Un paseo por Logroño para vivir su historia, saborear su vino y tapear de pinchos

La Concatedral de Santa María de La Redonda, en Logroño.

Roberto Ruiz

Puede que llegues a Logroño siguiendo la llamada del vino, puede que lo hagas porque has oído maravillas de su calle Laurel, o puede que tus pasos te lleven hasta la capital de La Rioja siguiendo el Camino de Santiago. Pero sea por la razón que sea, si te das un paseo por sus calles, vas a ver que Logroño puede ser mucho más que beber, comer y peregrinar.

Cuando llegues estarás en una ciudad que fue duramente asediada por el ejército francés en 1521, que nació a las orilla del Ebro y que ya en el siglo XVI intercalaba las viviendas familiares con los palacios nobles, como el del Marqués de Monesterio, la Casa de Mateo de Nuevas, el Palacio de los Marqueses de Legarda o la Casa Palacio de los Fernández de Astiz. 

Es una ciudad con una enorme cultura del vino, capaz de ser reconocida por el nombre de una de sus calles, la Laurel, y que posee un casco antiguo que habla de su historia a lo largo de un cómodo paseo. Y todo siempre moviéndose entre lo clásico y lo moderno, lo que la hace aún más atractiva.

Una ruta para descubrir Logroño a nuestro paso

El casco histórico es llano, pequeño y cómodo de caminar, por lo que no hay excusas para perdérselo. Pero para empezar por donde es debido, primero iremos a conocer la muralla del Revellín, para allí admirar dos monumentos básicos de la ciudad: el Cubo del Revellín, una fortaleza que fue construida como recompensa de Carlos V por sufrir el asedio de los franceses a comienzos del siglo XVI, y la Puerta del Revellín, el único acceso original que se mantiene en pie.

Después tus pasos te pueden llevar por la calle Portales, eminentemente comercial, y cuyo nombre comprenderás en cuanto veas sus numerosos soportales. Si sigues por ella, llegarás hasta la Concatedral de Santa María de La Redonda, que data del siglo XVI aunque tiene importantes reformas de los dos siglos posteriores, y que se encuentra junto a la Plaza del Mercado, otro punto de especial belleza que no debes pasar por alto.

Y desde aquí, ya es buen momento para adentrarse en las callejuelas más estrechas y con mayor encanto del casco antiguo de la ciudad. Llegaremos a la iglesia de San Bartolomé, que al ser del siglo XII es el templo más antiguo de Logroño, y podremos atravesar hasta la calle Ruavieja, la que para muchos es la más bonita de la ciudad con su adoquinado irregular. Cuanto toque comer podremos ir hacia la calle Laurel o la calle San Juan, pero de eso te hablaremos un poco más abajo. 

Antes, y para que puedas disfrutar de otro de los espacios más bonitos de la capital riojana, no dejes de acercarte al parque del Ebro, asomarte a ver tanto el puente de piedra como el de hierro, ambos de finales del siglo XIX, y cuando vuelvas a la ciudad haz una parada en la Plaza de Santiago, ya sea para admirar la iglesia de Santiago el Real, que es clave para los peregrinos, o para tomarte algo en el Café Moderno, el más famoso de la ciudad con sus más de 100 años de historia. 

Una ciudad de vino

Logroño y el vino van de la mano. Es la capital de La Rioja y eso ya lo dice todo. Aunque bien podríamos hacer una ruta por toda la región visitando bodega tras bodega, no hay que salir de la ciudad para comprender la magnitud de lo que estamos hablando. Aquí podremos aprender lo que son los calados, esas bodegas subterráneas que se construían bajo las casas ya en el siglo XVI, donde las familias elaboraban sus propios caldos y que hoy delimitan el caso antiguo de Logroño. 

Si quieres ver cómo eran en su día aún puedes hacerlo, aunque hayan pasado varios siglos desde que se pusieron en uso. El Calado de San Gregorio es un excelente ejemplo de estas bodegas, se encuentra en la calle Ruavieja 29, mide 30 metros de largo y fue construido en sillería en el siglo XVI. A él se suman otros ocho calados que se pueden visitar aún en la ciudad. Y para saber más, no dejes de pasar por el Espacio Lagares, en cuya planta baja se conservan antiguas estructuras vinícolas. 

Vamos de pinchos por Logroño

Ya sabemos que vino no nos va a faltar, así que nada mejor que sumergirnos en su gastronomía para así vivir la experiencia completa. En Logroño hay grandes restaurantes que defienden las recetas más tradicionales, pero si quieres probar un poco de mucho, lo mejor es que te vayas de pinchos. Quizá te suena la calle Laurel, que amigablemente se la conoce como “la senda de los elefantes” por aquello de salir de ella trompa y a cuatro patas, pero hay otras opciones igual de recomendables.

Si es tu primera vez en Logroño ni lo dudes, ‘La Laurel’ es todo un imprescindible, un lugar donde los bares se cuentan por decenas y donde cada establecimiento ofrece como especialidad un pincho estrella. Tiene hasta su propia guía para que sepas qué tomar en cada una de sus barras. Pero también está la calle San Juan, que históricamente ha sido más local y menos turística. ‘La Sanjuan’ ofrece igualmente una variedad gastronómica que va de lo más básico a lo más elaborado. Y si aún quieres más siempre tienes la calle San Agustín, con propuestas algo más diferentes, o las zonas de Gran Vía, República Argentina y María Teresa Gil de Gárate. Para descubrir de dónde salen todos los ingredientes que dan forma a la gastronomía de Logroño no te pierdas tampoco el Mercado de San Blas.

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