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“Nosotros nunca progresamos”, los estragos de la lluvia junto a Buenos Aires

Una familia camina el pasado miércoles 16 de octubre por una calle anegada por el agua en el sector Esteban Echeverría, en Buenos Aires (Argentina).

EFE

Buenos Aires —

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Los aledaños de Buenos Aires, conocidos popularmente como conurbano, son una de las zonas con más densidad de población del país, en su mayoría formada por trabajadores que no pueden asumir un alquiler en la capital y que tienen que afrontar problemas como las recurrentes inundaciones.

Entre octubre y enero es la época de más lluvias, en la que muchos municipios sufren importantes inundaciones. En estos lugares son frecuentes las postales de familias viviendo en el techo de sus casas y vecinos saliendo en canoa a buscar provisiones, un problema del que algunos responsabilizan a la falta de obras de contención y de un plan urbanístico sostenible.

“Nosotros nunca progresamos”, afirma a Efe Héctor David Silva, vecino del barrio 9 de abril, en el municipio Esteban Echevarría, donde las lluvias que cayeron esta semana provocaron que en los hogares más afectados el agua llegue hasta el metro y medio de altura.

Al igual que otros muchos vecinos, Silva lleva varios días viviendo en el techo de su casa, con un plástico sobre su cabeza, desde donde vio cómo su casa, su camioneta y sus animales se cubrían de agua, y ahora acude al puesto de atención de la municipalidad a buscar “para un vecino” unos suministros que considera insuficientes.

“Jamás invirtieron en obras hidráulicas, que era lo necesario. Con dar mercaderías, un colchón o unas chapas no es la solución, creo que el intendente (alcalde) tiene que tomar conciencia de que lo que está pasando es grave, tiene 12 años de gestión y nosotros prácticamente estamos en el olvido”, agregó.

Su versión difiere con la que ofrece a la municipalidad, desde la que informaron a Efe que en los últimos años se avanzó en la construcción de un terraplén al borde del Río Matanza -que baña la zona- y se instalaron bombas hidráulicas que “evitaron que las personas que viven acá, que otros años estaban con el agua a la cintura o al pecho, se inunden”.

“En inundaciones previas teníamos hasta dos metros de agua, hoy el agua ahí no pasa de los 10 centímetros”, afirma portavoz del municipio, gobernado por el peronista Partido Justicialista.

En este barrio partícipe del conurbano -donde un 39,4 % de las personas viven bajo el umbral de la pobreza, frente al 14,3 % de la capital- se aplica a la perfección el viejo refrán que dice que “nunca llueve a gusto de todos”, y cada persona tiene su parte de verdad, a veces muy diferente a la de sus vecinos.

“Hicieron unos asfaltos de brea -destilado de alquitranes empleado en la construcción de carreteras- que pensaron que iba a mejorar algo pero hicieron unos asfaltos muy precarios, llenándose la boca que el barrio estaba progresando y nunca fue así”, cuenta Silva.

Las inundaciones de los últimos días se dan a las puertas del 27 de octubre, cuando se celebrarán elecciones presidenciales y para la gobernación de provincias como la de Buenos Aires, actualmente gobernada por María Eugenia Vidal, del mismo partido de Mauricio Macri, actual jefe de Estado.

Ambos optan a la reelección, aunque los candidatos peronistas llegan como claros favoritos, según todas las encuestas.

“No soy fan de ningún partido político, no me interesa porque no vivo de lo político, vivo de mi trabajo. Ver la situación que estamos, muy tristes, que es peor que una guerra, porque no tienes como defenderte contra el agua ni la naturaleza ”, concluye.

Si este barrio no progresa, al igual que muchos otros, no es por falta de experiencias, ya que las inundaciones se repiten con mucha frecuencia.

“Yo tengo 22 años, nacido y crecido acá, más de 10 inundaciones”, afirma Lucas Ayala a lomos de su caballo, en el que salió a buscar provisiones para la familia, que espera en el techo de su casa, ya que todavía no consiguió evacuarla.

“Pedimos un bote para sacar a la familia y no te lo dan, no te dan nada acá”, aseveró.

Muchas familias no pueden ser evacuadas, y otras tantas no quieren hacerlo, bien sea por arraigo o por miedo a que les roben sus pertenencias, y declinan subirse a los botes que operan funcionarios municipales y con destino a los centros de refugiados habilitados en varios “centros de día para niños”, por los que han pasado ya unas 400 personas de las 10.000 que viven en este barrio.

“La mayoría de las personas no se evacúan hasta que no tienen un metro de agua (en casa)”, agregó un funcionario.

El protocolo que está aplicando la municipalidad en la zona consiste en realizar primero un corte del suministro eléctrico cuando el agua supera los 50 centímetros y se reparten velas y “elementos para pasar la primera noche”, tras lo que se arma la logística para distribuir mercancía.

Cuando comienza a remitir el nivel de agua se reparten conjuntos de limpieza para subsanar daños y se produce a fumigar la zona, para evitar la aparición de mosquitos y otras especies contagiosas y permitir que poco a poco los vecinos retornen a su cotidianidad hasta que el agua, de nuevo, se cuele en sus casas.

Aitor Pereira

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