Cómo conseguir en cuatro pasos que tu perro adelgace (o al menos no engorde)

Foto: Alan Gross

Micaela De la Maza

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Son uno más de la familia, cuidamos que nunca les falte pienso, dejamos que se suban al sofá, les educamos a base de chuches perrunas y muchas veces, los premiamos compartiendo nuestra comida con ellos. Pero: ¿nos estamos preocupando realmente por su salud? A veces no tratamos a los perros como perros, sino como humanos, y eso, cuando hablamos de nutrición, puede tener consecuencias nefastas.

El estómago de un can no está hecho para comer lo mismo que nosotros, por eso no es bueno que coman nuestra comida. El sobrepeso afecta en Estados Unidos a 43,8 millones de perros, es decir el 52% de la población canina estadounidense, y ya ha hecho saltar todas las alarmas entre veterinarios y defensores de los animales. En España el problema no es menos acuciante, ya que se calcula que entre un 20 y un 40% de los perros españoles pueden tener sobrepeso u obesidad.

Hay una serie de pautas elementales -sí, de esas de las que nunca nos damos cuenta hasta que nos las explican y entonces lo vemos clarísimo- que podemos aplicar para evitar que nuestro can engorde o para intentar que pierda algo de peso. Eso sí, siempre es importante consultar con tu veterinario de cabecera si hay que coordinar una ‘operación bikini’. El perro del siguiente vídeo la necesita:

Porque esto no es una cuestión estética sino de salud: el sobrepeso y la obesidad en los perros pueden ser causa de todo tipo de enfermedades: desgaste excesivo en las articulaciones, complicaciones respiratorias, problemas de páncreas, diabetes, etc. El resultado es que incluso pueden acortar la vida de nuestros perros, hasta dos años y medio calculan algunos expertos.

1. Identifica si tu perro está en su peso

Lo primero es mirar objetivamente a tu can para saber si tiene un problema de peso, quitándote las gafas virtuales que tenemos muchos, esas de “mi perro es el más guapo del mundo mundial y está estupendo siempre”. Hay tablas para conocer el peso ideal de cada perro en función de su raza, aunque variará dependiendo de factores como la edad, si es mestizo, etc.

Esas tablas no son necesariamente exactas pero te pueden servir de guía inicialmente. Es bastante más fácil hacerse una idea fiable con una guía visual como esta, ilustrada por Nutro:

Fíjate en los dibujos y compáralos con tu can, tócale con tranquilidad y responde a las preguntas que te plantean: ¿se le ven las costillas, las escápulas, la cadera o la columna vertebral? Si la respuesta es no: bien, porque significa que no está demasiado delgado. Prueba siguiente: ¿podemos palparle fácilmente la columna y las costillas? Si la respuesta es sí: bien.

Pero si la respuesta es no, o apenas sentimos las protuberancias óseas al palparlas: debemos preocuparnos. Si además carece de cintura abdominal es que va necesitando un plan de ayuda dietético y mejor que lo coordine un veterinario. Si encima al pellizcarle la panza de pie, pillamos 'chicha', el riesgo de enfermedad aumenta considerablemente.

En resumen: si se pasa en un 10% de su peso ideal entonces se considera que tiene sobrepeso. Si el exceso fuera de hasta un 20%, estaríamos hablando de un animal obeso y deberán saltar todas las alarmas.

2. Replantéate la actividad durante vuestras salidas

La obesidad de tu perro, salvo casos raros, suele venir de comer demasiado o moverse demasiado poco, o ambas cosas al mismo tiempo. Por eso, nada como atacar por ambos flancos el problema, tras analizar el asunto. Empecemos por repensar el ejercicio que realmente hacemos cuando salimos. Está bien que el can olisquee en su sitio de recreo favorito y haga sus cacas y pises pero si limitamos a eso sus salidas, no le estamos ayudando.

Si nos quedamos quietos en el mismo sitio todo el rato (charlando con los amigos perrunos del parque) hay canes que se aburren y pueden, por ejemplo, comenzar a buscar restos de comida por pura inercia y a alimentarse de porquerías del suelo: fatal. Es mejor que tras este primer rato de olisqueo y alivio de esfínteres, si no hay ningún amigo suyo cerca que le haga jugar y moverse, nos llevemos al can a dar una buena vuelta, que de paso nos vendrá bien también a nosotros.

Y cuanto más rápido sea el paso, mejor, ya que quemará más calorías, siempre dentro de las capacidades del perro, por descontado. Si hay piñas a mano, también puedes jugar a tirárselas un rato, o esconder algún juguete que lleves en el bolsillo para que tenga que corretear y buscarlo.

¿No tienes tiempo para dar paseos largos todos los días? Si puedes, plantéate contratar a un paseador de confianza para conseguir que tu can ande todos los días un buen rato. O quizá algún amigo pueda ocuparse. Por supuesto, puedes llevártelo a correr o a montar en bici, siempre que esté preparado para ello: sin abusar y teniendo en cuenta sus capacidades y estado físico.

De todos modos, lo importante es que cuando tu perro sale de paseo, realmente salga de paseo y no acabe tumbado a tus pies mientras tú te fumas un cigarro o te tomas unas cañas en el bar. No hay que pensar cuánto tiempo ha estado fuera de casa sino cuánto tiempo ha estado en movimiento.

3. Adiós compartir comida (so sorry my friend)

Sí, ya sé que te duele en el alma y que te atormenta con su mirada fija, sus ojos de lástima sin fin y su implorante hocico cuando te comes tu fantástico guiso. Pero eso que para ti quizá sea un manjar, dadas las diferencias entre tu tamaño y estómago y el tamaño y estómago de tu can, para tu perro puede no ser nada sano y, de propina, contribuir en sobremanera a su obesidad. Además, con demasiada frecuencia las comidas humanas están aderezadas con alimentos que pueden resultar peligrosos para los perros.

Mejor te acostumbras a su cara de pena pensando que un pienso de calidad es la mejor opción de que esté recibiendo una alimentación equilibrada y no un descontrol de calorías. Por descontado, ni se te ocurra la cafrada de darle chuches humanas con azúcar o chocolate y ojo si en un descuido se come algo con xilitol, un edulcorante muy común, eso es directamente veneno para su organismo. Lo dicho: cada uno en su plato y con su dieta.

4. Elige bien el pienso

Tu veterinario es quién mejor te puede asesorar sobre el pienso que necesita tu perro en función de su edad, raza y circunstancias, como si ha sido esterilizado o no. Pero tú también puedes elegir el pienso teniendo en cuenta una serie de variables. Por ejemplo, un perro joven o un cachorro no es igual que uno adulto, ya que la actividad de los primeros es mucho más alta y por lo tanto requerirán un pienso con mayor aporte de energía.

Por otro lado, si el perro está castrado tendrá tendencia al sobrepeso, y también es importante que tengas en cuenta la actividad diaria que hacéis; si le sacas mucho o poco, su paseáis mucho o estáis quietos en el parque. Si el perro o la perra es adulto, está esterilizada y no sois de los que salís a hacer running juntos, mejor probar con piensos más bajos en calorías. También debes tener en cuenta la raza.

En los sacos pienso encontrarás información de sobras para elegir el más adecuado y la medida aproximada que necesita tu can cada día. Procura medirla con una balanza y no pasarte a no ser que ese día haya hecho ejercicio extra. Si ves que el perro sigue teniendo hambre tras comer su ración, consulta con tu veterinario.

Finalmente, algo que muchos olvidamos: ten en cuenta que las chuches caninas también engordan, así que no te prodigues con ellas o cámbialas por otro tipo de recompensas como caricias y juegos. O, si te pasas con las chuches, reduce la ración de pienso, claro.

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