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The Guardian en español

Elecciones en Canadá: el progresista Trudeau necesita mantener la fe de los jóvenes para ganar

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.

Leyland Cecco

Toronto —

En los anteriores comicios, Justin Trudeau consiguió desmarcarse de otros políticos en unas elecciones dominadas por la estigmatización y los comentarios racistas. En un país donde los ciudadanos estaban cansados de diez años de gobierno conservador, el líder progresista de Canadá les pareció una alternativa prometedora y positiva. El hecho de que Trudeau se negase a jugar a la vieja política sucia, en claro contraste con los veteranos políticos con los que competía, motivó a los votantes más jóvenes, que fueron a votar en un porcentaje récord.

“Buscábamos a un líder con el que identificarnos”, explica Aisha Pedican, una realizadora de cine que era una veinteañera en las pasadas elecciones. “Recuerdo que pensé ‘la voz de este chico es juvenil, puedo identificarme con él’”, añade.

Pedican recuerda la ilusión que generó la candidatura de Trudeau en 2015. Se trataba de un candidato que hablaba con orgullo de su programa progresista y que prometió luchar contra el cambio climático, recomponer la tensa relación con las comunidades indígenas del país, adoptar medidas para el reasentamiento de los refugiados sirios y una forma distinta de hacer política.

Sin embargo, cuatro años más tarde, la ilusión que en su momento rodeó al primer ministro ha dado paso a la frustración y a la apatía. Este lunes se celebran elecciones generales en Canadá y Trudeau ya no tiene las cartas que le sirvieron para ganar la partida en la campaña anterior.

Como primer ministro ya no puede presentarse como el candidato ajeno a la élite política y que promete sacudir el país para mejorarlo. Por otra parte, ha dejado de ser el candidato más joven. El impresionante ascenso de Jagmeet Singh, líder del Nuevo Partido Demócrata, amenaza con quitarle votantes jóvenes cuando más los necesita. El brillo progresista [que Trudeau exhibió en la campaña anterior] se ha vuelto mate y desgastado, y a pesar de que en el último momento Barack Obama lo ha apoyado públicamente, lo cierto es que el primer ministro lucha por su supervivencia política.

Según las encuestas, Trudeau obtendría los mismos resultados que su rival conservador, Andrew Scheer. A pesar de que durante semanas los dos candidatos han recorrido el país de punta a punta con el objetivo de compartir su programa con los ciudadanos, ninguno de los dos ha conseguido convencer a los votantes. Ante la posibilidad de perder la mayoría parlamentaria, el primer ministro se ha visto obligado a pasar al ataque y ha intercambiado críticas tanto con Scheer como con Singh. Sin embargo, y según Shachi Kurl, director ejecutivo de la empresa de encuestas Angus Reid, esta estrategia –muy alejada de la campaña anterior, en la que se presentó como un candidato alegre y conciliador– podría alejarlo de los votantes. Si Trudeau quiere ganar las elecciones del 21 de octubre, necesita desesperadamente motivar a los millennials como Pedican que en los comicios de 2015 fueron a votar de forma masiva.

“Las campañas basadas en la negatividad pueden tener el efecto de acelerar el cinismo y hacer bajar la participación”, señala Kurl, que indica que el optimismo de Trudeau ha quedado completamente borrado en unas elecciones dominadas por los ataques personales y la falta de un debate en torno a medidas y políticas que puedan transformar el país.

“Y lo que todavía es más trágico, [Trudeau] no ha estado a la altura de sus promesas sobre ética y una forma distinta de entender la política”, lamenta Kurl. Con esta afirmación hace referencia al reciente escándalo [revelado por la revista Time], al publicarse una fotografía en la que el político aparece con la cara pintada de negro y a un informe de un comité ético que considera que Trudeau vulneró la ley cuando intentó impedir una investigación en torno a una gran empresa de ingeniería acusada de haber cometido delitos de fraude y corrupción.

Singh, que ha protagonizado una campaña rotundamente optimista y que a menudo ha tenido que lidiar con incidentes profundamente racistas, todavía complica más la situación de Trudeau. En sus inicios, la candidatura de Singh, la primera persona racializada que lidera un partido nacional en Canadá, tuvo que hacer frente a varios tropiezos, entre ellos el la salida de algunos destacados legisladores del partido. Sin embargo, tras haber intervenido con éxito en algunos debates ha conseguido destacar en las encuestas. También ha conseguido algo que parece estar fuera del alcance de Trudeau: inspirar a los votantes jóvenes con una promesa de cambio.

En una reciente visita a Toronto para hacer campaña, Singh posó para los fotógrafos mientras se abría paso entre la multitud para llegar a un escenario improvisado.

“Juntos podemos construir un futuro mejor. No estamos ante la encrucijada de tener que elegir la opción menos mala. No tenemos que conformarnos con menos”, dijo entre vítores. “Pedid a vuestros amigos, a vuestros vecinos, a vuestras familias que se atrevan a tener grandes sueños, porque os lo merecéis”.

En cambio, Trudeau se ha visto obligado a dejar atrás su ambicioso discurso de 2015 y dirigirse a sus votantes de centro; dando la espalda a los que lo apoyaron en su campaña anterior.

“Muchos de nosotros pensamos que era un político diferente y al final nos ha decepcionado, o prácticamente nos ha mentido”, indica Rayne Fisher-Quann, una joven activista de Vancouver que tiene 18 años y que votará por primera vez en estas elecciones nacionales. “Parece que está actuando, especialmente si te fijas en las grandes discrepancias que hay entre lo que dice y lo que hace”. Enumera una lista de decepciones: la nacionalización del polémico proyecto de oleoducto Trans Mountain con el objetivo de garantizar su construcción, a pesar de las críticas de los defensores del medioambiente y de algunos pueblos indígenas, su decisión de expulsar a dos diputadas y exministras del partido y su incapacidad de mejorar la tensa relación del país con las comunidades indígenas.

En opinión de la joven, estas promesas incumplidas hacen que perciba a Trudeau como un político que “actúa y se hace el progresista” para atraer a los votantes jóvenes.

En los últimos días de campaña, el primer ministro ha invocado constantemente el lema “Choose Forward” (elige ir adelante), con la advertencia de que dar el voto a cualquier otro partido allana el camino a un gobierno conservador.

Para votantes como Pedican esta estrategia puede funcionar. “Entiendo que los cambios son lentos y se necesita tiempo para impulsarlos”, indica. “[Trudeau] no es el candidato ideal pero prefiero que sea él y no Andrew Scheer el que gobierne”.

Si, como está previsto, ni los liberales ni los conservadores obtienen suficiente votos como para lograr una mayoría en la Cámara de los Comunes, todos los partidos, incluido el partido de los Verdes y el separatista bloque quebequés, podrían resultar clave en las negociaciones poselectorales.

Y aunque los sondeos advierten de que una división del voto de izquierdas podría allanar el camino para una victoria de los conservadores, la idea de votar estratégicamente suele ser un anatema para una generación que rechaza el status quo de la política.

Para los que no están dispuestos a perdonar las promesas incumplidas del primer ministro, Singh y los Nuevo Demócratas –que podrían tener mucho poder si se da un gobierno en minoría– son percibidos como una alternativa atractiva.

“En estos momentos muchas personas, especialmente los más jóvenes, no tienen grandes esperanzas”, indica Fisher-Quann. “siempre resulta reconfortante ver cómo un candidato es capaz de devolverles esa esperanza y transmitirles que su opinión también cuenta”.

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