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El Papa se vacunará mientras algunos obispos coquetean con los ultras que ponían objeciones morales a los sueros

El arzobispo de Miami, Thomas Wenski, vacunándose

Jesús Bastante

en religiondigital.com —

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El Papa Francisco se vacunará en enero. Y lo hará con la vacuna comercializada por Pfizer, según desveló esta semana la Santa Sede. El Vaticano pondrá en marcha un plan de vacunación contra el coronavirus durante el primer trimestre de 2021, que permitirá que los 800 residentes y los cerca de 3.000 trabajadores del pequeño Estado pontificio queden inmunizados, y que Bergoglio pueda viajar, sin mayores problemas, a Irak en marzo.

Una decisión, anunciada por responsable de la Dirección de Salud e Higiene del Vaticano, Andrea Arcangeli, que apostó por “la inmunización generalizada de la población” como arma para “controlar la pandemia”.

La vacuna no será obligatoria, pero se ofrecerá “a todos los residentes, empleados y sus familias la oportunidad de vacunarse contra esta temida enfermedad”, confirmó el experto.

Los bulos ultras

Más allá de la anécdota, el hecho de que Bergoglio se vacune contra el coronavirus echa por tierra los movimientos de algunos sectores ultracatólicos, vinculados a los grupos negacionistas, que están argumentando que en algunas de las vacunas, especialmente la de AstraZeneca (pero también las de Pfizer y Moderna), se habían utilizados células procedentes de tejidos de abortos, lo que hacía “moralmente inaceptable” su uso.

Se trataba de un bulo, como, casi de inmediato, demostraron los laboratorios, echando por tierra cualquier problema ético. Sin embargo, algunos episcopados, como el polaco o buena parte del estadounidense, mostraron sus objeciones ante el uso de las vacunas anticoronavirus.

En España, el cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, hizo suyas estas tesis el pasado mes de junio, dando por hecho que al menos “una de las vacunas se fabrica a base de células de fetos abortados”, lo que calificó de “obra del diablo”. 

“Eso es despreciar al hombre mismo, primero se le mata con el aborto y después se le manipula”, expresaba en una homilía el prelado. Pocas horas después, la diócesis emitía un comunicado en el que se matizaba que Cañizares se había referido a “informaciones internacionales” publicadas, como un artículo de la revista 'Science' en el que se recoge que para diseñar la posible vacuna contra una enfermedad que ha matado ya a casi medio millón de personas “se han utilizado para su fabricación células humanas de abortos”.

“Rezo para que se encuentre pronto una vacuna contra el covid-19 y espero que avancen las líneas de investigación que no abran un dilema ético”, culminaba el prelado.

Vacunarse, un “deber moral”

Lo cierto es que el Vaticano no ve problema alguno en la vacunación, que se considera casi un “deber moral” para evitar nuevos contagios, incluso si pudiera tener un origen -más o menos difuso- en derivados de algún aborto.

En 2005, la Academia Pontificia de la Vida emitió una declaración en la que establecía “la legalidad de utilizar” estos preparados si no hay una alternativa, “en la medida necesaria para evitar un riesgo grave” para el conjunto de la población, aunque mantenía sus reparos a los “problemas morales” que suponía su producción.

En marzo de 2019, un año antes del estallido de la pandemia, el organismo vaticano señalaba que los católicos podían tener la “conciencia tranquila” porque “el uso de tales vacunas no significa ningún tipo de cooperación con el aborto voluntario”.

Así lo entiende el neocardenal mexicano, Felipe Arizmendi, quien aunque dijo preferir las que no tengan ese origen, aseguró que vacunarse “no es cooperar con el mal, con el aborto, sino cuidar la vida, que es un bien primordial. Es como una legítima defensa contra un virus agresor”. “Yo seré de los que acepten ser vacunados por una de estas vacunas, mientras no haya otras disponibles”, recalcó el purpurado.

“Un acto de caridad”

Este lunes comenzó la distribución de las vacunas contra el coronavirus en Estados Unidos, las producidas por Pfizer, Moderna y AstraZeneca, que han sido recibidas con cautela en algunos sectores católicos. Pese a ello, los presidentes de los Comités de Doctrina y Pro Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU. han emitido una declaración conjunta, en la que sostienen que vacunarse es “una responsabilidad moral”. De hecho, el arzobispo de Miami, Thomas Wenski, ha sido el primer obispo del mundo en vacunarse (con la de Pfizer).

“Recibir una de las vacunas COVID-19 debe entenderse como un acto de caridad hacia los demás miembros de nuestra comunidad. De esta manera, ser vacunado de forma segura contra COVID-19 debe considerarse un acto de amor al prójimo y parte de nuestra responsabilidad moral por el bien común”, escriben los prelados Kevin C. Rhoades y Joseph F. Naumann, que no obvian las “preocupaciones morales” de las mismas, especialmente en el caso de AstraZeneca.

Así, los obispos consideran las vacunas de Pfizer y Moderna “lo suficientemente serias como para justificar su uso”, a pesar de “su conexión remota con líneas celulares moralmente comprometidas”, y en vista “de la gravedad de la pandemia actual y de la falta de disponibilidad de vacunas alternativas”.

AstraZeneca, sólo si no hay otra opción

Sobre la de AstraZeneca, la “más comprometida moralmente”, los prelados recomiendan que “debe ser evitada” si hay alternativas posibles. “Puede resultar, sin embargo, que uno no tenga realmente una opción de vacuna, al menos, no sin un largo retraso en la inmunización que puede tener graves consecuencias para la salud de uno y la salud de los demás (...). En tal caso... sería permisible aceptar la vacuna de AstraZeneca”.

En todo caso, la Iglesia católica insta a los católicos del país a “estar en guardia para que las nuevas vacunas COVID-19 no nos desensibilicen o debiliten nuestra determinación de oponernos al mal del aborto en sí mismo y el subsiguiente uso de células fetales en la investigación”.

Toda la información en www.religiondigital.org

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