticas que ha utilizado Donald Trump.

En España, se ven muy claramente estas posiciones en los partidos más extremos o más radicales tanto a la derecha como a la izquierda. Lo que me parece muy preocupante es que incluso en partidos moderados, o supuestamente moderados, que tendrían que respetar las instituciones, estas ideas acaban teniendo reflejo en sus comportamientos.

En España hay dos partidos políticos, Podemos y Vox, que han utilizado muchísimo las redes sociales, con estrategias para generar corrientes de opinión que se parecen mucho a las tácticas que ha utilizado Donald Trump

Falta esa altura de entender que tu posición tiene que ser ejemplar y que si eres una persona elegida en las urnas por una sociedad tienes que representar a las instituciones.

El Gobierno lleva meses hablando de regulación de la prensa y de la lucha contra la desinformación. ¿“La mejor ley de prensa es la que no existe”, como dice Nacho Cardero, de El Confidencial, en su libro?

La prensa, por definición, es libre y creo que los periodistas nos tenemos que regir a nosotros mismos. Tiene que haber libros de estilo, códigos, y tenemos que hacer un ejercicio de transparencia hacia los lectores, hacia la sociedad.

La mayor parte de los periodistas hacen su trabajo muy bien, pero el periodismo siempre es muy mejorable porque es un oficio humanista y depende de personas. Cuando se habla de ir contra la desinformación, no hay que confundir las cosas. La desinformación se da sobre todo en redes sociales, en entornos muy tóxicos, y también en medios que no son profesionales, webs que no sabe nadie de dónde han salido y que aparecen y desaparecen.

La mayor parte de los periodistas hacen su trabajo muy bien, pero el periodismo siempre es muy mejorable porque es un oficio humanista y depende de personas

También está la cuestión de qué va a suceder con la inteligencia artificial, que va a ser un amplificador de las redes sociales. 

Pero creo que el problema de la desinformación no procede precisamente de los medios serios. Todos los medios estamos en las redes sociales, pero pierdes el contexto de cómo se percibe ese contenido. A veces pienso que lo que estamos viviendo es un cambio de época y no una época de cambios.

¿Qué es un medio serio?

Tú y yo nos pondremos de acuerdo en qué medios son serios.

Nosotros seguro, pero no creo que el resto de la profesión ni los lectores… 

Muchas veces no explicamos muy bien cómo se hace, no somos tan transparentes. Cuando invitamos a lectores a que vengan a las redacciones y que estén en las reuniones y que conozcan a la gente, se quedan encantados. Un ciudadano normal no sabe cómo funciona un periódico. No es lo que a cada uno se le ha ocurrido publicar. Todo depende de muchas decisiones. Cada persona forma parte de un engranaje en la organización. Es un proyecto colectivo con un montón de funciones, pero todo lo que se publica está contrastado, está verificado. Hay unos criterios de calidad en general y desde luego te puedes confundir. Es increíble el daño que puedes hacer si tienes mala intención. 

Un ciudadano normal no sabe cómo funciona un periódico. No es lo que a cada uno se le ha ocurrido publicar. Todo depende de muchas decisiones. Cada persona forma parte de un engranaje en la organización

Todo el mundo es muy autocrítico y se flagela una barbaridad porque estamos sufriendo como periodistas. Pero hay muchas cosas de las que presumir y este oficio merece mucho la pena. 

La mayoría de los periodistas que entrevista trabajan o han trabajado en medios “tradicionales”. ¿Pensó en la línea divisoria con los llamados influencers, esa palabra tan amorfa que define a youtubers y otros?

Hay gente que trabaja en medios muy alternativos, como Cristian Alarcón, de Anfibia, que hace periodismo en teatro. También está Camilo Maldonado, un periodista colombiano que montó un par de plataformas de comunidad. 

Es verdad que hay perfiles muy alternativos, pero los que predominan son los otros. No he metido a ningún influencer tipo Ibai Llanos, pero creo que él mismo no se considera periodista.

¿Pero no estamos ya compitiendo con este tipo de perfiles?

Hay una pugna, pero una cosa es el periodismo y otra, el contenido. Hay que diferenciar. En las redes sociales hay muchísimo contenido. Otra cosa es que sea contenido periodístico. No le quito valor. En el libro, por ejemplo, Rosental Alves, de la Universidad de Texas en Austin, dice que hay que aprender mucho de los influencers, de la manera en la que se comunican.

Una cosa es el periodismo y otra, el contenido. Hay que diferenciar. En las redes sociales hay muchísimo contenido. Otra cosa es que sea contenido periodístico

Los influencers tienen el mérito de tener la audiencia que han generado porque se les da un grado de credibilidad. Y el periodismo se basa en credibilidad. Es muy curioso que algunos medios hayan podido perder algo de esos atributos de credibilidad mientras los influencers han ganado credibilidad. Y esa credibilidad creo que la han conseguido por la manera de comunicar, por la cercanía, porque se ve a las personas que están ahí. Las personas tienen empatía con otras personas. El periodismo es quizá muy distante. Hay que hacer un esfuerzo por acercarse mucho más a la audiencia y por explicar más el trabajo y ser más transparentes.

Hay varias entrevistas con periodistas fueron reporteros en tiempos del terrorismo de ETA. ¿Cómo le marcó empezar esos años?

Me marcó para siempre. Cuando decidí estudiar periodismo era porque me gustaba muchísimo escribir y leer, tenía mucha curiosidad y me parecía que este trabajo iba a encajar mucho con todo eso que me gustaba.

Cuando empecé a trabajar en El Correo en 2000 en Bilbao el ambiente era tremendo, había un montón de atentados. Yo no cubría información política ni atentados, pero lo que veía en los compañeros del periódico era un compromiso brutal. Descubrí a personas que se guiaban por principios morales y un sentido de misión hacia la sociedad. Se me pone la piel de gallina al recordar... Sentía orgullo cuando leía el periódico, que ponía el foco en los abusos, en una sociedad increíblemente polarizada, con atentados y muertos. La gente no quería ni siquiera escuchar a las víctimas, y el periódico sacaba páginas y páginas de entrevistas con ellas.

Se trabajaba en unas condiciones horribles donde los periodistas sufrían hostigamiento brutal de un entorno durísimo. Recuerdo el día que mataron a Santiago Oleaga, que era el director financiero de El Diario Vasco. En El Correo, que es el periódico hermano, recuerdo las llamadas y todo el mundo descompuesto. Era la señal inequívoca de que le podía pasar a cualquiera. José Gabriel Mujika, entonces el director, cuenta en el libro que le habían intentado matar a él.

Y, sin embargo, en el periódico nadie bajó los brazos. El Correo y El Diario Vasco eran dos faros en una sociedad muy oscura donde no todo el mundo estaba donde tenía que estar porque había mucho miedo. Había mucha gente que miraba para otro lado.

'El Correo' y 'El Diario Vasco' eran dos faros en una sociedad muy oscura donde no todo el mundo estaba donde tenía que estar porque había mucho miedo. Había mucha gente que miraba para otro lado

Ahí descubrí que el periodismo era otra cosa, que esto no era solo que te gustaba escribir y disfrutabas leyendo. Había unos principios morales. Este trabajo al final te inunda la vida. Es un trabajo muy entregado. Si tu trabajo se rige por esos principios morales tan fuertes, no es un mal trabajo.

Pero el periodismo no siempre es épico. También es el día a día, y en la mayor parte de los casos se hace con honestidad y con moralidad.

¿Es el mejor momento para ser periodista?

Sí, si quitas la clave de la inseguridad económica. Las posibilidades que tiene el periodismo en Internet son tremendas en cuanto a creatividad y al impacto que puede tener el trabajo en un montón de gente… El trabajo puede alcanzar un nivel espectacular. 

Es un momento tan oscuro, tan turbulento, donde hay tanta opacidad, donde hay tantas corrientes siniestras que operan a escondidas de la sociedad que hay que destapar y estar vigilantes. Es un momento también tan convulso desde un punto de vista político, de polarización, que el periodismo puede contribuir a la sociedad de una manera determinante. 

Es verdad que son tiempos oscuros, pero el periodismo tiene que aportar algo de luz. Como dice José Precedo, las decisiones las van a tomar otras personas, no vamos a ser los que cambiemos la tarta, pero por lo menos que nuestra labor contribuya a hacerlo. El periodismo, al final, siempre es el camino.