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Los siete pueblos bonitos y con historia que un viajero experto recomienda para una escapada (y no son los típicos)

La catedral de Mondoñedo.

Roberto Ruiz

España está llena de pueblos que todos tenemos en mente cuando pensamos en un casco antiguo bien cuidado. Lugares que aparecen una y otra vez en listas, recomendaciones y reportajes. Pero, más allá de esos nombres tan repetidos y trillados, hay un montón de destinos menos conocidos que también conservan un patrimonio increíble y un ambiente que merece ser disfrutado con calma.

Lugares como Albarracín, La Alberca, Pedraza, Aínsa, Alquézar, Cudillero, Sigüenza, Santillana del Mar, Frigiliana o Trujillo no necesitan presentación. Probablemente has estado ya en alguno de ellos o los tienes anotados para futuras escapadas, porque son valores seguros. Esta vez, sin embargo, queremos alejarnos de esos clásicos para mirar a otros pueblos más discretos, quizá menos populares, pero que sorprenden muchísimo cuando los recorres.

Hoy te traemos siete ejemplos que lo demuestran: Ujué, Mondoñedo, Hervás, Sepúlveda, Morella, Peñalba de Santiago y Pals. Todos tienen en común un conjunto histórico muy bien conservado, personalidad propia y ese encanto que hace que un paseo por sus calles se convierta en la escapada perfecta.

Ujué (Navarra)

En lo alto de una atalaya natural se levanta Ujué, un pueblo que conserva la esencia de su pasado medieval. Su iglesia-fortaleza, mezcla de románico y gótico, domina todo el caserío y marca la silueta del lugar. A su alrededor se dibuja un conjunto de calles empinadas y estrechas, flanqueadas por casas de piedra caliza que mantienen una imagen homogénea y muy cuidada. Es imposible no fijarse en cómo la localidad sigue el perfil de la ladera, creando un entramado que invita a recorrerlo con calma (especialmente cuando la cuesta es hacia arriba).

Ujué, uno de los pueblos más bonitos de Navarra.

A Ujué no se viene solo por su arquitectura. También por las vistas, que alcanzan desde los Pirineos hasta la Ribera del Ebro. O por su historia, marcada por la leyenda del pastor y la paloma que dio origen al santuario. Y, por supuesto, su gastronomía más popular: las migas de pastor que aquí se sirven en brasero y que forman parte de la identidad del pueblo. Si te sobra tiempo, la visita a San Martín de Unx es un buen complemento. Por eso se encuenta entre los pueblos más bonitos de Navarra.

Mondoñedo (Lugo)

El casco histórico de Mondoñedo bien merece una visita. Declarado Conjunto Histórico-Artístico, es fácil entender por qué. La Catedral-Basílica de la Asunción, que mezcla románico, gótico y barroco, es el núcleo de todo su urbanismo. A su alrededor se suceden edificios como el palacio episcopal, la Fonte Vella, el Seminario de Santa Catalina, restos de muralla, conventos y plazas donde se nota la huella de siglos de historia. Claramente, pasear por estas calles es viajar atrás en el tiempo.

Catedral de Mondoñedo (Lugo).

Mondoñedo también tiene otros motivos para justificar la visita. Es Camino de Santiago, tiene una relación especial con figuras como el escritor Álvaro Cunqueiro y conserva tradiciones muy arraigadas, como su propio pan artesano, que tiene renombre. El barrio de Os Muíños, con sus antiguos molinos y canales de agua, es perfecto para salir del centro. A esto se suma su entorno natural, con lugares tan curiosos como la Cova do Rei Cintolo, que puede ser visitada. 

Hervás (Cáceres)

El barrio judío de Hervás es uno de los conjuntos históricos mejor conservados de España. Declarado Conjunto Histórico-Artístico, sus casas de adobe con entramados de madera, sus balconadas y sus calles estrechas forman un escenario muy singular. El trazado, lleno de recodos y pendientes, mantiene vivo el recuerdo de las familias judías que vivieron aquí antes de su expulsión. Calles como la Sinagoga, Rabilero o Cofradía conservan ese sabor antiguo que tanto llama la atención.

El barrio judío de Hervás.

Además de su valor patrimonial, Hervás tiene una vida cultural muy activa. Cada verano, el Festival de los Conversos llena el barrio judío de representaciones en las que participa todo el pueblo. La iglesia castillo de Santa María, levantada sobre un antiguo castillo templario, ofrece una de las mejores vistas de la localidad. Y si te apetece completar la escapada con naturaleza, el Valle del Ambroz lo pone fácil en cualquier estación, pero especialmente en otoño.

Sepúlveda (Segovia)

Sepúlveda es sinónimo de románico. Su conjunto histórico, declarado desde 1951, reúne algunos de los ejemplos más importantes de este estilo en la provincia. La iglesia de El Salvador, de 1093, preside una zona llena de patrimonio: murallas, puertas medievales, el castillo y la iglesia de Santa María de la Peña, levantada sobre una de las hoces del Duratón. Las calles empedradas, las casas blasonadas y las plazas irregulares terminan de componer un pueblo con mucha personalidad.

Sepúlveda iluminada.

A todo esto se suma un entorno natural espectacular. El Parque Natural de las Hoces del río Duratón está a un paso y permite combinar historia y paisaje sin moverse demasiado. Allí te esperan la ermita de San Frutos y varios miradores. En el pueblo también se encuentran el Museo de los Fueros y rutas que pasan por antiguos barrios como el de la Morería o la zona junto a la Puerta del Río. Da para un día entero sin problema.

Morella (Castellón)

Morella impone desde lejos. Sus murallas rodean todo el casco antiguo y el castillo, en lo alto del peñón, deja claro que aquí la historia se escribió en vertical. El conjunto está muy bien conservado y ofrece un recorrido completo por su pasado medieval: la Basílica de Santa María la Mayor, con su escalera del coro y su órgano monumental; el convento de San Francisco, con la Danza de la Muerte; y las calles del centro, como Blasco de Alagón y el barrio de la Judería, llenas de rincones con encanto.

Panoramica de Morella.

Pero Morella no es solo patrimonio. Tiene museos para todos los gustos, desde el de los dinosaurios hasta el de las antiguas cárceles o el dedicado al Sexenni, la gran fiesta local. La gastronomía es otro punto fuerte, con productos como los flaons o las variedades de queso de la zona. Y si te queda tiempo, a pocos kilómetros están las pinturas rupestres de Morella la Vella, un buen añadido para la visita.

Peñalba de Santiago (León)

Peñalba es un pueblo pequeño, pero su conjunto histórico es de los que se quedan grabados. La arquitectura tradicional berciana está perfectamente conservada: casas de piedra y pizarra, corredores de madera y un caserío compacto alrededor de la iglesia de Santiago, una joya mozárabe del siglo X que da sentido al pueblo. Todo el núcleo mantiene una armonía que sorprende desde el primer minuto.

La arquitectura tradicional de Peñalba de Santiago.

El entorno es igual de especial. El Valle del Silencio, que hace honor a su nombre, rodea la localidad con montañas y senderos que permiten conocer lugares como la Cueva de San Genadio. Aquí han vivido eremitas desde hace siglos y el paisaje ayuda a entender por qué. La ruta circular del valle es una de las más recomendables, aunque hay opciones más exigentes para quien busque montaña de verdad. Un destino tranquilo y con mucha historia detrás que, sin duda, es uno de los pueblos más bonitos de León.

Pals (Girona)

Pals es uno de los pueblos medievales mejor conservados del Baix Empordà. Su recinto gótico, levantado sobre una pequeña colina, mantiene calles empedradas, arcos de medio punto y casas nobles que dan cohesión a todo el núcleo. La Torre de las Horas, el tramo de muralla con sus torres y la iglesia de Sant Pere muestran un patrimonio variado, con elementos románicos, góticos y barrocos que conviven sin perder la unidad estética.

Panorámica de Pals, en Girona.

El paseo puede continuar hacia el mirador Josep Pla, desde donde se ven los campos del Ampurdà y las islas Medes. Ca Pruna, hoy Casa de la Cultura, ayuda a entender mejor la historia local. Y si te apetece ampliar la visita, la playa de Pals está muy cerca, igual que los arrozales que han marcado la economía de la zona durante siglos. Aquí se come muy bien, así que es fácil redondear la escapada con un buen arroz.

Las calles de Pals.
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