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¿Qué les diremos a los periodistas extranjeros cuando nos pregunten sobre Vox?

Rueda de prensa del presidente de Vox, Santiago Abascal, y del candidato del partido a la Presidencia de la Junta, Francisco Serrano.

Cristina Armunia Berges

Llevamos tres años intentando entender y explicar el fenómeno de la extrema derecha en América y en Europa como sin darnos por aludidos. Pues bien, Vox ya está aquí.

Hace algo más de dos años, cuando seguíamos desde Madrid el escenario resultante tras la votación del Brexit, nos volcamos en buscar testimonios sobre la repercusión del discurso racista que utilizaron los políticos que defendieron la salida de Reino Unido de la UE. Si los políticos daban por válidas ideas como la de protegernos de la inmigración o salvar nuestros puestos de trabajo de los extranjeros, era muy probable que todo esto se tradujese en enfrentamientos violentos en las calles, siempre protagonizados por personas de extrema derecha increpando a personas racializadas.

En 2016 nos echamos las manos a la cabeza. ¿Cómo podía estar triunfando entre la población de Reino Unido un discurso xenófobo que tenía un regusto a las épocas más oscuras de este continente? A mi cuñada (medio valenciana, medio zaragozana), que en aquel momento vivía y trabajaba en Cambridge, una señora le gritó en el supermercado: “Go home!”. Y cuando me lo contó, no pareció sorprenderle.

Los meses posteriores a la votación del Brexit, vídeos de personas insultando a migrantes en las calles o en los medios de transporte del país invadieron las redes sociales.

Algo parecido nos pasó al cubrir las elecciones de Brasil de hace varias semanas. En la segunda vuelta de las elecciones del país latinoamericano, estaba claro que Bolsonaro derrotaría a Haddad. Por eso, antes de que se produjera el fatal destino para los derechos humanos, intentamos de nuevo dar voz a los que irremediablemente se verían afectados. Afrodescendientes, colectivo LGTBI y mujeres luchan ahora por desactivar el efecto Bolsonaro, es decir, la llegada de un presidente de extrema derecha a uno de los países más importantes de Latinoamérica.

Francotiradores, la reescritura de la historia o la persecución del activismo de todos los colores es lo que ahora le espera a la población brasileña. Recuerdo con cierta vergüenza que todo esto lo vivimos y escribimos (entre otras cosas porque no lo hicimos sobre el terreno) con cierta distancia, con preguntas al estilo de: “¿Qué será del activismo en su país?”, “¿Qué podrá hacer ahora el feminismo?”, “¿Qué ha pasado con la izquierda latinoamericana”.

Hace dos semanas, en el corazón de Madrid, un señor de unos 60 años se acercó a mí y a una amiga para preguntarnos qué pensábamos del Ayuntamiento tan social que teníamos en la ciudad; qué nos parecía el tema negros y refugiados; y si no nos molestaba tanto jaleo en Lavapiés... Le recomendé expresarse en las urnas y traté de no perder los nervios. Me dijo que ya estaba montando un partido, por si no me había enterado. Al día siguiente, una amiga me contó que muy cerca de donde el señor me había increpado, los de Vox habían estado repartiendo propaganda esa misma tarde.

Pues bien, ahora Vox tiene 12 diputados en Andalucía y, aunque si bien es cierto que todavía no gobiernan en el Estado español, la perspectiva es de lo más desalentadora. Ahora esas preguntas que hacíamos a kilómetros de distancia nos las tenemos que hacer a nosotros mismos: “¿Qué vamos a hacer ahora que el líder de Vox Andalucía habla de la reconquista en su primera comparecencia tras los comicios?”, “¿Qué haremos si intentan tocar la ley contra la violencia machista o la ley de Memoria Histórica?”, “¿Qué les diremos a los periodistas extranjeros cuando nos pregunten qué vamos a hacer ahora que Vox ha llegado al poder?”.

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