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La llave del 'procés', en manos del anticapitalismo de la CUP

Los candidatos celebran los 10 escaños de la CUP / ROBERT BONET

Jordi Molina

Mientras los primeros de la lista, Antonio Baños y Anna Gabriel, terminaban sus intervenciones, a Eulàlia Reguant –número 6 por Barcelona que se quedó a las puertas de ser concejal en mayo– casi no le quedaban uñas. “¡Para mí 6 ya habría sido una pasada!”. Y es que el crecimiento de la CUP es exponencial. Algo que ya no sólo lo constatan los datos –de 126.435 votos (3,47%) en el año 2012, pasando por los 221,577 (7,14%) de las municipales del 24-M, hasta los cerca de 300.000 apoyos (8,25%) de hoy–. También lo denotan las lágrimas de Quim, un militante que hace muchos años que cree en el proyecto anticapitalista de la izquierda independentista. “Tenemos más concejales ahora en todo el territorio catalán, que militantes éramos hace 10 años”, explica con una estelada colgada al cuello.

Precisamente la estelada ha compartido protagonismo con la ikurriña y las banderas independentistas de Galicia y Asturias. Una constante en toda la campaña donde se han sumado sensibilidades como la izquierda abertzale o el SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores). “Esta también es nuestra victoria, la victoria de todos los pueblos oprimidos que nunca han querido defender al Estado y que hoy reclaman nuestro futuro”, explica Igor, que ha venido expresamente desde Vizcaya para seguir la noche electoral.

Un funeral y un nacimiento han coincidido en el Casino de la Alianza del Poblenou, sede del fin de fiesta electoral de la izquierda independentista. El cabeza de lista Antonio Baños ha levantado el acta de defunción del autonomismo y ha hecho de comadrona de “la nueva República Catalana”. Para la izquierda independentista, que ha pasado de 3 a 10 escaños, no hay duda: el plebiscito se ha ganado y ellos mismos se encargarán de poner su colosal escalada al servicio, “sólo”, de la ruptura con el Estado.

Los resultados de Junts pel Sí hacen necesario el apoyo de la CUP, y no solo su abstención, para hacer presidente a Artur Mas. “Serán nuestros órganos participativos quienes tomen las decisiones que toquen a partir de ahora”. De este modo, Anna Gabriel ha puesto en valor el alma asamblearia de su formación y ha evitado precisar la hoja de ruta de su formación. Eso sí, ha enviado un mensaje a Junts pel Sí: “Mas no es imprescindible”. Con este aviso para navegantes la también educadora social y profesora, visiblemente emocionada, se ha comprometido a dedicar los esfuerzos de las 10 diputadas a “luchar por la independencia, el socialismo y el feminismo”.

Gritos de anticapitalistas

Curiosamente a lo que pudiera parecer, los gritos de “independencia” no han sido los más coreados. Gritos de “anticapitalistas” y de “luchar, crear, poder popular” han sido la banda sonora mientras Baños y Gabriel hacían sus intervenciones. También la extinción de Unió como fuerza parlamentaria ha sido muy celebrada. “Si esta noche desaparece Unió del mapa, ya me puedo morir”, decía una de las responsables de prensa antes de que terminara la noche.

Tampoco el escenario ha sido casual. El Casino la Alianza del Poblenou, fundado en 1868, es un icono de los movimientos de los ateneos populares. Durante la Guerra Civil el Casino estuvo a punto de ser incendiado y fue confiscado por el Comité de Defensa de la República. Con este telón de fondo, han recordado a los catalanes que viven en el extranjero y que no han podido votar y los inmigrantes sin derecho a hacerlo. Así lo han manifestado dos miembros del secretariado nacional, Ester Rocabayera y Xevi Generó, que han entendido “la alta participación” como la “demostración del carácter plebiscitario de las elecciones”.

La CUP de hoy transpira madurez. A ratos euforia, pero con un pretendido sentido de la responsabilidad. “No nos olvidamos de los pueblos de España”, recordó Gabriel entre aplausos. Unas palabras que se han contagiado entre el púbico, que en ningún momento ha entrado en descalificaciones. “Nadie ha preparado a España para una victoria del Sí, muchos habían creído que esto era un delirio de Mas”, cuenta Miriam, que sostiene a su hijo Martín en brazos. “Seguimos creyendo en la idea de los pueblos hermanados, pero nosotros tenemos que marcar el camino”.

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