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Tres libros para descubrir a Alice Munro

La canadiense Alice Munro gana el Nobel de Literatura 2013.

Marta Peirano

Desde Thanks for the Ride, un relato a-la-Flannery-O'Connor que escribió con 22 años sobre un chico de la ciudad que se debate entre la atracción y la repulsión que siente por una chica de pueblo (Dance of the Happy Shades) hasta el extraño Open Secrets o La Voz, Munro se ha convertido en la retratista permanente de la complejidad femenina. Es difícil destacar un volumen específico –todos tienen joyas, muchos están sin traducir– pero cualquiera de estos tres libros es perfecto para empezar a leer a la nueva premio Nobel.

Las vidas de las mujeres, Lumen, 2011

“Autobiográfica en la forma, pero no en los contenidos”, esta mal llamada novela es en realidad una colección de relatos en torno a la pequeña Del Jordan, quien (como la propia Munro) crece con sus padres en el anodino pueblo de Jubilee y descubre el poder iluminador de la escritura, entre olas de identificación con su ambiciosa madre y de rechazo hacia su derrotado padre. El libro –su segundo, después de Dance of the Happy Shades– le valió reconocimiento internacional y su primer Canadian Booksellers Award en 1975.

Demasiada felicidad (Lumen, 2010)

Demasiada felicidad (Lumen, 2010)Sólo por la historia de Sofia Kovalevski, la matemática rusa del siglo XIX que recorrió Europa buscando una universidad que admitiera mujeres como profesoras, ya merece la pena leer este libro, pero en su conjunto destaca una percepción inusual y certera del mundo interior femenino. Como en La dama del perrito, sus protagonistas parecen mujeres ordinarias hasta que se les revela un cambio de iluminación o de circunstancias.

Mi vida querida (Lumen, 2013)

Su última colección de cuentos recibió el Trillium Book Award for Dear Life. Munro vuelve a los paisajes rurales y oscuros que combinan el gótico americano de Carson McCullers y la falsa sencillez de Raymond Carver, maestros espirituales de Munro junto con Chejov. Cierra además con unas páginas autobiográficas –lo último que tengo que decir acerca de mi propia vida– de las que dijo Antonio Muñoz Molina que “exigen una lectura que no es la de la prosa sino la de la poesía”, una revelación “de algo que no se agota porque está en las palabras y un poco más allá de ellas”.

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