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Más gestión sostenible del agua y menos embalses

José Luis Gallego

Tenemos las reservas de agua al 58%. La sequía empieza a ser preocupante en algunas comunidades como Murcia, donde el agua embalsada ronda el 28% de su capacidad, o Castilla-La Mancha, que tiene los embalses a poco más del 30%. Y ya se sabe que cuando las reservas se sitúan por debajo de estos niveles se activan las alarmas, pues puede ocurrir que si el otoño no trae el agua que falta, los recursos disponibles sean insuficientes para satisfacer las demandas de los usuarios a corto plazo y lleguen las temidas restricciones.

Pero la incertidumbre hídrica no se alivia con la construcción de más embalses y la aprobación de nuevos trasvases, como pretende el Gobierno del PP y recogen los planes de cuenca recién presentados por las demarcaciones hidrográficas. Entubar los ríos es la peor estrategia posible para hacer frente a la pérdida de recursos hídricos. Además va en contra de lo que establece la Directiva Europea Marco del Agua, que apuesta por una gestión más racional, eficiente e inteligente del recurso y obliga a respetar los caudales ecológicos de nuestros ríos y proteger los ecosistemas fluviales.

Todos los expertos coinciden en señalar que hoy en día en España no podemos hacer frente a la sequía a base de más encauzamientos y nuevas presas. La vaca de los embalses no da para más. La lucha eficaz contra la escasez pasa por razonar los consumos urbanos e industriales, por la mejora de los sistemas de riego agrícola para hacerlos más eficaces, por apostar de una manera mucho más decidida por la reutilización y avanzar hacia un consumo circular del agua. El futuro no es más cemento sino más innovación tecnológica, investigación y cooperación.

La flexibilidad es la palabra clave. Flexibilidad para adaptarse a las condiciones de cada momento con equipamientos que dispongan de las tecnologías más avanzadas. Flexibilidad para adaptar los servicios a la oferta y no a la demanda. Porque cuando hablamos de agua quien manda es el agua, no quien pretende administrarla, y el agua solo se gestiona de manera eficaz desde el respeto, el conocimiento y la cooperación.

Hay que mimar a nuestros ríos, humedales y acuíferos porque dependemos de ellos. Hay que seguir detectando y aplicando nuevas oportunidades de ahorro desde la eficiencia y la gestión inteligente. Lo de construir embalses y entubar cauces es una respuesta chapucera, la de los que creen que la solución a la sequía sigue estando en ir al río a por más agua. Ésos que siguen sin aceptar que el cambio climático va en serio, que nuestros recursos hídricos están menguando y que la adaptación no es que sea la mejor: es que es la única estrategia que nos queda.

Los ríos españoles proporcionarían de manera natural un volumen de agua cercano a los 10.000 hm3 de agua al año. Sin embargo durante el último medio siglo, a golpe de embalse y a costa de arrasar paisajes y paisanajes y de malbaratar los ecosistemas fluviales, hemos logrado aumentar la capacidad de reserva hasta los 47.000 hm3/año. Una capacidad que nunca ha llegado a colmarse y que en los últimos tiempos muestra una clara tendencia a la baja, mientras que la demanda, que roza ya los 40.000 hm3 anuales, no ha dejado de aumentar. Esa es la esperpéntica radiografía del agua en España. Una situación de enajenación hídrica que no va hacer más que agravarse como consecuencia del cambio climático, tal y como ya estamos comprobando.

Con una reducción en las precipitaciones que en muchas comunidades ronda ya el –25% respecto a hace tan solo una década, la amenaza sobre la disponibilidad de agua en España empieza a ser perfectamente seria–. De momento nuestros ríos han perdido un 5% de su caudal en los últimos 20 años. Un decrecimiento que sigue avanzando a un ritmo imparable y que exige aplicar una política de aguas más realista, seria y sostenible. Una política que atienda al interés común y a lo que determina la directiva comunitaria sobre protección de nuestros ríos en lugar de cumplir lo que le dictan al gobierno los grandes regantes, las hidroeléctricas y las empresas constructoras a cambio de su apoyo.

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