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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

Rusia considera agentes extranjeros a las ONG, ¿vuelve la guerra fría?

Lev Ponomaryov, en una reunión en el Ministerio de Transporte, Moscú, 15 de marzo 2011. Vitaly Ragulin via wikipedia commons

Lev Ponomaryov

director de la ONG rusa Por los Derechos Humanos —
  • La “ley de agentes extranjeros”, promulgada por las autoridades rusas el 21 de noviembre de 2012 exige que todas las ONG que reciban financiación del extranjero y realicen lo que define de un modo muy vago como “actividad política” se inscriban como “organización que desempeña las funciones de un agente extranjero”. Bajo este yugo, intenta trabajar una de ellas. Lo cuenta en primera persona su director, golpeado por llevar a cabo su actividad.

Destacados casos judiciales y detenidos como los activistas de Greenpeace, las cantantes punk de Pussy Riot y los ex directivos de la empresa petrolera Yukos, ponen de relieve la ausencia de juicios justos y las precarias condiciones de reclusión en Rusia.

Sin embargo, no hay que permitir que la relevancia política de sus casos oculte los problemas sistémicos que privan a miles de rusos de sus derechos cada día y el hecho de que las autoridades carecen de la voluntad política para hacer algo al respecto.

Los juicios justos y las condiciones de reclusión son solamente dos de las numerosas áreas en las que trabajamos desde que se fundó en Moscú en 1997 nuestra ONG, “Por los Derechos Humanos”. Somos los que dice nuestro nombre: trabajamos por los derechos humanos, por todos los derechos humanos de todas las personas.

Nuestros representantes en casi todas las regiones del país plantean cuestiones a los organismos oficiales. Juicios injustos, tortura y malos tratos en centros de detención, la corrupción en la vivienda, la violencia contra grupos minoritarios… la lista es larga. También publicamos dos periódicos, “Proteger los Derechos de los Detenidos” y “Por los Derechos Humanos”, que se distribuyen gratuitamente entre los detenidos, las administraciones penitenciarias, las fiscalías regionales y los comisionados de Derechos Humanos.

Nos ocupamos de casos urgentes y ofrecemos asistencia práctica, por ejemplo, cuando la policía detiene ilegalmente a alguien. Asesoramos, escribimos cartas a la fiscalía y a otros organismos oficiales. Si esto no funciona, contactamos con el Comisionado de Derechos Humanos de la Federación Rusa y el Consejo de Derechos Humanos del presidente, con quien mantenemos una buena relación.

Dado que lo que hacemos es ayudar a las personas a defender sus derechos, cabría pensar que nos elogiarían por ello, que incluso nos apoyarían.

Pero no es así. Las autoridades actuales consideran el trabajo por los derechos humanos un ataque personal contra ellas, en lugar de una lucha contra las violaciones de estos derechos. La razón es que son las autoridades las primeras que violan los derechos humanos.

Rusia dio sus primeros tímidos pasos hacia la democracia y la sociedad civil en la década de 1900. Muchas de las nuevas ONG fundadas durante la crisis económica que afectó al país en esa época estaban financiadas por fundaciones internacionales. Desde la década de 2000 hay más dinero en Rusia, pero las empresas nacionales no tienen prisa por apoyar a la sociedad civil. Menos aún ahora, después de que los representantes de los servicios de seguridad, encabezados por el presidente Vladimir Putin llegaron al poder a principios de la última década. Desde ese momento, el proceso de democratización se ralentizó, después se frenó, y después dio marcha atrás.

Como consecuencia, se está sofocando a la sociedad civil rusa en ciernes, que trataba de cambiar los hábitos adquiridos durante 70 años de totalitarismo.

Vladimir Putin marcó el rumbo de su tercer mandato presidencial en 2012 con la aprobación de una serie de leyes encaminadas a restringir los derechos a la libertad de expresión, reunión y asociación que han hecho casi imposible el funcionamiento de la sociedad civil.

Las organizaciones de derechos humanos se negaron unánimemente a inscribirse como agentes extranjeros en aplicación de la “ley de agentes extranjeros”, señalando que esta ley violaba la Constitución rusa y las normas legales internacionales. Las autoridades respondieron con la represión, registrando las sedes de cientos de ONG de todo el país para comprobar su documentación. Nos llevan a los tribunales y muchas veces ganan, pues el poder judicial está controlado por el gobierno.

Cuando vinieron a inspeccionarnos, nos negamos a marcharnos de nuestra sede. Tras un pulso de 12 horas, los servicios especiales entraron en la sede de Por los Derechos Humanos en Moscú, destruyeron el mobiliario y golpearon a quienes estaban trabajando allí. Esto fue un ataque sin precedentes que llegó a los medios de comunicación internacionales y movilizó a nuestros simpatizantes.

Al final ganamos. Las autoridades municipales tuvieron que darnos una nueva oficina. Pero nuestra victoria es sólo temporal, pues las autoridades siguen llevándonos a los tribunales por un motivo u otro, lo que interfiere gravemente en nuestro trabajo. Otras ONG no pudieron sobrevivir a la presión y han tenido que cerrar.

Soy optimista y creo que las autoridades se darán cuenta de que no pueden seguir por este camino. Si tenemos que cerrar, miles de personas de todo el país sufrirán. Si otras ONG se ven obligadas a cerrar, sufrirán decenas de miles de personas. La sociedad civil estará condenada.

He recorrido un largo camino: he pasado de ser un científico en la Rusia soviética, que no tenía la libertad para expresar lo que pensaba, a trabajar como ayudante del famoso académico disidente de la era soviética Andrei Sajarov. Luego cofundé una de las primeras ONG rusas, Memorial, y fui diputado en el primer parlamento ruso elegido democráticamente. También inicié y dirigí el movimiento “Rusia Democrática” en la década de 1990. Y ahora hago este trabajo como defensor de los derechos humanos.

Rusia puede ser una democracia fuerte con una sociedad civil vibrante. Para ello, necesitamos unas elecciones imparciales, unas instituciones independientes que funcionen, y el respeto al Estado de derecho.

La libertad de expresión, reunión y asociación son “deportes” de riesgo en Rusia.

Exige al presidente Putin que respete estos derechos.

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