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La última propuesta sobre el cambio de hora en España: volver al sistema de 1996 y hacerlo en septiembre

Juncker llama a suprimir el cambio de hora en su discurso del Estado de la Unión

Daniel Sánchez Caballero

La culpa es de Finlandia. Aunque siempre ha habido ruido con el tema, el debate sobre el cambio de hora y los husos horarios –dos cuestiones diferentes, pero relacionadas de alguna manera– estaba bastante encauzado. Hasta que llegaron los finlandeses, propusieron suprimir el cambio de hora estacional de primavera y otoño porque a ellos no les aporta nada, la Comisión Europea lo aceptó y estalló la polémica.

Ante el revuelo que se originó, con amenaza de boicot por parte de países como Portugal, el responsable europeo, Jean Claude Junker, se echó atrás y pospuso la decisión hasta 2021. La cuestión está ahora a la espera de lo que decida el Consejo Europeo (formado por los jefes de Gobierno de cada país). Según explicó el pasado jueves en rueda de prensa en Bruselas Enrico Brivio, portavoz de la Comisión, si el Consejo lo aprueba, cada Estado tendrá que decidir si se queda en el horario de invierno o en el de verano.

Poco hay que decidir por el momento respecto a la postura de España, si se atiende al informe sobre el tema que emitió la Comisión de personas expertas para el estudio de la reforma de la hora oficial, aunque no es vinculante: “La propuesta es no producir ningún cambio precipitado en los husos horarios mientras no exista un consenso compartido”, acordaron los expertos. El Gobierno tampoco parece por la labor de suprimir el cambio horario.

Jorge Mira es uno de estos expertos. Defensor acérrimo del cambio de hora, para este catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Santiago ese debate ya está superado y es momento de plantear otra batalla: recuperar el cambio de hora en septiembre, poco después del equinoccio de otoño. Como estaba antes, por otra parte. Portugal, dice Mira, respalda esta propuesta.

“Saldría el sol a las 5 am en Catalunya”

La idea del cambio de hora es ajustar el reloj a la hora del amanecer, explica Mira, aunque se tengan en cuenta otras consideraciones (teóricas) como un supuesto ahorro energético. Históricamente, la humanidad se ha despertado con el sol. La invención del reloj cambió esta dinámica: las personas empezaron a despertarse y a empezar a trabajar a una hora fija. Y entonces el ser humano se desincronizó con la naturaleza. En verano, según dónde, podía darse el caso de que a la hora de despertarse el astro llevara varias horas asomado. Horas de luz desperdiciadas.

“El cambio de hora del equinoccio de primavera evita que en los seis meses siguientes el sol salga demasiado pronto. Si no se hiciera, en la costa catalana amanecería a las 5 am en junio”, empieza a explicarse. “Luego la Tierra empieza a deshacer ese camino y se va haciendo de noche cuando nos levantamos. Entonces hay que hacer el cambio de vuelta para devolver el sol a las mañanas. Y eso hay que hacerlo en el equinoccio de septiembre, que además es cuando cambian los días más rápido. En septiembre-octubre las mañanas están un poco oscuras, se parecen a las de diciembre”.

Esta propuesta en realidad no es revolucionaria. Es lo que se hacía desde 1981, cuando se aprobó la directiva que lo regulaba, hasta 1996, cuando la Comisión Europea revisó esa directiva, como hace cada cierto tiempo, y decidió unificar el cambio de hora, que hasta entonces no se realizaba a la vez en toda Europa. El problema, explica Mira, es que Bruselas optó por sincronizarse con Reino Unido e Irlanda en vez de obligarles a ellos a adaptarse al continente. Y hasta hoy. “No tiene mucho sentido”, opina el catedrático.

No está solo Mira en esta propuesta de vuelta. José María Martín-Olalla, profesor del departamento de Física de la Materia Condensada de la Universidad de Sevilla, explica que “la justificación para extender la hora de verano hasta final de octubre es que se trata de un mes relativamente cálido (...), por lo que podría ser bueno para el turismo, sector comercial, etc. Pero no tiene sentido vivir el estrés de arrancar [el día] de noche cuando hay 11 horas de luz”, según declaró a Europa Press.

Y, ya puestos y aprovechando que el factor que provocó que el cambio de hora se retrasara un mes va a desaparecer del mapa político europeo (Gran Bretaña), ¿qué mejor momento para deshacer el cambio que el Brexit?, se preguntan los expertos.

Portugal lo probó todo

Contra quienes recelan del cambio horario –los argumentos son conocidos: el malestar personal que causa el cambio en sí durante unos días, el supuesto ahorro energético que lo justifica no está demostrado, en verano anochece muy tarde y se dificulta conciliar el sueño, etc.–, Mira explica el caso de Portugal: “Empezaron a hacer el cambio de hora hace un siglo y han probado todo. Han puesto cambio estacional, lo han quitado, se ha puesto horario de invierno, de verano, han probado el huso español... Todo fue una locura y concluyeron que lo mejor es el cambio estacional de hora. No de una manera teórica, a base de prueba y error”, ilustra.

Mira explica que, en el supuesto de que no se cambiase la hora y hubiera que elegir, ni el horario de invierno ni el de verano son óptimos en España. “Con el de verano, en Galicia estaría amaneciendo entre las 9 y las 10 de la mañana cuatro meses al año. Con el de invierno, en Catalunya lo haría entre las 5 y las 6 de la mañana también durante cuatro meses”, cierra.

En paralelo al debate sobre el cambio horario se suele plantear el del huso en el que está España. No son lo mismo, pero de alguna manera ambos se retroalimentan. España actualmente está en UTC+1 (la denominación GMT está obsoleta aunque se siga usando), que pasa a ser UTC+2 en verano. Pero, geográficamente, a nuestro país le correspondería –si es que tal cosa existe– estar en una hora menos. Esto provoca que los españoles a menudo pensemos que hacemos una vida tardía respecto a nuestros vecinos europeos y hay quien aboga por cambiarnos de huso y pasar al de Portugal y Reino Unido, más alineado en teoría con nuestra situación en el globo (el meridiano de Greenwich pasa por Castellón, lo que deja prácticamente toda España situada sobre el huso horario anterior al que realmente utilizamos). ¿Deberíamos cambiarnos a nuestro huso?

“El planteamiento está viciado de partida”, expone Mira. “Los husos solo son franjas que utilizan los países como referencias, nada más. Al final, las sociedades saben lo que hacer respecto al sol. Si tú pones un palo en la puerta de tu casa y te fijas en la sombra que proyecta a la hora de comer, verás que es exactamente igual que la sombra que le proyectaría a un señor de Milán. Da igual el número [la hora] que ponga al lado, eso es solo una referencia. En mi casa en verano se come a las 14.15 o así. Un italiano, a las 12.15. Es lo mismo”, expone.

Además, el catedrático desmiente una teoría muy extendida: es que en verano anochece muy tarde. “No es cierto, lo hace prácticamente a la vez que en Bruselas y Centroeuropa. La Tierra no está recta respecto al Sol y la línea que separa noche y día recorre el eje Alemania-Francia-España. El 1 de julio se pone el sol más tarde en París que en Madrid”.

Y cambiar de huso no es tan fácil. Hacerlo sí. Pero adaptarse, no. “La sociedad tendría que cambiar en su cabeza las marcas horarias, y dudo que una sociedad moderna anclada por el reloj pueda hacerlo porque la gente tiene esas escalas en la cabeza. Los portugueses han demostrado que es un peligro”, advierte. Y cierra con una reflexión: “Lo dijo el Comité Económico y Social europeo: si estos cambios se aplican y no funcionan, una marcha atrás sería inimaginable”.

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