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Cáncer infantil en Gaza: “Es muy difícil convencer a un niño de 5 años de la importancia de estar aislado”

La familia de Mustafa en Gaza

Amjad Shabat

Gaza —

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El profesor de guardería de Mustafa llamó a su madre, Hadi Sweliem, muy asustado al ver al pequeño extremadamente enfermo. Los médicos sospecharon que sería COVID-19. “El test dio positivo”, comenta el padre. El niño inició la cuarentena en el único hospital infantil de Gaza, Al Nasser. Pocos días después, los médicos les dijeron que las pruebas mostraban que Mustafa, de 5 años, tenía leucemia. 

“Fue una noticia desgarradora. Lloré como nunca”. Tras el diagnóstico, el niño fue derivado al hospital de cáncer infantil Al Rantesse, sin embargo, al tener COVID, el centro no estaba dispuesto a aceptar su ingreso. Su situación era crítica, el hospital oncológico no podía aceptarle y el hospital infantil no podía brindarle el tratamiento que necesitaba.  

En un enclave costero de dos millones de habitantes como es Gaza, solo se puede encontrar tratamiento para el cáncer infantil en un hospital: el hospital al-Rantissi. El centro se encuentra bajo una gran presión para proporcionar quimioterapia a sus pacientes a tiempo y se enfrenta a la falta de medicamentos, suministros médicos, dispositivos de diagnóstico y terapéuticos debido al continuo asedio impuesto contra la Franja durante casi 15 años. 

Después de 10 días de negociaciones en el hospital, Al Rantisee aceptó que Mustafa fuera puesto en cuarentena en sus instalaciones. Los tediosos procedimientos burocráticos se llevaron a cabo mientras el niño se encontraba en una situación crítica. “Mustafa necesitaba una prueba especial para determinar el tipo y la etapa del cáncer, pero estas pruebas no están disponibles en Gaza”, afirma la madre. Por eso, el hospital decidió iniciar  el primer protocolo de quimioterapia, el que se da a todos los pacientes con cáncer.  

Aún así, la prueba para determinar el tipo de cáncer era extremadamente importante. Por ello, Mustafa fue remitido al hospital Al Mutala en Jerusalén, que es el único centro en territorio Palestino ocupado que puede realizarla. Comenzó un viaje de tres meses de miedo y estrés.  

Para poder viajar y ser tratado fuera de los hospitales de Gaza, la población palestina tiene que pedir a Israel unos permisos que tardan mucho en llegar o no llegan nunca. En ocasiones, para cuando llegan, ya es demasiado tarde. Mustafa consiguió su permiso, pero la ocupación israelí rechazó que sus padres le acompañaran. Finalmente, su abuelo de 70 años fue aceptado. Nieto y abuelo viajaron a Jerusalén y se le aconsejó que regresara a Gaza para continuar su tratamiento. 

En su apartamento de dos habitaciones del campamento de refugiados y refugiadas de Shati, el padre y la madre lloraban mientras su hijo sufría los efectos secundarios de la quimioterapia. La fragilidad del sistema inmune del pequeño le obliga a mantenerse alejado de sus compañeros: “Es muy difícil convencer a un niño de 5 años de la importancia de estar aislado”, comenta Hadi. 

El tratamiento de Mustafa cuesta más de 100$ al mes. “Algunas de sus pruebas cuestan unos 250$ o más”, afirma su padre. Al igual que miles de familias en la franja de Gaza, la de Mustafa se encuentra en una situación de pobreza. La escalada de las hostilidades en mayo de 2021, combinada con años de falta de desarrollo, ha aumentado aún más las dificultades que enfrentan los habitantes del enclave. Casi dos tercios de los cuales son refugiados y refugiadas. Bajo 15 años de bloqueo terrestre, aéreo y marítimo, su economía, que según las previsiones se contraerá un 0,3%, requiere un apoyo considerable para mitigar los efectos negativos de la pandemia y las escaladas de violencia. “Mi hijo necesita medicamentos caros y seguir una alimentación especial. Apenas podemos permitirnos la comida”. La familia recibe ayuda alimentaria de la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina (UNRWA) cada dos meses, una ayuda que corre el peligro de ser recortada debido a la crisis financiera de la Agencia. 

El tratamiento de Mustafa durará entre 2 y 5 años. “A pesar de todo el miedo que vivimos hoy, estoy llena de esperanza y espero que dentro de dos años mi hijo viva una vida sin enfermedad”. 

Con una tasa de desempleo que alcanza el 50,2%, según los últimos datos de 2021, más de un millón de refugiados y refugiadas de Palestina dependen de la asistencia alimentaria de UNRWA. Puedes ayudar a familias como la de Mustafa aquí.  

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