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El portavoz de los obispos planea dimitir tras quemarse por la gestión de los abusos a menores en la Iglesia católica

El portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, en una imagen de archivo.

Jesús Bastante

en religiondigital.com —
2 de abril de 2022 22:06 h

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Los vaivenes públicos sobre las investigaciones de abusos en la Iglesia impulsan vientos de cambio en el staff católico español. El próximo miércoles, el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, acompañará a los cardenales Osoro y Omella a una reunión con el papa Francisco en la que, entre otras cuestiones, la cúpula episcopal rendirá cuentas a Roma por su gestión de los casos de pederastia. En los círculos episcopales se ve casi como una despedida de Argüello, marcado por sus intervenciones sobre los abusos a menores y que podría dejar pronto sus responsabilidades en la dirección de la Iglesia católica.

La delegación española al Vaticano llegará con las exigencias que las víctimas de pederastia plantearon al presidente de la Conferencia Episcopal y cardenal de Barcelona, Juan José Omella, escuchó en una reunión hace casi dos semanas.

Según ha podido saber elDiario.es, el obispo auxiliar de Valladolid será nombrado, con bastante probabilidad, sucesor del cardenal Blázquez como titular de la diócesis pucelana. Blázquez, que cumple 80 años el 13 de abril, ha rebasado en cinco la prórroga dada por el Papa tras presentar su renuncia, y se espera que su marcha se oficialice en los próximos días. Si, como parece, Argüello es el elegido, podría anunciar su dimisión durante la próxima Asamblea Plenaria de los obispos, que tendrá lugar a finales de abril, un año antes de que finalice su mandato.

Lo piensa “muy seriamente”

Si Argüello es nombrado responsable de una diócesis –Valladolid o cualquier otra– pensaría “muy seriamente” abandonar sus cargos de responsabilidad en la sede de la calle de Añastro, según confirman desde su entorno a elDiario.es. También añaden que estiman poco probable que dicho nombramiento se oficialice antes de Pascua, lo que haría que Argüello no tomara posesión hasta bien entrada la primavera. Eso haría imposible presentar la renuncia en la Asamblea Plenaria de obispos del próximo 25 de abril. Para sucesor, el mejor colocado es el obispo auxiliar de Toledo, César García Magán.

“Es la Plenaria quien lo eligió, y es la Plenaria quien tiene que aceptar su posible renuncia”, confirman, apuntando al único precedente conocido hasta la fecha, que fue la renuncia de Fernando Sebastián, en 1988, al ser nombrado arzobispo coadjutor de Granada.

El ascenso formal de Argüello se interpreta como la clásica patada hacia arriba de Roma, que premia con un ascenso el trabajo de Argüello en una dificilísima etapa en el Episcopado, pero a la vez frena las ansias de muchos de colocarle en la quiniela de nombres para suceder a Osoro o Cañizares en Madrid y Valencia. Y es que la meteórica carrera de Argüello se ha visto frenada por una pésima gestión de los casos de abusos, con sucesivos cambios de rumbo y sonoros patinazos en varias ruedas de prensa incluidos.

Frentes abiertos

Sea como (y cuando) fuere, Argüello dejará a su sucesor varios frentes abiertos. Tanto hacia afuera: el trato a las víctimas, la participación de la Iglesia en la 'comisión Gabilondo', el papel del bufete Cremades en la indagación católica o, en otro ámbito, la difícil relación con el Gobierno de Pedro Sánchez, como hacia dentro: las continuas luchas de poder entre dos y hasta tres sectores que pugnan por el control de la Casa de la Iglesia. Argüello, hombre de escucha y reflexión, ha tratado hasta la extenuación, sin mucho éxito, de conciliar a los extremos enfrentados. Se espera que, con su marcha, su sucesor pueda tener las manos libres para cambiar de equipo.

Otras de las derivadas de la posible marcha de Argüello está en la constatación, de que no habrá salida en bloque de los cardenales españoles. Tras la marcha de Blázquez, muchos daban por hecho que se daría a la par, al menos, las de Osoro y Cañizares. Algo que los hechos desmentirán, por lo menos en los casos de los cardenales de Madrid y Barcelona que, salvo catástrofe o escándalo mayúsculo, permanecerán en sus puestos, al menos, hasta que finalicen su mandato al frente de la Conferencia Episcopal, en la primavera de 2024. No así en el caso de Cañizares, que este mismo viernes también visitaba a Francisco. Algunas fuentes aseguran que fue para decir adiós.

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