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Hitler y vaginoplastias: llega el feminismo divertido de Bridget Christie

Bridget Christie / Idil Sukan

Lucía Lijtmaer

Como en todo buen chiste, la cosa empezó con un pedo.

Así narra la historia la humorista británica Bridget Christie: allá por 2012, tras una irregular carrera haciendo monólogos de humor, Christie se adentró en una librería buscando la Biblia, el Corán y la Torá. Al no encontrar los ejemplares, se decidió por libros feministas. A saber, Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraft, Una habitación propia, de Virginia Woolf y She-Wolves, de la historiadora Helen Castor. Tampoco los tenían, pero el librero de mediana edad se ofreció a acompañar a la humorista a la sección de feminismos y ayudarla a elegir un ejemplar adecuado. Y allí, se tiró un pedo.

Inmediatamente, Christie supo que tenía la metáfora perfecta: ¿en qué nos hemos convertido cuando el feminismo es el espacio dónde la gente va a tirarse pedos? ¿Tan solas estamos? ¿Tan poco atractivo es? Y Christie lo vio claro. Había que contarlo como una historia divertida. Y lo más importante de todo: simplemente había que contarlo.

Christie no era nueva en esto del feminismo. De hecho, llevaba una década malviviendo con stand ups sobre domesticidad con dosis de surrealismo y muchísima ironía. Pero fue en ese momento cuando la humorista tomó el caso como una revelación mística. Había sobrevivido como cómica de personajes, pero entonces se lanzó a la batalla. Divertidas situaciones del día a día, exageraciones varias para derribar mitos absurdos e incluso un alargado chiste sobre las hormigas como colectivo... ¿feminista?. Todo se convirtió en parte de su siguiente show.

Y Bridget Christie estalló de éxito. En cuanto cambió su estilo, se convirtió en la actuación más deseada del nutrido circuito profesional británico. Su show A Bic for Her, basado en la tasa rosa que se aplica como táctica de marketing a las mujeres que compran productos más caros por el simple hecho de estar comercializados para ellas, fue un éxito en 2014. El libro Un libro para ellas,  que ahora publica Anagrama y está basado en ese show, es su progresión natural.

A caballo entre un monólogo cómico y su autobiografía, Un libro para ellas llega para molestar. No porque sea especialmente escabroso o polémico, sino porque se le presuponen de antemano varios problemas. Uno de ellos es que no tiene nada que ver con lo académico. Christie nos relata su biografía desde el punto de vista de una cómica y deja de lado cualquier tono didáctico que tenga que ver con las olas del movimiento feminista. Por ello habrá quien tratará el libro de frívolo e insustancial, pese a la comicidad y el evidente talento con el que está escrito.

El síndrome de la impostora

Probablemente desde otros foros, se le acusará, a ella o a sus editores, de seguir la estela del bestseller de Caitlin Moran, Cómo ser mujer. El libro feminista 2.0 se ha convertido en un nicho de mercado y solo puede quedar uno. La burbuja editorial -o así se ha denominado en algún espacio de crítica literaria- con respecto a los libros escritos por mujeres con perspectiva de género le dará a Christie, con toda seguridad, el título de 'La segundona de Caitlin Moran'.

Por tanto, Christie queda en una especie de tierra de nadie: no formará parte de la biblioteca de análisis académico y aparece en España como heredera natural de una obra que no le pertenece, le sea ajena o no.

Ante todo esto, la humorista tiene dos grandes bazas: la hipérbole y el trabajo previo. Así, Christie no pretende establecer un manual de feminismo para usuarias confundidas, o definir en qué consiste la práctica feminista y en qué no, sino hacer reír. Y como en eso tiene experiencia, por el libro desfilan los bolis rosas, las vaginoplastias y Hitler (nombrado siete veces ¡solo en el prólogo!) con el mismo desparpajo con el que cuenta su infancia católica rodeada de nueve hermanos.

Porque ese es el otro fuerte de Christie: conoce las mecánicas del humor, y ninguna funciona como la exageración. Por eso la autora desgrana una desopilante competición con la joven premio Nobel de la Paz Malala Yousafzai (“está muy bien que hayas arriesgado tu vida por la libertad y la democracia enfrentándote a terroristas armados, pero yo hice un show en Hull en el verano de 2013 dónde no había lavabos”), o arremete contra Charles Darwin por su 'postureo' (“sus acciones eran feministas, pero sus cartas no, seguro que era una estrategia para hacerse el machote con los amigos en el bar”). Ante todo, Christie es humorista y explota con inteligencia sus armas.

De entre las risas, un destello hace comprender que no es oro todo lo que reluce: una y otra vez, Christie se contempla a sí misma desde afuera, habiendo acabado el libro y su siguiente show. E imagina las terribles críticas de los medios: “Qué horror, qué vergüenza. Le llevó a Christie diez años encontrar su voz y solamente uno perderla” (The Guardian); “Bridget Christie, flor de un día, se repite con otro show sobre sexismo” (The Times). El famoso síndrome de la impostora que se da entre las mujeres de éxito no le es ajeno, y la afilada cuchilla de la crítica mucho menos.

Quizás es ahí dónde Bridget Christie se revela más sincera y combativa. Cuando no lo pretende. 

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