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Ocho postales desde el fin del mundo

Yuba County, California, USA | Daily Overview

Marta Peirano

El futuro nos espera a todos pero no nos recibe a todos igual. Después del fin del mundo, la exposición comisariada por Jose Luis de Vicente y recién inaugurada en el CCCB, es un informe sobre el estado del clima, desde aquellos lugares a los que ha llegado antes que aquí, pero también desde algunos futuros probables. Una “exposición apocalíptica, porque es cierto que se está acabando el mundo”, decía Vicenç Villatoro, director del CCCB. Pero no pesimista porque empieza otro “que depende de las decisiones que tomemos hoy”.

La muestra empieza con una cita cortante de McKenzie Wark: Esta civilización se ha acabado. Y todo el mundo lo sabe“. Pero no desde el pesimismo sino todo lo contrario. La introducción es una meditación posthumanista del formidable escritor Kim Stanley Robinson sobre nuestro papel no esencial en el mundo. ”El 50% del ADN de tu cuerpo no es ADN humano“, nos dice. Y, como único heredero de Lovecraft: ”La vida quiere vivir“. 

Entre una y otra hay unas salas de decompresión o de espera, conducidas por el ensayista Timothy Morton, padre de la Ecología Oscura y primer “Ministro del Tiempo” de este viaje por las realidades del mañana que estamos produciendo hoy. La primera sala es del ex consultor estadounidense Benjamin Grant, un conjunto de espectaculares fotografías satélite que muestran el impacto que ha tenido la mano del hombre sobre su superficie.

Son todos bellísimos, aunque la gran mayoría hablan de devastación. El proyecto está inspirado en el Efecto Perspectiva, un concepto popularizado por el divulgador Frank White en 1987 para describir el cambio de perspectiva que se produce en los astronautas cuando ven la tierra desde el espacio por primera vez. La tierra ya no es un conjunto de estados, de lenguas o estadísticas sino un objeto precioso y frágil suspendido en la vastedad del espacio.

En 2013, Benjamin Grant rescataba este concepto para su proyecto Daily overview, donde publica cada día uno de esos retratos. En su selección para esta muestra, Grant los ha dividido en cinco grandes temas: comida, energía (las minas), deshechos, transporte y urbanismo. Como es natural, España protagoniza varios momentos estelares, desde la malla del Eixample barcelonés a la planta de energía termosolar Gemasolar en Sevilla.

Le sigue Unknown Fields Division con una instalación difícil. Empezando por el espacio mismo, que consiste en una pasarela sobre el agua con varias pantallas alrededor y una tela suspendida. La tela es hilo de oro, hecha a mano por el último artesano de hilo de oro de Bangladesh. Los hilos fueron fabricados con el acero fundido de los contenedores descartados de la playas de Chittagong.

El patrón de la tela es el sonido codificado de los telares en las lúgubres fábricas que producen prendas baratas para las grandes cadenas de moda. El agua es roja como los ríos donde las fábricas derraman los tintes. Los vídeos son los distintos capítulos de un documental en el que recorren los distintos estadios de su fabricación, retratos de la industria tóxica que envenena, esclaviza a Bangladesh, el segundo exportador textil del mundo. De título: Destejido. Muchas capas, mucha tela. 

Después de una sala en los que algunos identificarán la serie favorita del Ministro del Tiempo y de Jose Luis de Vicente, comisario de la exposición, nos adentramos en otra instalación compleja, pero extraordinaria, en la que Charles Lim, antiguo regatista olímpico de Singapur, explora la extraordinaria contradicción de su país natal. Se llama Sea State y es la obra menos emocional y más fascinante de las ocho.

Sea State: una isla contra el mar

Singapur es el más pequeño de los países del sureste asiático pero se ha convertido en uno de los centros financieros del mundo. Hace más de 50 años que Singapur decidió conquistar el mar. Su método ha sido llenar la playa de arena. Empezó sacando arena de sus propias islas, a las que desprecia. Cuando quedaron planas continuó por Malasia e Indonesia. Cuando esos países prohibieron la venta de arena, siguieron por Birmania y otros países limítrofes. Hoy Singapur paga cuatro veces mas que nadie, es el principal importador de arena del mundo, comprando el 13% de arena del mercado mundial. 

Lo que ocurre es que las actividades que lo han hecho rico son las mismas que suben cada año el nivel del mar. Así que Singapur tiene en sus manos un proyecto Sísifo: lo que le roba por el día retrocede por la noche. La instalación de Lim es el conjunto de documentos de una larga investigación. Desde la Ley de costas en la que se establece cómo el agua se transforma en tierra, hasta películas con el avance de las máquinas contra el agua irredenta o mapas con el sistema de malla que usan los barcos para saber dónde soltar su precioso material.

Por no hablar de los habitantes de esa tierra ganada a paladas. “Tenemos a los singapurenses ricos que viven en el centro y a los subsingapurenses que habitan los bordes crecientes -explica el artista- una clase obrera hecha de inmigrantes superprotuctivos que cambian las fronteras de un país al que no pertenecen”.  En una última vuelta de tuerca, a menudo pertenecen a aquellos países donde se ha comprado la arena que vuelcan sobre el eterno azul. 

Rimini Protokoll es el nombre colectivo de los alemanes Helgard Haug, Stefan Kaegi y Daniel Wetzel, y una de las grandes estrellas del nuevo teatro europeo. Llevan 20 años haciendo algo que llaman teatro documental, un híbrido de documental, ficción especulativa y terapia socio-grupal donde se recrean dramas burocráticos como el Congreso del Clima, con la audiencia como delegados de las naciones, se exploran los tentáculos del poder del estado o las vidas remotas como la de un camionero ruso cuya vida esencialmente nómada transcurre en lo alto de una cabina motorizada.

En este caso, su instalación involucra al espectador en una constelación familiar donde las especies que están perdiendo la batalla contra el calentamiento global se encuentran con las ganadoras y se despiden de ellas con deportividad. La ausencia de espoilers es clave para la experiencia, que sus responsables describen como “una cita a ciegas” de muchas capas. Esta es, probablemente, la pieza que mejor encarna el espíritu del comisariado y por eso ocupa el centro de la muestra.

Les sucede la cocina del estudio británico Superflux, tres arqueólogos del futuro que vuelven con objetos de sus viajes. Sus simulaciones están siempre basadas en la consecuencia directa y predecible del rumbo de la sociedad occidental. En sus propias palabras, “traduciendo la incertidumbre del futuro en las decisiones de hoy”. En Drone Aviary, un encargo para la ciudad de Londres, exploran una sociedad donde los drones han ocupado el espacio cívico, regulando conductas y actividades callejeras basandose en software de reconocimiento facial. En un proyecto energético para los Emiratos producen un pestilente difusor con aire de 2030.

En el CCCB han presentado un piso londinense de 2050, “cuando nuestro hijo tenga nuestra edad”. ¿Cómo vivirá el joven heredero Superflux cuando la escasez de recursos naturales haya derivado en un estadio de inseguridad alimentaria? Aparentemente, será horticultor. Pero no en un bucólico jardín campestre ni en un tejado con tomateras y macetas de cemento, sino de huerta interior urbana llena de lámparas ultravioletas y niebla donde los métodos tradicionales para producir alimentos han sido sustituídos por “ordenadores alimenticios que convierten los desperdicios de hoy en la comida de mañana”. El menú se reduce a unos pocos alimentos, capaces de sobrevivir en esas condiciones. Las paredes presentan recetas con la clase de proteína animal que abunda en los centros urbanos: paté de insecto, paloma asada y creole de zorro. Bon Appetit!

Tras una propuesta esotérica y un poco incomprensible de carácter atmosférico titulada Aeroceno, de Tomás Saraceno, cierra la muestra la clínica de salud medioambiental de Natalie Jeremijenko. El proyecto está basado en la idea de que la ciudad es un individuo cuyos males pueden ser tratados y prevenidos de la misma manera sistemática que tratamos a sus habitantes: polución y ruido en lugar de alergia y psicosis; en lugar de gripe, contaminación. La idea del ambulatorio lleva evolucionando más de una década, pero que tendrá su primera implementación en Barcelona. Dentro de una semana, y si el 155 no lo impide, Poble Nou tendrá un espacio experimental de recetas para curar a la ciudad. “En lugar de seguir el principio ilustrado de que la acción conduce al conocimiento, lo vamos a hacer al revés -explica la artista. -Es el calentamiento global el que conduce a la acción y la acción al conocimiento”. 

Después del fin del mundo seguirá abierta en el CCCB de Barcelona hasta el 29 de abril próximo.

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