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Cataluña: siniestro total

Turull, Forcadell y otros citados salen a comer mientras se decide su futuro

Rodolfo Irago

Los acontecimientos de los últimos días en Cataluña han sido un auténtico desastre y la culminación de un estrepitoso y doloroso fracaso político que nos arrastra a todos.

Por supuesto en primer lugar, el fracaso es de los líderes independentistas que han acabado en prisión o escapados de la justicia después saltarse todas las leyes, engañar a sus votantes y despreciar al resto de los catalanes empujándolos a todos a un precipicio social, sentimental y económico.

La imagen de un expresidente de la Generalitat errante como alma en pena y en busca de autor por media Europa y la situación de un partido histórico como Esquerra con su presidente en la cárcel y su secretaria general huida en Suiza no puede ser mas desoladora.

El discurso de investidura hacia la nada de un boxeador noqueado como Turull y la farsa de debate en el Parlament suponen semejante desprestigio para la política catalana que tardará años, sino décadas en recuperarse.

Las fugas y el intolerable chantaje de Puigdemont para mantener la ficción de la república y la independencia han acabado por dar argumentos al juez Llarena para volver a meter en la cárcel en prisión preventiva a personas que sin duda se saltaron la ley y cometieron presuntos delitos pero que son líderes políticos a los que les han votado más de 2 millones de personas.

Mucha gente brinda y jalea los encarcelamientos de estos días sin pararse a pensar ni un segundo lo que supone para cualquier persona ingresar en prisión y muchos celebran la extrema dureza del juez Llarena que se ha convertido en el salvador del honor del Estado frente a un Gobierno de Rajoy que parece actuar como un mero espectador del combate entre el Supremo y el independentismo. Y de ahí nace el otro gran fracaso de todo este proceso. La política en manos de la justicia.

Todo se ha dejado a la decisión de los jueces y la situación en cierta medida está fuera de control. El gobierno del PP no hizo política cuando pudo haberla hecho y cuando se lo pedían una y otra vez Rubalcaba y Duran i Lleida. Eso sí, después de haber incendiado durante años la situación con sus campañas contra el Estatut y contra el catalanismo.

Así las cosas, Llarena presupone que hubiera habido alzamiento violento aunque no lo hubo y ejerce de psicólogo para concluir que en el fondo están preparando otro procés. Su auto es tan contundente como cuestionable en lo que se refiere al delito de rebelión.

El Supremo lo juzgará en su día, pero mientras el destrozo ya está hecho. Destrozo para las instituciones, el prestigio, la economía y la convivencia en Cataluña; destrozo espero que no irreparable en las relaciones afectivas entre Cataluña y el resto de España y destrozo también, me temo para la imagen de la justicia e incluso de la democracia española en el exterior en donde mucha gente se pregunta si es necesario tener a los líderes independentistas en la cárcel tantos meses antes del juicio.

El despropósito del procés se ha llevado por delante a toda una generación de políticos catalanes; ojalá surjan ahora nuevos liderazgos en Barcelona y en Madrid que permitan reencontrarse y buscar un nuevo encaje que nos permita seguir caminando juntos. Hasta hace bien poco, apenas 8 años, había sido posible.

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