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Nuevos datos sobre el papel de Rosalind Franklin: de víctima a codescubridora de la ‘doble hélice’ del ADN

Franklin y la famosa 'fotografía 51'.

Antonio Martínez Ron

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El episodio del descubrimiento de la estructura del ADN y la manera en que James Watson y Francis Crick se aprovecharon de los datos obtenidos por Rosalind Franklin es una de las injusticias más comentadas de la historia de la ciencia. Después de décadas de publicaciones sobre el tema, en el imaginario colectivo ha cuajado una pequeña historia de intrigas científicas en la que Franklin obtuvo mediante cristalografía la imagen clave sobre la estructura de la molécula (la famosa fotografía 51) y su colega Maurice Wilkins le traicionó enseñándosela a sus competidores. Como resultado, ellos obtuvieron la clave para adelantarse y hacer uno de los mayores descubrimientos de la historia de la ciencia.

Pero nunca nada es tan sencillo. Cuando se cumplen 70 años de la publicación del hallazgo en Nature, la misma revista publica un artículo de opinión que promete dar que hablar. Mientras trabajaban paralelamente en dos biografías sobre Crick y Watson, Matthew Cobb y Nathaniel Comfort se toparon con varios documentos perdidos que, a su juicio, aportan una nueva visión sobre el episodio. Según esta nueva información, sostienen, ni la famosa fotografía 51 jugó un papel relevante en el asunto, ni Franklin tuvo delante la información necesaria para atar todos los cabos, ni hubo una competición encarnizada entre los dos equipos, como pintó Watson. Es más, Cobb y Comfort sostienen que Franklin era “un miembro más del cuarteto que resolvió la doble hélice” del ADN.

“La historia que todo el mundo cuenta simplemente no es verdad”, explica Cobb a elDiario.es. “El origen de esa historia en el relato medio ficticio de Jim Watson en su libro La doble hélice, y lo sorprendente es que todo el mundo asume que es verdad, incluidas aquellas personas que son muy favorables a Rosalind Franklin y que piensan que sus datos fueron robados”. “El problema con eso es que lo que implica es que Franklin, que era muy inteligente y una excelente cristalógrafa, tuvo estos datos a mano durante meses pero no se dio cuenta”, añade. “Mientras que Watson, el genio, lo vio al instante. Es sorprendente cómo mucha gente que está del lado de Franklin repite esta visión completamente distorsionada”.

Los autores de este artículo de opinión —que no es estrictamente un artículo científico— se basan en el hallazgo de varias cartas entre los protagonistas que hasta ahora se habían pasado por alto y en el hecho de que Franklin no diera ninguna muestra de estar molesta por el supuesto robo de datos y compareciera meses después de la publicación del artículo en un evento de la Royal Society junto con Watson, Crick y Wilkins (con el que se llevaba a matar). “El programa de ese acto está firmado por los cuatro, todos reciben crédito, es presentado como un proyecto común, como de hecho fue, de alguna manera”, sostiene Cobb. “Aparecían como descubridores de la estructura del ADN. No estaban en una carrera ni estaban molestos, y no se veía como un robo o un comportamiento irregular como se presenta ahora, porque Franklin sabía que ellos tenían los datos”.

Un reportaje en un cajón

Para reforzar esta idea, los autores del artículo subrayan que en realidad la imagen de la estructura del ADN no les aportó nada nuevo, sino que fue más bien el acceso a los informes de Franklin, según ellos conocido por la cristalógrafa, lo que les ayudó a avanzar. Y otra de las pruebas de fuego, según Cobb y Comfort, es el hallazgo del borrador de un artículo que una periodista estadounidense iba a publicar en la revista Time, el reportaje para el que se hicieron las famosas fotos de los dos científicos con el modelo tridimensional del ADN. “Descubrimos un sobre de la revista que estaba dirigido a Franklin y dentro encontramos el borrador de un artículo que nunca se publicó”, relata Cobb. “Estaba escrito por una periodista científica estadounidense, Joan Bruce, en coordinación con Franklin y hay una serie de cartas en la que le pide que mire si la explicación científica está bien”. [La correspondencia se puede consultar aquí]

A juicio de los autores, el reportaje tenía abundantes errores de comprensión sobre el fondo científico del asunto, motivo por el que probablemente nunca se publicó. Pero a cambio contenía algo de gran valor: un relato de los hechos, supervisado por la propia Rosalind Franklin, que no casa con la historia de intrigas fabricada por Watson. “El artículo presenta el trabajo de dos grupos en igualdad, el de Franklin y Wilkins y el de Watson y Crick”, afirma Cobb.

“Pensamos que esto contrasta con lo que se cuenta de la carrera y el relato dramático de Watson de que se había hecho con sus datos. La realidad es bastante diferente”. En el texto, por ejemplo, la periodista destaca que aunque los dos equipos trabajaban de forma independiente, “se vinculaban, confirmando el trabajo de los demás de vez en cuando”. Los autores se preguntan cómo se recordaría hoy la historia de la doble hélice si el artículo de Bruce se hubiera publicado, debidamente corregido científicamente. “Desde el principio, Franklin habría sido representado como un miembro igualitario de un cuarteto que resolvió la doble hélice”, especulan.

El reportaje, que nunca se publicó, contenía un relato de los hechos supervisado por Franklin, que no casa con la historia de intrigas fabricada por Watson

Soraya de Chadarevian, profesora del departamento de Historia en el Instituto de Sociedad y Genética de la Universidad de UCLA, coincide con los autores en que es importante ir más allá del relato sesgado de Watson para interpretar lo que pasó. Como autora de un exhaustivo trabajo sobre la fotografía que acompañaba el artículo de Time recién recuperado (en la que Watson y Crick aparecen jugando con el modelo de ADN) le llama la atención que en un artículo supervisado por Franklin el material gráfico fuera una foto de los dos hombres. “Una imagen que contribuyó tanto a consolidar la fama de Watson y Crick”, señala. Por otro lado, apunta, “el hecho de que aparentemente Bruce no entendiera la ciencia muy bien, hace que no sea la más adecuada para juzgar las contribuciones de cada investigador en el descubrimiento”. Lo que no cree que hubiera sucedido, desde luego, es que la publicación del artículo hubiera impedido que Watson escribiera sus memorias y el impacto negativo que tuvieron sobre la figura de Franklin.

“Es un gran artículo y ofrece nueva evidencia para refutar la presunción de que el papel de Franklin en la elucidación de la doble hélice del ADN era completamente desconocido o fue pasado por alto”, asegura Angela Creager, profesora de Historia de la Ciencia de la Universidad de Princeton y otra de las especialistas que más ha estudiado la figura de la cristalógrafa. Uno de sus trabajos se centró precisamente en mostrar que después del episodio de la doble hélice, Franklin se dedicó a investigar los virus y siguió en contacto con los dos investigadores. “La correspondencia con Watson era cordial y con Crick desarrolló una amistad”, explica. En su opinión, los datos presentados en el nuevo artículo, junto con el hecho de que Watson y Crick dieran más tarde crédito a Franklin, “explica por qué en sus interacciones después de 1953 no hubo resentimiento”.

Un trabajo con doble lectura

Entre los otros especialistas consultados por este diario, hay diversidad de opiniones y cierto escepticismo hacia algunas de las afirmaciones que hacen los autores de este provocador artículo en Nature. “Me cuesta creer que esto sea un gran bombazo”, asegura María Jesús Santesmases, profesora de investigación del Instituto de Filosofía, del CSIC (CCHS) y coautora de una biografía sobre Franklin. “Creo que se vuelve sobre ella porque parece como si en el fondo la comunidad científica no terminara de creerse la importancia de su trabajo y su pericia en difracción de rayos X, pero su protagonismo no es cuestionable desde hace mucho tiempo”.

En la misma línea se manifiesta el historiador de la ciencia y académico de la RAE, José Manuel Sánchez Ron, quien tampoco considera que lo que aportan Cobb y Comfort sea revolucionario. “Creo que no cambia mucho lo que sabemos”, asegura. “Mi impresión es que, efectivamente, Franklin andaba cerca de la solución, igual que Pauling, y creo que si hubiera tenido tiempo probablemente habría llegado a lo mismo, pero la cuestión es que ellos llegaron antes. Manejaba ideas, pero no tenía la estructura tan clara como Watson y Crick”.

Para Miguel García Sancho, profesor investigador de la Universidad de Edimburgo especialista en historia y sociología de la ciencia, el mensaje que envía esta nueva visión tiene una doble lectura. “Por una parte sí parece que quieren rehabilitar la figura de Franklin y no presentarla como la víctima, pero al hacer eso en parte exoneran a Watson y Crick de haber discriminado a Franklin”, señala. “Yo estoy más de acuerdo con lo primero que con lo segundo. Sobre el comportamiento de Watson creo que todavía hay algunos interrogantes y que la historiografía sí ha hecho bien en cuestionarlo”.

Los autores quieren rehabilitar a Franklin, pero a la vez exoneran a Watson y Crick de haber discriminado a Franklin

Miguel García Sancho

La catedrática de genética de la Universidad de Barcelona, Gemma Marfany, considera que hay demasiadas pruebas sólidas sobre la “mala praxis” de Watson y Crick al hacerse con los datos de Franklin a sus espaldas como para desdeñarlos. “Yo no creo que demuestren que ella estaba de acuerdo, tan solo supo que habían visto sus notas y su reporte”, asegura. “Sí que es verdad que había habido intercambios de seminarios, pero esto es muy distinto”. Es el mismo punto débil de la argumentación que encuentra García Sancho. “En el artículo no acabo de ver del todo claro que ella estuviera al corriente de que estuvieran utilizando sus datos”, afirma. 

Soraya de Chadarevian también cree que el artículo tiene esta contrapartida. “Reivindicando que Franklin contribuyó en igualdad los autores pueden estar dejando de lado sin darse cuenta las claras dificultades que Franklin tuvo como una mujer en la ciencia en la década de 1950”, apunta. “Hay que subrayar que Watson no es inocente en cómo, a lo largo del tiempo, las contribuciones de Franklin no se mantuvieron en los relatos de la historia”, añade Angela Creager.

Camino de la restitución

En el lado positivo, Marfany considera que el artículo es una muestra de que “estamos camino de la restitución de Franklin”. Lluis Montoliu, genetista e investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), cree que el artículo confirma que Franklin “no era la científica a la que birlaron una foto, sino una investigadora que sabía lo que hacía y que entendía los resultados que obtenía”. Su deseo es que una de las parejas más famosas de la historia “Watson y Crick” se convierta a partir de ahora en un trío. “A partir de ahora deberíamos referirnos a ”Watson, Crick y Franklin“.... o quizás Franklin, Watson y Crick”, propone.

A partir de ahora deberíamos referirnos a "Watson, Crick y Franklin".... o quizás Franklin, Watson y Crick

Lluis Montoliu genetista e investigador del Centro Nacional de Biotecnología

En opinión de Cobb, parte del malentendido viene de haber dado por bueno el relato de James Watson, hoy denostado por su racismo y misoginia, quien sintió la necesidad de inventar una narración emocionante para explicar el descubrimiento. “Su libro es casi como el guion de una película de Hollywood”, apunta. “Watson retrató a Franklin de una forma grotesca y necesitamos reclamar su figura, no como la heroína trágica, sino como una persona en un grupo de cuatro que no siempre se llevaron bien, pero que hicieron sus diferentes contribuciones”.

Sobre esta visión de que los cuatro fueran un equipo hay serias dudas entre casi todos los especialistas consultados. De haber sido así, no habrían publicado sus artículos en Nature por separado hace ahora 70 años. En lo que sí coinciden es que sin el trabajo de Franklin no habría sido posible el descubrimiento. “Merece ser recordada no como la víctima de la doble hélice”, concluyen Cobb y Comfort, “sino como alguien que contribuyó de forma igualitaria a la solución de la estructura”.

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