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Jo Nesbo: “Me preocupa más la falta de transparencia que de privacidad”

El escritor Jo Nesbo // Foto: Hakon Eikesdal

Paula Corroto

Ocho novelas sobre su personaje Harry Hole han bastado al noruego Jo Nesbo para asentarle en el universo de la novela criminal. Después del boom nórdico y del retiro de Henning Mankell es, probablemente, el escritor escandinavo que más seduce a los lectores de este género. Su última novela, El leopardo (Roja y Negra), vuelve a ser una incursión en el mundo del crimen, pero también una disección sobre dilemas morales como los celos y la humillación. Nesbo no obvia la violencia, al contrario, la lleva a límites insospechados y siempre se sumerge en los instintos más oscuros del ser humano. Casi como prueba la realidad, de almas cándidas no está el mundo hecho. El sello Roja y Negra publicará en abril de 2015 la primera novela sobre Hole, aún no traducida al español, El murciélago.

Esta es la octava novela del policía Harry Hole, pero ya ha escrito diez. ¿Hacia dónde camina usted como escritor y el propio personaje?

Harry probablemente haya pasado a ser la propia historia. Cuando uno escribe tantas novelas sobre un personaje podría pensarse que ya no quedaría más por contar, pero es justo lo contrario, porque los lectores han comenzado a confiar en él y se sienten a gusto con él. Está bien consolidado. Eso significa que uno puede ser más arriesgado, puede hacer más cosas con él. Además, hace que sea más fácil explorar los aspectos más oscuros de nuestra mente si esto le ocurre a Harry y no a su antagonista.

En cuanto a mí yo también supongo que he evolucionado como escritor y realmente me centro más en los dilemas morales de Harry. Al principio de la historia yo no conocía tan bien al personaje, no estaba seguro de hacer una serie. Creo que fue a partir de la tercera novela de la serie cuando empecé a sentir interés por él. Aparte de esto, como escritor creo que lo que escribo ahora es más interesante. Pero esto le ocurre a cualquiera: uno tiene más interés en lo que hace ahora que hace diez años.

En sus novelas se dirimen siempre muchos dilemas morales. ¿Alguien puede hacer el mal porque es una mala persona porque sí? ¿O siempre hay algo más?

Es una pregunta interesante. A mí me da la sensación de que el mal tiene la misma cualidad que la frialdad, que en sí misma no existe. El frío es falta de calor y con el mal pasa lo mismo: si no existen normas, si uno no tiene moral, que no tiene nada que ver con el concepto religioso, sino con unas normas democráticas para que todos podamos convivir, si no tuviéramos estos vínculos mentales entre distintos individuos que viven una sociedad, entonces tendríamos el mal.

Por otro lado, el primer tipo de mal es el egoísmo, que es fácil de explicar y de entender, porque es la supervivencia del más apto. Pero a veces hay otro tipo de maldad que no parece ser racional, como la de un asesino en serie, que de forma activa hace maldades sin razón aparente, sin un motivo que parezca aportarle nada. Es el es monstruo que más miedo nos da porque no le entendemos y siempre nos da más miedo lo que no podemos ver y entender. En una novela si alguien quiere crear algo que dé mucho miedo probablemente no hay que mostrarlo mucho. Lo que hago en El leopardo son otras cosas, no obstante. Por un lado trato de ocultar al monstruo y por otro lado intento ver el mundo a través de sus ojos.

Suele hablar sobre la venganza, el rencor, y en este caso hay un asunto de celos que lo desencadena todo. ¿Por qué ha querido tocar este tema de los celos? ¿Porque son incontrolables por muy racional que uno sea?

En parte son celos y en parte es la humillación. Para algunas personas hay cosas peores que el pensamiento de morir. Por ejemplo, hablar en público. Digamos que sentir celos es un tipo de humillación. En una relación que no funciona bien los celos son típicos porque al final todo se centra en quién deja a quién. Ser abandonado a uno le deja siempre con una sensación de humillación. Todo aquel que haya sentido eso y lo poco preparados que estamos para esa pequeña humillación puede observar que el impacto es fuerte. Y esto está relacionado con el tipo de sensación que puede tener una humillación real. Los celos no solo están relacionados con que uno quiera a una persona tanto que podría hacer cualquier cosa para seguir con ella, sino más bien está relacionado con ser humillado.

Lo que da la sensación es que por mucho que nos desarrollemos como sociedad o con toda la tecnología existente, esos instintos primarios persisten. Como si no hubiéramos salido de las cavernas.

Sí, es así. Es bastante decepcionante. Acabo de leer una cosa sobre el cerebro humano y parece que hace 70.000 años nuestros cerebros tenían más o menos el mismo tamaño que ahora, o sea que no nos hemos hecho más listos. Y ahora los estudios más recientes demuestran que nuestra inteligencia no es que esté aumentando sino que incluso está reduciéndose en los países industrializados. Así que tienes razón. Cuando leo mis primeras novelas me siento decepcionado porque me doy cuenta de que en los últimos 15 años no me he hecho más listo. No evolucionamos.

En España no dejan de salir escándalos como el de banqueros que se han aprovechado de fondos públicos mostrando una avaricia y codicia descomunal. ¿Esta es inherente a cualquiera o podemos pensar que existen las buenas personas?

O quizá es al contrario. A lo mejor lo que hay es una falta de buenos instintos. Si no tuviéramos buenos instintos sería únicamente la supervivencia del más apto. Esa avaricia no es más que algo natural, pero compartir es algo que tenemos que aprender a hacer. Yo creo que depende mucho del entorno y la cultura que nos rodea. Yo trabajé durante años como corredor de Bolsa y allí había una cultura según la cual uno podía tratar de hacer cosas que moralmente no eran correctas y que salieran bien. La justificación es que todo el mundo hacía lo mismo y de lo que se trataba era de ganar mucho dinero y había competencia. Otro ejemplo es el ciclismo, que está lleno de gente que hace muchas trampas. Y creo que hay una actitud diferente al respecto en los países mediterráneos y en los escandinavos. Por ejemplo, un tipo como Contador ha sido recibido como un héroe en España mientras que en Noruega no se le hubiera permitido volver al ciclismo.

Bueno, hay casos que han sido penados en España. El propio Contador sufrió sanciones por el dopaje.

Sí, sí, pero en Noruega no hubiera podido ni regresar al ciclismo, pero en España sí.

Hablando de impunidad. Otro asunto, que de alguna manera toca en El Leopardo es el de la privacidad de las redes. Es más, según su novela, la big data ha anulado toda nuestra privacidad. Y suena peligroso.

A mí no me preocupa la privacidad. En una sociedad totalitaria sí, pero creo que el secretismo también es un riesgo. Lo que realmente me preocupa es la falta de transparencia. Es lo más importante porque así es como la gente puede saber o conocer. Claro, por un lado está la transparencia y por otra la seguridad y la privacidad, pero si pudiera elegir entre las dos cosas elegiría la transparencia.

¿No hay asuntos que deben permanecer en secreto?

Por supuesto, hay límites en ambos casos. Pero a mí me preocupa más que haya una falta de transparencia y no una falta de privacidad.

La violencia en esta novela es bastante grande. ¿Cómo se le ocurren esas formas de asesinar a la gente? Por ejemplo, la propia manzana de Leopoldo, un método de tortura extremo que te desgarra por dentro.

Sí, escribir novelas negras es un trabajo raro en sí mismo. Es extraño levantarse por la mañana y que se te ocurra una forma rara de matar a alguien y sentirte bien. En cuanto a la manzana de Leopoldo está basada en un recuerdo feliz de infancia. Mi hermano y yo solíamos ir a visitar a mi abuela a su pueblo en verano y tenía un jardín con un manzano. Nos subíamos al árbol y nos habían dicho que nos las cogiéramos, pero que nada de comerlas, por lo que nos las comíamos cuando aún estaban en la rama. Un día me metí en la boca una manzana entera para ver si me cabía. Pero se quedó atascada y no podía sacármela. Además, seguía pegada al árbol con lo cual tenía que tener mucho cuidado. Me costó mucho, fue una lucha, y luego me di cuenta de que la manzana seguía creciendo por lo que cada vez sería más complicado. Y pensé, qué pasaría si me quedara colgado tres semanas, ¿estallaría mi cabeza? Esa es la base de la ‘manzana de Leopoldo’.

O la manera en la que muere el personaje de la diputada con la cabeza desgajada.

Eso quizá es porque practico la escalada. Si te caes cuando estás escalando y estás con una cuerda a lo mejor el brazo se te queda atrapado en la cuerda y en teoría podría desmembrarse. Es ese tipo de fantasías… Sí, un poco preocupantes.

George Pelecanos decía hace poco que a veces la violencia, la fuerza física es necesaria para resolver asuntos. ¿Está de acuerdo?

Sí, también lo creo. Para que la sociedad se mantenga bien, sí, pero la mayor parte de las veces con que los demás sepan que existe un potencial de violencia a partir de las fuerzas que protegen a la sociedad, es suficiente. Pero a veces la violencia es necesaria y además forma parte de la vida, porque también hay una competencia por conseguir recursos limitados. La historia de la humanidad es una historia de cooperación y de conflicto.

En el libro trata también de la corrupción policial en Noruega con lo que no es un estado tan limpio como puede parecer a priori.

No, no lo es, nosotros también tenemos policías que fuman porros, pero quizá se les castigaría de una forma más dura que en España. Y, por supuesto, también tenemos corrupción, pero creo que nuestra cultura es diferente. Ahora hay un agente que está acusado de corrupción. Él trabajaba en la brigada de estupefacientes y ahora se está investigando si ha aceptado dos sobornos de los delincuentes. Es decir, sí que hay corrupción, pero hay tanta atención y se genera tanto escándalo porque un agente haya cometido un acto de corrupción que pone de manifiesto que no es algo que ocurra todos los días. Curiosamente Lorenzo Silva , creo que fue él, me decía que en España es difícil escribir novelas negras porque la policía está muy mal vista por razones históricas y porque está ligada a determinados partidos políticos, mientras que eso no ocurre en Noruega.

De Noruega nos ha llegado recientemente Karl Ove Knausgärd, autor de ‘Mi lucha’, que creo que le gusta bastante. Para ser un país de cuatro millones de habitantes no está mal los autores que tienen. ¿Unos buenos planes de lectura?

No mucho por los planes de lectura en los colegios. El noruego es un idioma muy pequeño y siempre ha habido un objetivo político en proteger el idioma y subvencionar generosamente a los escritores. Por eso hay muchos escritores que no hubieran podido ganarse la vida escribiendo en otros países, pero en Noruega pueden dedicarse a ello aunque no sean mediáticos.

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