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Y Patricia Heras bajó al bar

Emisión de 'Ciutat Morta' en el bar La Rouge del Raval.

Pau Rodríguez

Barcelona —

“¿Vais a echar Ciutat Morta?”. Todavía falta una hora para la emisión del documental en TV3 y en el bar La Rouge ya no quedan sillas vacías. “¡Sí, cómo no!”, contesta desde el otro lado de la barra Xabi. Él tiene muchas expectativas puestas en esta película, que espera que aporte luz a un caso, el del 4F, que vivió de cerca. Compartió amistad y trabajo en este bar del Raval con Patricia Heras, triste protagonista con su suicidio de una historia construida a costa de torturas policiales, detenciones arbitrarias, condenas dudosas y un inquietante comportamiento de estamentos políticos y judiciales.

Aunque parcialmente censurado, TV3 difundió ayer el calvario de varios jóvenes a los que se encarceló acusados de dejar gravemente herido a un agente de la Guardia Urbana durante el desalojo de una casa okupa en febrero de 2006. Se los condenó basándose en una versión oficial –que habían lanzado una piedra desde la calle– que quedó poco a poco desmontada, más si cabe en el caso de una de las sentenciadas, Patricia Heras, que ni siquiera había estado allí.

“Hay que difundir esta historia, este cúmulo de calamidades y abusos que ha sido silenciado por los medios”, opina Xabi, que apura el cigarrillo mientras dentro del bar apartan las mesas para acomodar a más gente. “Parece que la campaña está funcionando”, apunta. Se refiere a la llamada a bajar a los bares ('Baixa al bar') para ver el documental en compañía.

De las risas con Clos a la indignación

De las risas con Clos a la indignaciónMinutos antes de las 22.30 se hace el silencio en La Rouge. Aparece en la pantalla el logo de Metromuster, productora del largometraje, y ya la concentración se mantiene hasta avanzado el documental, cuando se empiezan a escuchar algunas risas ante los titubeos de Joan Clos, que en una entrevista en riguroso directo cambia atropelladamente de versión sobre lo ocurrido aquella noche. Fue una piedra lanzada desde la calle, balbucea el entonces alcalde, cuando días antes había asegurado que había sido una maceta lanzada desde el inmueble la que había impactado sobre el agente herido.

Pero de las tímidas risas se pasa rápidamente al enojo en La Rouge, cuando el testimonio del forense corrobora que no podía haber sido una piedra la que había dejado en estado grave al policía. Aun así, esa fue la versión oficial definitiva, sostenida por varios agentes y aceptada por el juez del caso, que acabó condenando a entre tres y cuatro años de cárcel a cuatro de los detenidos aquella noche: Rodrigo Lanza, Juan Pintos, Álex Cisternas y Patricia Heras.

Y del enojo a la indignación. “No puede ser...”, se escucha una y otra vez. Sobre todo cuando el documental recuerda que dos de los agentes que declararon ante el juez, y sobre los que se forjó la versión oficial del 4F, cometieron años después torturas y falsificación de atestados que fueron probados y condenados.

Los comentarios de indignación a media voz van en aumento hasta que se detienen de golpe junto al plano fijo de la ventana por la que saltó al vacío Patricia. Se hace el silencio en La Rouge mientras las cortinas golpean el ventanal mecidas por el viento. Patricia decidió quitarse la vida mientras estaba en régimen abierto en la cárcel de Wad-Ras de Barcelona.

“No sabes la cantidad de valentía que hace falta”, reflexiona Rodrigo Lanza en el documental. Él salió de prisión en 2012, tras un periplo por la cárcel –primero preventiva, luego con condena– de más de cinco años.

“Patricia Heras, ni olvido ni perdón”

“¡Concentración en plaza Sant Jaume! ¡Para pedir justicia para Patricia Heras!”, gritan desde la barra del bar justo en cuanto termina la emisión, pasada la media noche. Con cierto abatimiento la gente se va disgregando, discutiendo sobre si acudir a la concentración, que al cabo de una hora consigue agrupar a decenas de personas; entre ellas, los autores del documental, Xavier Artigas y Xapo Ortega, así como la madre de Rodrigo, Mariana Huidobro, y personas cercanas a Patricia. Incluso una tímida columna llega desde el Raval al grito de “Patricia Heras, ni olvido ni perdón”.

Alrededor de una pancarta en la que se lee “basta de brutalidad, basta de impunidad” se van apilando las velas encendidas de un improvisado homenaje a Patricia Heras.

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