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Raúl Rejón

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La cantera, inactiva desde hace 14 años, se ha convertido en un refugio impensable para las aves en Madrid. Inundado de agua tras el fin de las excavaciones en 2007, el hueco que dejaron treinta años de extracción de sepiolita en el este de la ciudad es ahora un santuario para cientos de especies, algunas amenazadas. Sin embargo, la perspectiva de apurar el yacimiento está a un paso de destruir esta burbuja verde. En un lado de la balanza, un estallido de biodiversidad. En el otro, mineral accesible por valor de casi 40 millones de euros.

La llamada laguna de Ambroz está dentro del municipio de Madrid. A unos 500 metros de un par de estaciones de metro y a 270 de los edificios de viviendas. Se formó al llenarse de agua esa cantera una vez expiró la concesión. Las aves descansan, medran y se alimentan. La vegetación ha crecido. Los insectos la sobrevuelan. Pero la empresa minera Tolsa, que no ha querido ofrecer su visión sobre este asunto, no renuncia a los miles de toneladas de material que, calculan, aún esperan en las vetas por debajo del lecho de Ambroz y sus alrededores. Tras casi tres lustros sin actividad, apenas queda un trámite administrativo para que consiga el permiso y reabrir la explotación. Se sacará el agua. La laguna desaparecerá y, con ella, la vida.

“Creemos que reúne los suficientes valores como para que se conserve como está”, comenta Alberto Remacha, técnico de SEO-Birdlife, al tiempo que camina, prismáticos al cuello, alrededor de la lámina de agua que cubre unas ocho hectáreas en el extremo oriental de la gran urbe. La Sociedad Española de Ornitología (SEO) está realizando un censo de especies para justificar que no vuelvan las excavadoras.

Materias primas vs ecosistemas

Ambroz ilustra una tensión constante entre la producción minera y la preservación ecológica. Una disputa que se ha visto acelerada en los últimos años en España por el resurgir minero que se está produciendo ante las nuevas demandas y la subida de precios internacionales. Casos como el proyecto de mina de uranio en Salamanca, el de litio en Cáceres, la reanimación del sector en Riotinto (Huelva), cuyo permiso ambiental tuvo que ser anulado por la justicia, o el finalmente rechazado plan de cobre en Touro (Galicia) vienen jalonando este proceso. Las nuevas tecnologías auguran más enfrentamientos de este tipo: la importancia de las tierras raras o los componentes de las baterías para la electrificación que precisa el fin de la era de los combustibles fósiles hará muy difícil escamotear este debate.

Pero, en la laguna madrileña, mientras Remacha cuenta cómo han sido las propias aves las que han llevado adheridos en sus patas los huevos de pez y otros animales de los que ahora se alimentan fochas, tarros, somormujos o ánades, una banda de gaviotas que descansa flotando en la laguna levanta bruscamente el vuelo. “¡Mira! Ahí tienes la razón: un aguilucho lagunero”. Se trata de una rapaz inscrita en el Catálogo Madrileño de Especies Amenazadas. “¿Lo teníamos?”, consulta. “No”. Es la 116ª especie diferente cuya presencia certifica SEO-Birdlife.      

La laguna de Ambroz se ha formado en la corta minera (el agujero creado por la excavación) que Tolsa realizó para sacar sepiolita, una arcilla especial utilizada como aislante de la que España es la única productora en la Unión Europea y Madrid su principal foco. Su concesión de treinta años expiró en 2007. La compañía quería seguir minando, pero el trámite de prórroga se ha prolongado al detectarse en el proyecto fallas que provocaban sucesivos “requerimientos de subsanación”.  

Con el pasar del tiempo, la corta se ha inundado. Con el agua llegaron las aves, que podían descansar. Y la vegetación. Y más fauna. Y depredadores de la fauna. Un ecosistema entero, surgido en un antiguo campo minero. Sin embargo, en 2019, la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid otorgó una declaración de impacto ambiental (DIA) favorable al proyecto. Ya solo queda la firma del departamento de Minas. En la resolución de Medio Ambiente se dice que el proyecto no invade ningún espacio natural protegido. En este caso, puede decirse que el espacio ha brotado.

Para la Consejería, el terreno es “una explotación ya en funcionamiento (…) que no ha recibido labores de restauración”, según la DIA. Esta declaración ha puesto una serie de condiciones para dar el visto bueno, pero no ha denegado el proyecto.

El objetivo de la minera Tolsa es reanudar la extracción de sepiolita. Apurar el yacimiento durante 11 años más. Estiman que todavía quedan 368.984 toneladas de mineral. Su plan consiste en sacar 33.544 toneladas al año, lo que equivale a un 5,86% de toda la producción anual media de España. Esa cantidad tiene un valor de 3,6 millones de euros, según los datos de la última Estadística Minera de España de la Secretaría de Estado de Energía.

La empresa asegura que su presupuesto total para extraer toda la sepiolita que queda en esta concesión ascenderá a 4,9 millones de euros. Esto es, 13,42 euros por tonelada. En 2018, cada tonelada de sepiolita se valoró en 107,7 euros. Con ese valor, el yacimiento ofrecerá a la compañía unos ingresos de 39,7 millones de euros. Las cuentas están claras: el agua tiene que sacarse para acceder a parte del mineral y utilizarla para otros menesteres mineros. La empresa considera la laguna una balsa que se rellena con el agua de lluvia que escurre hasta allí. Aseguran que el nivel freático está 35 metros por debajo del lecho de Ambroz.

“Tienen lo papeles, parece todo legal, pero no cabe en la cabeza que se pretenda permitir una explotación de sepiolita en el área metropolitana a estas alturas del siglo XXI, pero se mueve tanto dinero…”, analiza Mari Ángeles Nieto, de Ecologistas en Acción, organización que ha solicitado una revisión del procedimiento ambiental porque no se facilitó información pública sobre diversas modificaciones del proyecto.

Futuro suelo urbanizable

A esta laguna, nacida por accidente, se llega andando desde varias paradas de metro. Distan solo algo más de 500 metros en línea recta. El camino no es agradable porque la pista es transitada por camiones. Pero, al llegar al borde del agua, el panorama se transforma. En los taludes que creó la mina se han conformado colonias de avión zapador, un pájaro reconocido como “de interés especial”. También de abejarucos. Vuelan bandadas de jilgueros. Nada el pato colorado. En la media jornada en la que los miembros de SEO mostraron la laguna a elDiario.es, registraron 37 especies de aves.

“¿Qué es eso?”, pregunta el periodista. Aparece un telescopio para certificar un hallazgo: posado sobre unas ramas desnudas se dibuja un alcaudón real, otra variedad con la calificación oficial de “interés” en el Catálogo de Amenazadas. En el mismo rato sobrevuela un milano real. Esta especie está considerada como “vulnerable” en el listado oficial de la Comunidad de Madrid.

Los terrenos afectados por este proyecto minero, y donde se ha creado la laguna, “están clasificados urbanísticamente como 'suelos urbanizables no programados', por lo que en un futuro podrían precisarse usos que requirieran su edificación”, según certifica la DIA firmada por la Comunidad de Madrid. El Ayuntamiento de la capital ha avisado de que está iniciando la modificación del Plan General para esa zona.

Es decir, este documento valida que, una vez se abandone la explotación de sepiolita, esos suelos pueden ser urbanizados, si bien es cierto que no se ha decidido exactamente a qué se dedicarán específicamente estas hectáreas. Lo que sí es seguro es que, si se salvara la laguna, un buen pedazo de superficie habría dejado de ser urbano. De hecho, en 2018, el Ayuntamiento de Madrid aprobó promover la restauración y conservación de la laguna de Ambroz. La propuesta partía de una iniciativa ciudadana y tuvo el apoyo de todos los grupos políticos. El panorama ha cambiado mucho en solo tres años, pero de eso las aves no se han enterado.

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