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Consenso… siempre que gobierne la derecha

Casado desconfía de Sánchez pero le escuchará antes de decidir si apoya prórroga y se sienta en mesa de diálogo

José Miguel Contreras

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Cuando aún era estudiante universitario, participé recorriendo España como encuestador en un estudio sobre la comprensibilidad en las zonas rurales del lenguaje utilizado en los informativos televisivos. Recorrí diversas zonas, entre otras Las Hurdes, en Extremadura, donde descubrí de primera mano la enorme distancia que existía entre el mundo real y la órbita político-mediática madrileña. Era el año 1978 y el concepto de moda de la época era sin duda el del consenso. La conclusión del trabajo fue la de que la mayoría de la gente que vivía en los pueblos de España no entendía buena parte de las palabras que conformaban el lenguaje habitual en el que se expresaban políticos y periodistas.

La palabra consenso tenía cierta lógica que no fuera muy conocida popularmente. Durante la dictadura franquista no fue un término que tuviera sentido utilizar. El concepto se empezó a emplear en relación con la firma de los Pactos de la Moncloa, en 1977. No había una sola conversación sobre asuntos públicos que no incluyera una alusión a las bondades que implicaba el consenso político en aquella etapa de nuestra historia. Desconozco en qué año se incluyó en el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Ahí aparece una definición que debería revisarse. Dice la RAE que consenso viene del latín y que significa “acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos”.

Parece evidente que, tras lo aprendido en estos más de 40 años de utilización de la palabra, su definición necesita completarse cuando haga alusión al entorno político. Para que la acepción se ajustara a la realidad, debería añadir una coletilla determinante. Sin esta consideración, el uso del término no es lo suficientemente explicativo. La buena definición de consenso aplicado a la política española debería ser la de “acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos… si la derecha ocupa el poder”. Eso sí que es el consenso en España.

En aquel lejano 1977, Adolfo Suárez estaba al frente del Gobierno. En estos últimos años, Mariano Rajoy fue investido presidente en 2016, gracias al apoyo del PSOE. Más recientemente, el Gobierno del PP contó con el apoyo trascendental de los socialistas para hacer frente al desafío unilateral del secesionismo catalán que se plasmó en la aplicación del artículo 155. Esta ha sido la norma habitual en lo que a grandes acuerdos de política nacional se refiere. Todo hace temer que la norma se va a mantener. Pese a la extendida opinión generalizada de los españoles, favorable a que los partidos se pongan de acuerdo para hacer frente a la reconstrucción económica del país, nadie cree que el PP esté dispuesto a apoyar al actual Gobierno. Otra cuestión diferente sería si ellos estuvieran en el poder.

Resulta interesante poner el foco en lo ocurrido en el Ayuntamiento de Madrid en estos últimos días. La decisión del principal grupo de la oposición, Más Madrid, de prestar su apoyo incondicional al PP para sacar adelante cuantas medidas consideren oportunas para hacer frente a la emergencia que vivimos ha sido muy bien acogida por la mayor parte de los ciudadanos de la capital. ¿Alguien podría haberse imaginado a los populares madrileños respaldando sin contraprestación alguna a un ayuntamiento gobernado por la ex alcaldesa Manuela Carmena? Lo llamativo del movimiento político de la formación liderada por Íñigo Errejón y Rita Maestre no es realmente su ofrecimiento. Lo sorprendente ha sido la magnífica recepción que ha tenido por parte del PP. Curiosamente, los populares esgrimen que a nivel nacional no pueden apoyar de ninguna manera al Gobierno al formar parte de él varios miembros de Unidas Podemos. Es decir, no hay inconveniente en aceptar que la izquierda les apoye, pero es inaceptable a la inversa.

Todo parece indicar que la iniciativa de Pedro Sánchez de solicitar el respaldo del PP a la elaboración de un plan de reconstrucción nacional va a contar con la negativa de Pablo Casado como respuesta. Ojalá esta predicción falle. Cabe plantearse qué condiciones deberían darse para que un acuerdo tan necesario pudiera hacerse realidad. Desde la izquierda, se tiende a culpar a los populares de primar su deseo de tumbar al actual Gobierno sobre el de ayudar a los intereses colectivos del país. En realidad, visto todo lo anterior, la solución es bien sencilla. Bastaría con que, en contra del resultado electoral, la izquierda renunciara a su absurdo interés en gobernar y entregara el poder amablemente a la derecha. Hasta podríamos ahorrar dinero evitando la celebración de elecciones. No harían falta. El modelo político sería muy sencillo: siempre gobernaría el PP con el apoyo incondicional y continuado de una izquierda que aceptara la realidad de su linaje y renunciara a su absurda pretensión de aspirar a mandar en nada. Seguro que entonces el consenso se impondría en la vida política española.

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