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499 euros por autopublicar en un gran sello editorial, ¿mecenazgo o intrusismo?

La autopublicación también es cosa de las grandes editoriales

Mónica Zas Marcos

“Mandé el manuscrito a las editoriales tradicionales, pero muchas de ellas ni me contestaron, otras se escudaron en la crisis y, al final, desistí”. Laura Ferrero decidió entonces autopublicar su novela Piscinas vacías con Caligrama (antes conocido como Me Gusta Escribir Libros), un sello que pertenece al gigante editorial Penguin Random House.

“Me convenció porque tenían distribución a nivel mundial, tanto en papel como online”, contó en su día Ferrero. Eso le permitió alcanzar la posición 30 de Amazon en su segunda semana de ventas y atraer la atención de los editores de Alfaguara, que le ofrecieron la posibilidad de publicarlo también por la vía tradicional. Esta contratación le abrió las puertas a una de las marcas más potentes de nuestro país, donde va a lanzar próximamente su segundo libro.

El caso exitoso de Laura es la promoción perfecta para Penguin Random House y su apoyo a los autores que sacan libros con el dinero de su propio bolsillo. Casi treinta sellos pertenecen a su grupo, entre los que se encuentran Alfaguara, Lumen, Plaza y Janés o Debate.

Caligrama, el brazo especializado en la autopublicación de Penguin, se aprovecha de su imperio, y eso los otros sellos de autoedición no se lo reprochan. Lo que critica el sector es que se beneficien dentro de un mercado que aún mira con escepticismo a estas empresas.

“Se aprovechan de esa ambigüedad. De que los autores piensen que al autoeditarse con Caligrama pueden dar el salto a algún sello de Random House”, critica Sergio Mejías, director de Bubok. Su empresa fue la primera en importar el modelo de la autoedición a nuestro país en 2008 y a día de hoy es la líder, publicando 200 títulos al año y llegando a facturar 800.000 euros en 2015. Mejías rememora unos comienzos nada fáciles al meter la cabeza en una “industria inmovilista”, como él la define.

No le parece bien que Caligrama venda historias de autores afortunados para promocionar sus servicios cuando, en realidad, Penguin registra un solo caso: el de Laura Ferrero. “No deberían vender con luces de neón que los libros van a optar a la publicación tradicional en el grupo Penguin si no lo pueden asegurar. Yo vendo con luces de neón que el autor se va a llevar el 80% de los beneficios y que va a acceder a todas las plataformas de venta. Y es así”, resume el director editorial.

Penguin, por su parte, asegura que en sus bases deja claro los criterios para “identificar las obras autopublicadas de mayor mérito y ayudar a sus autores a mejorarlas siguiendo los criterios, procesos y nivel de exigencia de la editorial tradicional”. Defienden que los autores que firman con ellos son conscientes de la posibilidad real que tienen de llegar a un sello de mayor envergadura.

Bubok, que se define como una editorial online, llegó hace nueve años ofreciendo un modelo económico de publicación que ya estaba funcionando en países como EEUU. Al otro lado del charco, el número de libros autoeditados ha crecido un 287% desde 2006. Cuando aterrizó este modelo en España, las editoriales se pusieron nerviosas al ver peligrar su negocio tradicional, “así que nos pusieron muchos palos en las ruedas”, como asegura Mejías. Al final, no tuvieron más remedio que reinventarse y fue ahí cuando las grandes editoriales empezaron a desarrollar sus propios sellos de autoedición.

Primero fue Penguin Random House creando Me Gusta Escribir Libros en 2013, que terminó convirtiéndose en Caligrama un año después. Le siguió Planeta de Libros en marzo de este mismo año -un grupo que cuenta con más de 100 sellos en España y América Latina- lanzando su empresa de autopublicación Universo de letras.

“Por una parte me parece bien que se apueste por mi modelo, porque esta va a ser la línea del futuro. En unos años los autores se autoeditarán, ya sea con nosotros o con otra plataforma. Pero también da un poco de rabia que usen mensajes poco correctos para atraer a los clientes”, admite el director de Bubok. Sin embargo, no teme que estas grandes marcas vayan a comerse el mercado. “La gente se da cuenta de que su mensaje es engañoso, si no no seguiríamos siendo líderes”, dice tranquilo. Pero en el sello de Penguin no piensan claudicar y ya han anunciado varias novedades atractivas de cara a este año.

El cebo de los premios

Desde Caligrama no esconden esa “ventaja competitiva” y como tal la utilizan en los tres paquetes de autopublicación que ofertan en su web. El primero y más básico, Publica, se puede obtener por 499 euros, incluye distribución, una tirada de 25 ejemplares impresos, y apenas exprime los atributos promocionales de Penguin. Los realmente interesantes son los otros dos: el Destaca (por 999 euros) y el Talento (por 2.299 euros).

“Lo bueno es que estos te incluyen de forma automática en el concurso Best-Seller de Caligrama, cuyo premio consiste en publicar tu libro en un sello del grupo Penguin”, reconoce Fernando Macías, coordinador editorial de la marca de autopublicación de Random House.

Desde su creación en 2014, Caligrama ha publicado medio millar de obras y le da la oportunidad a entre 20 y 25 escritores noveles al mes. “Casi todos llegan con la esperanza de llegar a publicar con Penguin y, de momento, solo ha ocurrido una vez [con Laura Ferrero], pero el porcentaje aumentará con la reciente creación de los premios”, asegura Macías.

Además del concurso Best-Seller, Caligrama ofrece otro para los que elijan el pack básico: el premio Promesa. A esta convocatoria se presentan todos los autores del sello y el ganador recibe un paquete premium para su siguiente novela, con lo que podrá acceder al Best-Seller y, a su vez, al caramelo de la publicación con Penguin. Un cebo que funciona, según su equipo, pero no lo consideran la única ventaja por la que los autores pican en Caligrama.

“Contamos con la red de distribución más amplia del sector a nivel nacional e internacional. En España, por ejemplo, al distribuir los libros mediante Penguin Random House Grupo Editorial, puede llegar a cualquier librería del país”, destacan.

Pero hay quien piensa que no todo son ventajas en los grandes imperios editoriales. Caligrama se lleva, según su web, “únicamente el 50% de los beneficios de venta”. En comparación con las editoriales tradicionales, que dan al autor un porcentaje que oscila entre un 10% del precio de venta al público (para libros en papel) y un 30% de los ingresos netos (para formato digital), parece un gran acuerdo. Sobre todo cuando en Amazon, como sentencia Sergio Mejías, ofrecen una “birria de condiciones” al autor con un 35% si su libro vale más de 9,7 euros.

Sin embargo, en Tagus el autor recibe 7 euros de cada 10 que generen las ventas de sus libros digitales y, en Bubok, se lleva el 80%. “Nuestra filosofía es que si alguien se ha autoeditado, tiene que tener una ventaja respecto al mercado tradicional. Esa persona corre un riesgo y necesita una recompensa, no se pueden repartir los beneficios a la mitad”, dice el responsable de Bubok sobre su medida más aplaudida.

Piensa que los clientes, al final, lo que premian es la honestidad. “Cuando la gente empieza a ver que sus expectativas no se cumplen, vienen a Bubok”, afirma Mejías. Aún así, respeta que cada empresa explote sus dotes como mejor sepa, pero lo que no entiende es que no compitan bajo las mismas reglas que el resto del mercado de la autopublicación. Sergio Mejías se refiere a la polémica en la última Feria del Libro.

Veto en la Feria del Libro

Desde Bubok critican la doble vara de medir de la industria con las empresas que tienen una gran marca editorial detrás y las que empezaron desde cero en el sector. Por ejemplo, en la última Feria del Libro de Madrid, las empresas de autopublicación fueron vetadas de las casetas, pese a que muchas de ellas facturan más que otras editoriales tradicionales más pequeñas. “No tienen cabida en esta feria porque son los libreros los que la organizan y ellos no están en las librerías”, justificó el Gremio de Libreros.

No es la primera guerra que las editoriales de autopublicación como Bubok, Éride o viveLibros tienen con el núcleo duro de la industria. Pero sí es la primera vez que ven cómo Caligrama puede vender sus ejemplares en la feria al estar apoyada en un gigante como Penguin Random House.

“Hace tres años, en las bases de la Feria del Libro ponía que las empresas de autopublicación no podían asistir y, este año, lo cambian para vetar a las empresas cuya actividad principal sea la autoedición. Con lo cual, ellos pueden ir y Bubok no. Se están aprovechando de la marca”, se lamenta Sergio Mejías.

En Caligrama no se posicionan ante esta diferencia de trato, pero comparten que “muchos talentos y muchas opciones de escritura se están yendo por este camino. Compensa bastante a autores que no venden en grandes cifras, hablamos de tiradas de 50.000 novelas para arriba”. Tanto unos como otros saben que la autopublicación convivirá en paz algún día con el modelo tradicional, ya que está reportando más del 15% de las ventas de libros en nuestro país.

Estas editoriales no descartan continuar por la vía judicial si la situación no cambia, pero preferirían poder evitarlo. “No hacemos nada malo. De hecho, favorecemos al sector editorial. Es blindarse ante lo desconocido”, dicen en Bubok. Una relación que está condenada al entendimiento, aunque sea convirtiendo el mercado de la autoedición en una arena de gladiadores.

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