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Los médicos, sin herramientas para abordar la violencia machista por la falta de formación

Una mujer es atendida en un Centro de Atención Primaria

Blanca Blay

Desde 2008 los juzgados han registrado 114.577 denuncias por violencia machista en Catalunya, según datos del Departament de Interior. Aunque no hay datos oficiales se calcula que cerca de la mitad de las denuncias se hacen con el apoyo y la ayuda de los servicios de urgencias sanitarios. Estos servicios o las consultas de un CAP se convierten a menudo en la puerta de entrada de las víctimas a un largo circuito que implicará recursos sanitarios, psicológicos, legales y sociales y que puede llevar a la víctima a denunciar al agresor. Sin embargo, la falta de formación específica de los profesionales sanitarios hace que la mayoría no tengan suficientes conocimientos para prevenir, detectar y derivar casos de maltrato.

“No tenemos herramientas para afrontar una situación si tenemos una paciente que ha padecido violencia machista y pensamos 'seremos el primer contacto del sistema' para muchas de estas personas”, expresa preocupada Aina Delgado, alumna de quinto curso de medicina en la Universitat de Barcelona. “En la carrera lo único que se hace específico es durante el rotatorio de sexto una formación de tres horas. La perspectiva de género es totalmente ausente durante los estudios. Ni siquiera en medicina legal se trata bien el tema de la violencia machista”, lamenta.

El instituto que hacía la formación desapareció en 2013

Muchos de los que se dedican al ámbito de la prevención y el abordaje de la violencia machista coinciden en destacar que falta mucha más formación entre profesionales. La ley catalana para erradicar la violencia, aprobada en 2008, fija que el Govern “debe garantizar que el profesional sanitario tiene la formación específica adecuada”. Para garantizarlo, la ley establece que es el Institut d’Estudis de la Salut –un órgano autónomo de la Generalitat– a quién le corresponde esta formación específica exigida.

Sin embargo, este instituto, que se encargaba de tareas relacionadas con la formación contínua, ya no existe. En 2013 desapareció y las pocas tareas que le quedaban las asumió la Subdirección General de Ordenación y Desarrollo Profesional del Departamento de Salud de la Generalitat. Pep Roma, responsable de Acreditación y Desarrollo en esta unidad, explica por teléfono que si bien entre 2008 y 2011 “se hizo mucha formación a profesionales en violencia machista” en estos momentos la formación no se está haciendo. “Hubo un momento que con la crisis se eliminaron programas para recortar gasto y al final el IES desapareció porque también desaparecieron las subvenciones y se recortó en personal”, recuerda.

A la falta de formación se le suma falta de personal. “En Catalunya suerte tenemos de las asociaciones de mujeres y los movimientos feministas porque los recursos de las distintas administraciones deberían al menos duplicarse o triplicarse”, asegura Rubén Sánchez, psicólogo especializado en violencia machista que trabaja en la Oficina de Atención a la Víctima del Delito. Por su parte Laia Rosich, psicóloga y miembro de El Safareig, lamenta que uno de los ámbitos que ha sufrido más recortes en los últimos años haya sido el de la prevención.

Un circuito que no siempre funciona

“La red sanitaria y social tienen que ir de la mano y el rol de los profesionales sanitarios a la hora de detectar, prevenir e intervenir es crucial. Esta primera fase para poner la paciente en contacto con recursos especializados es muy importante”, explica Sánchez.

Para él es muy importante “romper con el corporativismo” que asume que el circuito siempre funciona. “Es necesaria más crítica constructiva”, afirma ante la audiencia de su ponencia en el Primer Congreso para la Erradicación de las Violencias Machistas, que ha tenido lugar esta semana en Barcelona.

“Algunos profesionales se convierten en jueces o incluso en algunos casos recomiendan a la paciente un proceso de mediación o terapia de pareja”, critica y recuerda que la violencia machista es un delito. Otra actitud inadecuada recurrente es la infantilización de la víctima. “Hay que tratarlas como supervivientes, con sensibilidad y como adultas”, concluye.

Tener en mente que puede ser un caso de violencia

Para Laia Rosich lo importante en los profesionales sanitarios a la hora de detectar es tener en mente que una posibilidad es que la paciente que tienen delante haya sufrido violencia machista. El hecho de tener la opción en mente ya implica, según ella, un cambio de chip. “Es importante intentar verla sola, observar sus actitudes, su estado emocional y practicar una escucha activa”, comenta.

Y es que los síntomas no siempre permiten determinar que se trata de violencia. Según explica Carme Valls, médica miembro de la ONG CAPS y referente en temas de género y salud, a menudo los síntomas pueden confundirse con una situación de angustia. Dolor de cabeza, de barriga, dolor articular, confusión mental, pérdida de memoria o dificultad para concentrarse son algunos de estos síntomas. Es por ello que en casos de duda, explica, sobre todo en centros de atención primaria, la médico de cabecera puede jugar un rol crucial no sólo observando con atención sino haciendo preguntas clave como por ejemplo ‘¿tu marido, pareja o amigo es celoso?’. “Las personas que sufren violencia machista lo viven como un secreto y contárselo a alguien que no te conoce de nada es extremadamente delicado”, añade Rubén Sánchez.

“Las características de accesibilidad, contacto directo y continuidad con los diversos colectivos de mujeres y el hecho de contar con equipos multidisciplinares hacen de las consultas sanitarias un contexto idóneo para detectar a las mujeres en situación de violencia, así como para prevenir y frenar las consecuencias de la violencia en la salud y el bienestar de las mujeres”, recoge el Protocolo para el abordaje de la violencia machista en el ámbito de la salud en Catalunya.

Con todo, Laia Rosich reconoce que “la presión asistencial de los médicos, que deben ceñirse a las ratios de pacientes, dificulta mucho tener el tiempo mínimo para atender la paciente con la calidez suficiente para generar un espacio de confianza”.

Del parte de lesiones a la Fiscalía: el inicio del circuito

“¿Hasta qué punto puedo involucrarme?¿Cómo sé si estoy poniendo en peligro a la víctima”?, se pregunta una de las asistentes del Congreso de Violencias Machistas. En Catalunya la Ley 5/2008 es la que establece el marco legal en situaciones de violencia machista.

Según ésta “todas las personas profesionales, especialmente los profesionales de la salud, de los servicios sociales y de la educación, tienen que intervenir obligatoriamente cuando tengan conocimiento de una situación de riesgo o de una evidencia fundamentada de violencia machista, de acuerdo con los protocolos específicos”.

Según marca el protocolo el profesional debe “emitir, cuando sea procedente, el parte de lesiones y el informe médico correspondiente”, que se hace llegar a la Fiscalía, desde donde se valorará el caso y se activarán los mecanismos correspondientes. Además, según el circuito fijado, el profesional deberá también informar de los recursos jurídicos y de seguridad. De hecho, desde las mismas oficinas del Institut Català de les Dones (900 900 120) se ofrece asesoramiento a profesionales sanitarios en caso de duda de donde derivar la paciente o como proseguir en un caso concreto. Con todo, tanto Rubén Sánchez como Laia Rosich insisten en que el profesional no tome nunca la decisión sólo sino que lo haga un equipo multidisciplinar.

Por su parte, el grupo de Violencia de Género y Atención Primaria de la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (CAMFiC), recoge reflexiones éticas en un documento publicado en 2013. Este grupo de profesionales recuerda en el documento que si bien la ley les obliga a comunicar las situaciones de violencia también les obliga a atender a la mujer y velar por su seguridad. “La ley dice que tenemos que comunicar las situaciones de violencia de género pero - fuera de la presencia de lesiones - no precisa cuando”. En este sentido recomiendan a los profesionales que valoren desde equipos multidisciplinares cada caso particular para seguir ofreciendo asistencia a la víctima. “La responsabilidad con la ley y la atención a las mujeres en situación de violencia no se mide por una única decisión tomada de forma heroica, solitaria y urgente. Son muchos actos clínicos y asistenciales sumados los que perfilan la responsabilidad del médico hacia la violencia”, concluyen.

En el documento también se recuerda que es imprescindible que a la hora de realizar el parte de lesiones y el informe a la justicia se ayude a la mujer a tomar medidas de seguridad: “Si viendo la situación en que se encuentra la mujer pensamos que el comunicado podría aumentar el riesgo de agresión es necesario considerar la posibilidad de no remitir inmediatamente el informe a la justicia”.

Así lo apunta también el código deontológico, según el cual “el médico tiene el deber de denunciar la existencia de violencia una vez se asegure en la medida de lo posible de la protección de la víctima”.

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