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El Gobierno pide limitar los encuentros sociales para paliar los rebrotes avivados por la falsa seguridad y la relajación

Una camarera con mascarilla atiende a los clientes en una terraza de un bar

Marta Borraz

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Una cena en casa con amigos con los que recuperar el tiempo, un cumpleaños familiar en el que se juntan primas, tíos y abuelos. Son escenas ahora cotidianas que, tras meses de encierro, se repiten en la llamada 'nueva normalidad', y más en pleno verano. Pero muchas van acompañadas de abrazos, besos, poca distancia interpersonal, platos comunes o el destierro de las mascarillas. La confianza invita a bajar la guardia y merma la sensación de amenaza frente al coronavirus. Sin embargo, la realidad es que el riesgo sigue estando ahí. Los rebrotes en estos encuentros cercanos son uno de los tipos más frecuentes en un momento en el que la escalada de contagios ha obligado a España a tomar medidas coordinadas para intentar contener la curva.

Entre ellas, están la prohibición de fumar en espacios públicos sin distancia o el cierre de discotecas, pero, además, hay varias recomendaciones, ha explicado el ministro de Sanidad, Salvador Illa: la de limitar las reuniones a la unidad de convivencia y limitarlas a no más de diez personas; además ha recordado 'las tres M': mascarilla, metros (distancia) y manos (higiene). Los asociados a encuentros familiares y entre amigos son, junto a los brotes de ocio nocturno y en explotaciones agrarias, otros de los que destaca el ministerio. Según sus últimos datos, el ámbito social es el primer foco y llega a concentrar un 35% de los más de 800 brotes activos. De ellos, los denominados como 'reuniones familiares y fiestas particulares' llegan a aglutinar un 18,5% del total. Le siguen los que se han producido en locales de ocio (el 7%), que son menos en número absoluto, pero generan más positivos en proporción.

Los producidos entre familiares o grupos de amigos suelen ser más pequeños, normalmente de menos de diez personas –el 75% del total lo son–, pero las instituciones están alertando de su prevalencia: en la última semana la Conselleria de Sanitat de la Generalitat Valenciana ha cifrado en este origen el 48% de los nuevos registrados en la comunidad y en Andalucía suponen más de la mitad (el 56%). Los ejemplos recientes son numerosos: desde una barbacoa con amigos en Santander con cinco positivos a un cumpleaños en Alcalá de Henares o una comunión en Valladolid. Además, están los que se originan en un ámbito, pero se trasladan a otro, como el ocurrido hace unos días en una cena de amigos en Vimianzo (A Coruña) que se ha extendido a una empresa por haber acudido uno de los empleados. Sanidad les llama 'brotes mixtos' y, de acuerdo con los últimos datos, suponen otro 18% del total.

Con todo, los familiares y de amigos “son más controlables” y el rastreo de contactos, pieza clave para cortar las cadenas de transmisión, es más fácil, explica el expresidente y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), Joan Ramón Villalbí. Pero eso no quiere decir que no sean peligrosos, y de hecho, “juegan un papel no despreciable” en el mantenimiento de la transmisión del coronavirus: de los 9.200 casos asociados a los brotes activos, 1.100 se enmarcan en reuniones familiares y fiestas particulares. El experto cree que “no es fácil renunciar” a estos encuentros, pero “sí hay que procurar” hacerlo de la mejor forma. Por ejemplo, ahora en verano, dice, aprovechar para reunirnos al aire libre, limitar el número de invitados o tener muy en cuenta a las personas mayores, vulnerables y de riesgo.

“No por ser 'nosotros' estamos exentos”

Voces expertas alertan de que la cercanía propicia la relajación de las medidas, pero “no hay una lógica epidemiológica real en esa actitud”, explica Daniel López-Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública. El especialista explica que solemos pensar inconscientemente en que “como se trata de familiares o amigos no hay riesgo, pero eso no lo sabemos y, al contrario, la evidencia que estamos teniendo es que hay varios brotes asociados a estos espacios”. El hecho de que no haya ningún integrante del grupo que sea sintomático en ese momento no quiere decir que no pueda haber contagiados, advierten los expertos, porque pueden ser asintomáticos, que no hayan desarrollado síntomas aún o que estos sean muy leves.

La misma idea traslada Elena Martínez, vicepresidenta de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), que insiste en que las medidas de protección deben mantenerse en estos ámbitos en la medida de las posibilidades, algo en lo que es clave “no parar con la concienciación” desde las instituciones. En su opinión, el problema es que “al final uno se acaba acostumbrando a cierto nivel de riesgo”, a pesar incluso de la dureza de los meses previos, con miles de hospitalizados y fallecidos. “Muchas veces, y más si en tu alrededor no ha habido contagios, tienes la sensación de que la COVID-19 está ahí, pero empieza a crecer una sensación de que no pasa nada” tras la apertura a la vida social y económica, dice la epidemióloga.

A esa baja percepción del riesgo es también a lo que señala el psicólogo Jesús Linares y que, en muchos casos, se da con más facilidad entre la gente joven. Y apunta, además, a dos elementos: por un lado, la consideración de que “lo que estoy haciendo no va a afectar al resto de la sociedad, de alguna manera tendemos a extender la responsabilidad al colectivo, pero no a nivel individual”, y por otro, la generalización “de la percepción selectiva”. Es decir, la sensación de que estamos cumpliendo más o menos con las normas y cualquier información que contradiga eso, va a ser desechada.

Por eso, varios organismos han comenzado a iniciar campañas de recomendaciones para actuar en estos espacios. Es el caso de la Generalitat Valenciana, que con la idea “¡Qué ganas de reunirnos! Hagámoslo con precaución” ofrece varios consejos. Porque lo cierto es que renunciar al contacto social es un peaje que no es fácil pagar como sociedad, ni es saludable, explica Linares. “Después de todo lo que hemos vivido necesitamos relacionarnos y necesitamos el contacto humano. Es algo muy natural y a lo que en nuestra sociedad tendemos mucho, por lo que acostumbrarnos es complejo”. Todos los especialistas coinciden en que no es sencillo y que bajar la guardia es una reacción más o menos natural, pero “hay que tener puesto el chip en esto”, ilustra López-Acuña. El mensaje fundamental que hay que trasladar es que “no por ser 'nosotros' estamos exentos y libres del virus”, dice en referencia a la cercanía familiar y de amigos.

Pautas para las reuniones de la 'nueva normalidad'

La receta, al menos sobre el papel, está clara. Coinciden las indicaciones de la Generalitat valenciana y también las de la Organización Colegial de Enfermería, que a finales de julio inició una campaña con indicaciones sobre cómo comportarse y preparar las reuniones de la 'nueva normalidad' para minimizar el riesgo: entre ellas, elegir siempre que se pueda el aire libre, donde la posibilidad de transmisión es menor que en espacios cerrados, intentar mantener la distancia mínima de 1,5 metros entre no convivientes, saludar sin abrazos ni besos, lavarse las manos con frecuencia, reforzar la ventilación si es un lugar cerrado, o colocarse la mascarilla cuando no se está comiendo o bebiendo. En la mesa, también hay pautas. Lo ideal es que solo una persona la ponga, que no se compartan platos y que los vasos estén bien identificados para no mezclarlos.

Según explica Guadalupe Fontán, enfermera del Instituto de Investigación del Consejo General de Enfermería, es “muy común” que “nos pasemos objetos entre comensales, como la jarra de agua, la sal o el aceite”, algo que hay que evitar. O también que cada persona pique ensalada o entrantes, por ejemplo, con su propio tenedor. En estos casos, la recomendación es utilizar unos cubiertos de servir en platos individuales. “Sabemos que es difícil, pero estos brotes están jugando un papel importante. Debemos poder estar con familiares y amigos y verles, pero hay que tener en cuenta las medidas”, prosigue Fontán. Para favorecerlo, Linares desliza una última recomendación: “Quizás es buena cosa tenerlo hablado previamente y preparar la reunión porque creo que si dejamos que las cosas vayan surgiendo, hay menos posibilidad de que se cumplan las normas”.

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