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The Guardian en español

Revolución arquitectónica en Vancouver para crear un barrio indígena en una zona de la que fueron expulsados hace 100 años

Imagen del proyecto de construcción del barrio Senakw.

Matthew Halliday

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A primera vista, la zona desocupada y cubierta de maleza que hay bajo el puente de la calle Burrard, en Vancouver, es el ejemplo perfecto de rincón abandonado que puede encontrarse en cualquier ciudad del mundo: unas cinco hectáreas de antiguos terrenos del ferrocarril por las que decenas de miles de personas pasan en coche todos los días. Pero no es un espacio infrautilizado cualquiera. Hace más de cien años, en ese lugar vivían decenas de familias Squamish, antes de que las autoridades provinciales destruyeran lo que era una de las reservas indígenas más pequeñas de Canadá.

El lugar está a punto de renacer, aunque con una forma radicalmente diferente. El pasado diciembre, un 87% de la Nación Squamish aprobó en referéndum la construcción de un nuevo barrio llamado Senakw, en honor al nombre de la aldea desplazada, que tendrá 11 torres, 6.000 viviendas y más de 10.000 residentes y podría convertirse en la expresión más importante de presencia indígena en las ciudades canadienses.

“Queremos que nuestra gente regrese a esa parte de nuestro territorio”, dice Khelsilem, consejero de la Nación Squamish. “Los que están detrás de las nuevas viviendas son personas que a menudo quedan fuera de la toma de decisiones, y esta es una comunidad marginada que está diciendo: 'Así es como creamos valor para nuestra nación y para todos”.

Hay pocas reservas de Primeras Naciones en zonas tan urbanas y céntricas de Canadá como esta. Su ubicación privilegiada ha permitido a la Nación Squamish beneficiarse de las normas locales de edificación en la ciudad. El plan es comenzar a construir en 2021. Con más de 1.200 viviendas por hectárea, la densidad alcanzará los niveles de Hong Kong, algo que se autoriza en este caso porque Senakw se edificará en terrenos de la reserva, de jurisdicción nacional y no municipal. Eso también permitirá que solo haya aparcamiento para el 10% de los apartamentos, en vez de uno por vivienda, como exige la ciudad.

Los edificios renunciarán al diseño 'torre sobre plataforma' que se ha convertido en marca registrada de la arquitectura de Vancouver. Con hasta 56 plantas por encima de los barrios bajos de las inmediaciones, serán torres altas y esbeltas que dejarán más espacio público en la base. 

Larga pelea en los tribunales

Según Jordan Stanger-Ross, profesor de historia en la Universidad de Victoria (British Columbia), Senakw pondrá en cuestión el prejuicio de muchos canadienses que consideran incompatible lo indígena y lo urbano. “En los comienzos de la historia de Vancouver, y en general de todas las ciudades coloniales, parece haber una oposición entre la civilización supuestamente representada por las ciudades y el 'salvajismo' que se ha atribuido a los pueblos indígenas”, dice. “Existe esta idea de que no pueden coexistir”.

Entre 2013 y 2018, Ginger Gosnell-Myers fue la primera Directora de Relaciones Indígenas de Vancouver. En su opinión, ese prejuicio persiste: “Si nos fijamos dónde se emplazaron las reservas en este país, en su mayoría están en las afueras”, explica. “Fue diseñado así... estamos viendo una historia premeditada de exclusión”.

Aunque la aldea original estaba en una reserva protegida, el Gobierno se deshizo de ella para favorecer intereses industriales. En 1913, las autoridades provinciales coaccionaron a los residentes Squamish que quedaban para que vendieran sus tierras, los embarcaron en barcazas destino norte y arrasaron con la aldea. El área estuvo ocupada ilegalmente durante unos años hasta que en 1947 la Nación Squamish la cedió por completo.

La compañía ferroviaria Canadian Pacific Railway construyó una terminal en la zona pero cuando en 1989 intentó vender los terrenos, los Squamish dijeron que el área debía volver a ser una reserva. Después de una larga pelea judicial, recuperaron en 2002 parte de la tierra y llevan desde entonces decidiendo qué hacer con ella. “La Nación Squamish siguió avanzando para entender lo máximo que el sitio podía dar”, escribió Khelsilem en Twitter hace un mes. “Esta es nuestra mejor tierra edificable y esta es nuestra oportunidad en cien años para desarrollarla”.

La primeras imágenes de los edificios parecen optimistas hasta para el estándar de las simulaciones informáticas: torres con inscripciones de arte indígena rodeadas de verde y elevándose hacia un cielo azul por el que pasan bandadas de pájaros. Desarrollado por el estudio Revery Architecture en conjunto con la Nación Squamish, el diseño presta especial atención a la historia del lugar y a su relación con la naturaleza. El objetivo es que las personas que crucen el puente de la calle Burrard sientan estar entrando en un bosque tanto como en una ciudad.

Tal vez Senakw sea el ejemplo más impresionante de 'indigenización' en una ciudad canadiense pero no es el único. Hace tiempo que las comunidades indígenas participan como promotoras de desarrollos urbanos. La propia Nación Squamish es una de las tres patas en la Corporación de Desarrollo Inmobiliario MST. Integrada por tres Primeras Naciones de la zona de Vancouver, la MST se ha embarcado en varios proyectos de menor escala cuyas ganancias se reinvierten en el desarrollo social y comunitario de los miembros de las naciones indígenas.

El fenómeno tampoco es exclusivo de Canadá. En Nueva Zelanda se han promulgado desde los años noventa varios tratados de asentamiento que ponen tierras urbanas a disposición de grupos indígenas de desarrollo inmobiliario. Los principios maoríes de diseño han ido ganando presencia en construcciones públicas y privadas, especialmente en la reconstrucción del centro de Christchurch tras el terremoto de 2011.

Aliviar la “demanda gigantesca” de vivienda

No toda la nación Squamish apoya el proyecto de Senakw. Algunos dicen estar preocupados por la asociación al 50% con Westbank, un promotor privado famoso por construir pisos de lujo. También ha habido críticas entre el resto de ciudadanos de Vancouver. Un concejal dijo que la altura de los edificios era “inconsistente con los valores de una ciudad habitable”. 

Pero según Khelsilem la mayoría de las reacciones hasta el momento han sido positivas. En parte, debido a la crisis de vivienda que sufre Vancouver. Entre 2010 y 2018, la ciudad creció en casi 40.000 habitantes pero solo añadió unas 2.300 viviendas de alquiler en términos netos. El año pasado se construyeron apenas más de 1.000 unidades para el mercado de alquiler pero Senakw pondrá muchas viviendas en alquiler: entre el 70% y el 90% de las 6.000 unidades, además de las regulaciones que habrá para proporcionar viviendas asequibles a los Squamish.

“Hay una demanda gigantesca para que se construyan viviendas de alquiler en esta ciudad”, dice Gosnell-Myers, “y esta es una propuesta que satisfará gran parte de esa demanda. Ahora la responsabilidad de la ciudad es actuar”.

Gosnell-Myers cree que el ayuntamiento debe ponerse de acuerdo con la Nación Squamish para llevar los servicios a una comunidad de más de 10.000 personas: colegios, conexiones de tráfico y otras infraestructuras. Hasta ahora, dice, el planeamiento del ayuntamiento ha ido lento con relación a la velocidad que podría alcanzar el desarrollo.

“Hace años le dije al ayuntamiento que esto iba a suceder”, explica. “Parte del problema es que el ayuntamiento no entiende del todo el poder y el potencial que tienen estas tierras, y lo rápido que pueden ocurrir las cosas”. La Nación Squamish, dice, lleva “esperando más de un siglo por esto y no va a esperar más”.

Traducido por Francisco de Zárate

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