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La “herencia” de Stroessner son “30 años de impunidad” según Martín Almada

La "herencia" de Stroessner son "30 años de impunidad" según Martín Almada

EFE

Asunción —

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La “herencia más grave” que dejó en Paraguay la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) ha sido la “impunidad” para los torturadores del régimen, que ha imperado durante los 30 años de democracia que este fin de semana cumple el país, observó a Efe el activista por los derechos humanos Martín Almada.

Almada, de 82 años, Premio Nobel Alternativo y torturado por la dictadura, explicó que dicha impunidad, que para las víctimas “quiere decir tortura”, fue establecida por el Ejército “que dio el golpe” en 1989 contra el dictador, pero que mantuvo “todo el sistema”.

Un orden político y económico encarnado, según Almada, en una “alianza maldita entre el Ejército, el Partido Colorado (actual gobernante) y las empresas” que, “en la práctica significa más corrupción y más represión”.

Almada, antiguo maestro de escuela, hizo esas reflexiones durante un recorrido por el Museo de las Memorias de Asunción, emplazado en uno de los centros de tortura en los que fue recluido.

Relató que fue detenido porque era considerado un “terrorista intelectual y un maestro subversivo”, cuyo delito fue plantear la necesidad de un “salario digno” para los docentes.

Un compromiso al que también se adhería su esposa, la maestra Celestina Pérez, también arrestada.

Ambos fueron llevados a ese centro, según Almada, para ser liquidados “porque nosotros estábamos aplicando en el terreno” una “educación libertadora” para “despertar a los dormidos y organizar a los despiertos”.

Una educación enfrentada a la que promovía el régimen de Stroessner y que a juicio de Almada “sigue igual”: orientada para generar “miedo”, en lugar de promover la “conciencia crítica” de los ciudadanos.

Tras su detención, Almada fue conducido a la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos, en el actual del Museo, donde le “hicieron de todo”.

Recordó que en una de las dependencias le “torturaron de manera bruta” y en otra “de forma más científica”, con las técnicas enseñadas por Estados Unidos en la Escuela de las Américas.

Mientras, a su esposa “le hacían escuchar mis llantos y mis alaridos” durante las torturas y “un día le reventó el corazón” y “murió por falta de atención médica”.

Días después comunicaron a Almada que su mujer “se había suicidado”, explicó, y añadió que, aunque “hace 40 años que mataron a mi esposa, eso sigue impune, ¡totalmente impune!”.

Para Almada, encarcelado y torturado por el régimen entre 1974 y 1977, “la huella fundamental” que le dejaron esos tres años es la “decepción, la frustración, la impotencia y la rabia de ver tanta injusticia (y) tanta mentira”, en un Estado incapaz de ofrecer justicia a las víctimas tres décadas más tarde.

Sus vivencias le llevaron a presentar en 1989, tras la caída de Stroessner, una “querella criminal” contra él y contra “sus cómplices y encubridores”.

Pero dos años después la querella quedó “cajoneada hasta hoy día” por un juez, ya que todavía “en los juzgados están los nostálgicos de la dictadura”.

Una impunidad que se mantuvo incluso tras el descubrimiento, por parte de Almada, de los “Archivos del Terror” en 1992, que documentan las acciones represivas de la dictadura stronista y su coordinación con las de los regímenes militares del Cono Sur y Estados Unidos, sistematizadas en el Plan Cóndor.

En esos miles de documentos, el activista encontró con “nombres y apellidos” a sus torturadores y los de su esposa.

Pero denunció que “ninguno de ellos fueron condenados” porque “son intocables” y actualmente “la mayoría se están muriendo”.

Según anunció en 2015 la Coordinadora de Organizaciones de Derechos Humanos de Paraguay, de las 448 personas, cuya vinculación directa con la represión stronista está constatada, sólo 8 fueron procesadas entre 1999 y 2008.

A pesar de las torturas que sufrió y de que no apreció “arrepentimiento” en los responsables, Almada aseguró que durante estos 30 años algunos de esos torturadores fueron “a mi casa a decirme que no pueden dormir porque les viene encima todo” lo que hicieron.

A los que responde: “que confiesen eso a un juez”, algo que nunca se ha producido porque, dijo, “la segunda piel del paraguayo es el miedo”.

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