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La comodidad de Google o el reto del sistema propio: el cierre de clases fuerza el debate sobre la digitalización de las escuelas

Una clase vacía.

Carlos del Castillo

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“Nosotros ahora mismo nos encontramos en una situación privilegiada”, afirma Javier Pariente, el director del colegio público Maestro Rodrigo, de Aranjuez (Madrid). Sus clases están vacías desde el miércoles, cuando la Comunidad de Madrid decretó el cierre de los centros educativos de la región para frenar el avance del coronavirus. El pasado lunes cerraron todos los centros educativos de todos los niveles y miles de profesores, especialmente de primaria y secundaria, se enfrentaron al dilema sobre cómo continuar con sus programas de enseñanza sin ver a sus alumnos ni poder reunirlos en un solo espacio. No es así en el Maestro Rodrigo.

Este colegio, con alumnos desde los 6 a los 16 años, implementó hace años GSuite for Education, el paquete de herramientas digitales para escuelas de Google. Este incluye varios sistemas de comunicación y videollamadas, edición de documentos compartidos, administración de tareas o almacenamiento en la nube, entre otros. Se trata de una versión gratuita de un producto de pago que la multinacional ofrece a las empresas.

“Para nosotros la adaptación a esta situación ha sido realmente sencilla”, continúa Pariente en conversación con eldiario.es. “No es lo mismo que tenerlos aquí, no nos engañemos. Pero que ellos estén acostumbrados a hacer Hangouts [sistema de mensajería y videollamada de Google] y a trabajar en herramientas colaborativas nos permite tele-enseñar mucho más fácilmente”.

Paloma Ruiz es la profesora de Ciencias de 5º de primaria (niños de 10 años) del colegio. “La ventaja es que nosotros ya utilizábamos todas estas herramientas”, expone: “Normalmente grabamos una clase y se la mandamos. Su tarea es visionar ese vídeo en casa, y en clase lo que hacemos es practicar y poner a prueba esos conocimientos. Están acostumbrados a recibir una clase en casa y trabajar en el aula. La única diferencia es que ahora también tienen que trabajar en casa y las correcciones no son tan dinámicas”, continúa la profesora.

“Ellos saben que todo lo que escriben se queda ahí”

“GSuite tiene una gran ventaja y es que es gratuito. Pero para nosotros hay una cosa muy importante y es quién es el propietario de los datos. Somos nosotros, el colegio. Si la herramienta no cumpliera con esta exigencia no la aceptaríamos, ni ninguna otra”, asevera el director del Maestro Rodrigo.

El colegio cumple este 2020 una década de vida y acoge a 1.000 alumnos. Sobre sus pupitres ha habido desde el principio más ordenadores portátiles que libros. Hasta quinto de primaria son suministrados por el colegio. A partir de ese curso, los estudiantes cuentan con un Chromebook (ordenadores portátiles especiales para funcionar con GSuite de Google) que cada alumno debe adquirir por su cuenta por unos 300 euros. “Es una inversión, les sirve para varios años”, defiende Pariente.

Director y profesores insisten en que la privacidad digital de los alumnos es un punto central en el programa educativo del colegio. No solo por el uso de herramientas de Google sino por su actividad en las redes sociales y el resto de sistemas digitales. “Ellos saben que en la red todo permanece. Que todo lo que escriben se queda ahí y que es muy difícil de borrar y que desaparezca”, explica el director. “Se les enseña que los ordenadores y los programas son herramientas de trabajo y podemos controlar todo lo que hacen en ellos”, añade la profesora de Ciencias.

Eso sí, no hay opción para las familias que prefieran que sus hijos no estén expuestos a las herramientas de una gran multinacional toda su infancia. “Este es nuestro proyecto educativo. Los padres conocen nuestra metodología antes de matricular a sus hijos en el colegio. Si no les gusta, pueden optar por otros centros. De todas formas, es un problema que no se nos ha presentado nunca”, afirma Pariente.

Google, colegios y privacidad de los menores

El terremoto que el coronavirus ha provocado en el sistema educativo español ha intensificado el debate sobre el creciente de peso de Google en las aulas. “Hay una enorme incertidumbre con lo que pasa con los perfiles de los niños cuando salen de la escuela”, avisa Manuela Battaglini, abogada especializada en protección de datos y ética de los datos. “Los niños terminan teniendo una relación de cliente con una gran empresa comercial y los padres no pueden oponerse”, recalca.

La experta, directora de la consultora Transparent Internet, detalla que varias autoridades europeas, como la suiza o la noruega, han expresado sus dudas acerca de la presencia de Google en las escuelas. Asegura que esto permite a la multinacional inferir “cuadros de ansiedad, dislexia, problemas en casa o dificultades de aprendizaje” de cada alumno. También “qué religión profesa, su raza, cuál es el nivel socioeconómico de su barrio o si tiene tendencias suicidas, si está sufriendo acoso, un desequilibrio emocional, depresión, si es un superdotado o si es un líder (positivo o negativo)”.

Google lo niega. “Solo utilizamos los datos para dar servicio a las herramientas que ofrecemos, pero no los almacenamos ni usamos para elaborar perfiles comerciales ni de ningún otro tipo”, asegura Marc Sanz López, jefe de Google for Education para el sur de Europa, oriente medio y el norte de África. “No es que lo diga yo, es que está en todos los contratos. Si comercializáramos los datos o les mostráramos anuncios sería una manera clarísima, una absoluta autopista, para perder la confianza de los usuarios. Eso es algo que no nos podemos permitir”, asevera en conversación con eldiario.es.

La pregunta es obvia: ¿qué gana Google ofreciendo sus productos gratis a las escuelas y si renuncia también a recopilar datos personales? “Hay que entender que Google es una compañía americana y que allí hay una expectativa social de que cuando una empresa tiene éxito, este revierta en la sociedad. Sobre todo en educación, porque allí es muy cara. Desde que Google empezó a lanzar este tipo de herramientas, en 2006, se decidió que fueran gratuitas para los colegios y universidades públicas”, responde Sanz López.

El jefe de la división de Educación de Google explica que las cuentas de GSuite que los alumnos utilizan están programadas para no recibir ningún impacto publicitario en ninguna de las herramientas de la multinacional. Tampoco en las que no están diseñadas para estudiantes, como su buscador o Google Earth. Cuando acaban su periodo en la escuela se borran y deben pasar a usar unas nuevas con las mismas características que las que rigen al resto de usuarios.

No obstante, existe una ventaja intrínseca en el hecho de que los colegios usen los productos de Google y no de la competencia en la alfabetización digital de los menores. “Cuando la gente conoce una herramienta y le gusta, es más fácil que la utilice en el futuro. Nos parece algo sano. Pero esa no es una manera de monetizar GSuite for Education, sino simplemente de dar a conocer los productos”, asegura Sanz López: “Somos conscientes de que hay un beneficio colateral, pero esa no es la razón por la que estamos en educación”.

Google no revela cuántos colegios españoles usan sus herramientas, decisión que suele correr a cargo de la dirección del centro. Sin embargo, Sanz López asegura que es una cifra “moderada”.

Un sistema propio, la alternativa a las big tech

Numerosos profesores se han lanzado a los productos de colaboración en la nube de Google para intentar mantener una relación con los alumnos lo más fluida posible. Microsoft también ha ofrecido sus herramientas a los centros de manera gratuita ra raíz del cierre de clases por el coronavirus. El Gobierno ha recordado a las comunidades que cuentan con los recursos del Cedec (Centro Nacional de Desarrollo Curricular de Sistemas no Propietarios) a su disposición, aunque estos se encuentran muy lejos de las herramientas de Google o Microsoft.

Al igual que en el teletrabajo, será difícil para la comunidad educativa salir airosa de este periodo de tele-estudio si no contaban con una buena digitalización previa. Un ejemplo a seguir en este sentido, apunta Manuela Battaglini, es la experiencia de la Generalitat Valenciana, “la única región de Europa que protege la privacidad de sus estudiantes en los colegios públicos a través de herramientas y plataformas de código abierto”.

Las herramientas de código abierto se basan en la transparencia, ya que cualquiera puede revisar su código y fiscalizar cómo funcionan. Valencia desarrolla las suyas desde hace más una década. “Tenemos dos familias de software para Educación”, explica a eldiario.es José Luis García, responsable de la Dirección General de Tecnologías de Información y Comunicación (DGTIC) de la Generalitat. “Una está basada en software libre, sobre el que luego nosotros desarrollamos nuestras propias herramientas; y otra que es software propietario, programas que diseñamos nosotros a medida nosotros y cuyo código fuente es de la Generalitat”, abunda.

Google ofrece sin coste sus productos a los colegios. En cambio, el programa de tecnología propia valenciano se sostiene sobre 12 trabajadores públicos más un contrato público de 750.000 euros al año de soporte externo. A cambio, “todos los datos se quedan bajo el perímetro de seguridad de los servidores de la Generalitat”, expone García.

El director de la DGTIC expone que tienen herramientas paralelas a las de Google y el resto de multinacionales tecnológicas en prácticamente todas las áreas, excepto la nube y la edición de documentos de forma colaborativa. “Ese tipo de cosas Google las tiene muy desarrolladas. Posiblemente nosotros podamos tenerlas en un futuro, pero vamos a un ritmo en el que no podemos seguir a Google, eso obviamente es imposible”.

Los programas que utiliza la Generalitat Valenciana: Lliurex como sistema operativo. Aules, basado en Moodle, como aula virtual. Mestre, basado en Liferay, como gestor de contenidos. Portaledeu con WordPress, como editor de documentos. Avalua basado en TaoTesting, para exámenes y test. LimeSurvey para encuestas. Salt como traductor de valenciano, basado en Apertium.

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