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The Guardian en español

¿Cómo pueden las ciudades proteger a la gente de los ataques con vehículos?

La camioneta con la que un terrorista arremetió contra la multitud en Niza, en julio de 2016.

Jason Burke

¿Se puede lograr que una ciudad sea segura contra los terroristas que utilizan vehículos como armas? La respuesta corta es que no, no más de lo que se puede proteger a una ciudad si los terroristas utilizan cualquier otro objeto de uso cotidiano para perpetrar ataques.

Pero las autoridades sí pueden hacer mucho para atenuar la amenaza, al menos respecto de algunos objetivos obvios. A posteriori, las autoridades deben de estar lamentando no haber incrementado las medidas de seguridad en la Rambla de Barcelona, llenas de personas en una soleada tarde de agosto, después de los otros ataques con vehículos que sufrió Europa el año pasado.

El alcalde de Niza ha convocado a todos sus homólogos europeos a reunirse el mes que viene para estudiar cómo mejorar la seguridad en las ciudades tras el ataque del jueves pasado en Barcelona.

Christian Estrosi afirma que desde el año pasado han invertido 30 millones de euros para proteger objetivos potenciales de la ciudad de ataques con vehículos, y advierte de que las ciudades necesitan más dinero para hacer frente a las nuevas amenazas. “No vamos a ganar esta guerra con las reglas de la paz”, afirmó.

Las defensas más obvias son barreras que impidan a los vehículos coger velocidad o avanzar. Estos obstáculos pueden ser muy visibles, como los bloques de cemento con estructura de metal que están en el exterior del Parlamento de Londres, o disfrazados, como pesadas macetas con flores o esculturas que decoran las calles. En el estadio del Arsenal, en el norte de Londres, un cañón gigante con el logo del club de fútbol funciona como barrera.

De forma menos obvia, las calles y los accesos se pueden rediseñar para prevenir que los vehículos aceleren o alcancen sus objetivos. Esto se ha llevado a cabo en buena parte del centro de Londres, pero este tipo de medidas sólo puede ofrecer protección parcial, como lo han demostrado los ataques de este año en Westminster y Borough Market.

En el mercado de flores de Columbia Road, en el East End de Londres, los comerciantes se han ocupado ellos mismos de la seguridad. Desde el ataque en Borough Market, han comenzado a aparcar los camiones en diagonal en los accesos a las transitadas calles, para que funcionen como barrera ante posibles ataques. En este momento siguen discutiendo con las autoridades la posibilidad de instalar bolardos retráctiles.

Después de que un camión impactara contra una multitud en el Mercado de Navidad el año pasado en Berlín, el jefe de policía, Klaus Kandt, señaló que con tantos objetivos potenciales –en Alemania hay 2.500 mercados similares, 60 sólo en la capital– es imposible reducir el riesgo a cero.

Y además están los ataques lejos del centro: lugares religiosos –este año, hubo un ataque con un vehículo contra las personas que salían de una mezquita en Finsbury Park, en Londres– y una lista casi infinita de otro tipo de objetivos.

Prevenir ataques terroristas con vehículos es diferente a prevenir ataques con otro tipo de armas, y depende de una compleja y dinámica mezcla de trabajo de inteligencia, conciencia pública, relaciones con la comunidad y otros elementos que se han vuelto más familiares en los últimos años.

Un elemento de seguridad que se está analizando es cómo mejorar la respuesta en la fase inmediata tras los arrestos, u otro evento que deje expuesta una red antes de que los miembros estén preparados para atacar.

Se está estudiando si el ataque en la Rambla de Barcelona se realizó después de que los extremistas hicieran explotar por accidente su base de operaciones –una casa alquilada a más de 190 kilómetros de la ciudad– mientras preparaban una o varias bombas.

Tras el accidente, se habrían dado prisa para perpetrar el ataque con lo que tenían. En estos días, los vehículos parecen una opción evidente.

Nuevas y viejas herramientas del horror 

Los terroristas, cualquiera sea su ideología, suelen ser rápidos para incorporar el potencial de las nuevas tecnologías, desde la dinamita desde 1880, pasando por la televisión en los años 50 y los aviones de pasajeros en los 70. Es llamativo que les haya llevado tanto tiempo ver el potencial de los vehículos.

Esta demora se puede explicar por los reparos estratégicos y teológicos sobre la cuestión de atacar indiscriminadamente civiles, incluso occidentales, que ahora parecen anacronismos en el marco del terrorismo yihadista moderno. Hace tiempo que los terroristas no tienen estos miramientos.

En 2010, la revista digital Inspire, producida por Al Qaeda en la Península Arábiga, recomendaba a los yihadistas atacar zonas peatonales y estrellar los vehículos contra la multitud para “lograr la mayor matanza posible”. En 2014, un vídeo de propaganda producido por el Estado Islámico alentaba a los simpatizantes franceses del grupo a utilizar coches para matar civiles.

En los últimos 20 años, casi todos los ataques de grupos terroristas yihadistas han sido perpetrados con materiales obtenidos a nivel local, a más o menos una hora de distancia de donde vivían los atacantes. Los dramáticos ataques a “larga distancia”, como los del 11S en Estados Unidos siempre han sido una anomalía. Esto vale para Afganistán e Irak, también para España, Reino Unido y Estados Unidos.

Los medios que utilizan los terroristas a menudo están determinados por la disponibilidad. Por eso, en Estados Unidos a menudo utilizan armas de fuego. En China se han utilizado cuchillos en ataques masivos. Pero vehículos hay en todas partes, por supuesto.

El caso es que en las ciudades, los atacantes y sus víctimas viven codo con codo. Así ha sido desde que surgió el terrorismo moderno, hace unos 150 años.

Y así seguirá siendo en el futuro cercano.

Traducción de Lucía Balducci

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