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Unidad Popular hacia un proceso constituyente

Esther López Barceló

“Para recomenzar una nueva etapa de progreso habrá que volver (...) con métodos nuevos, porque las clases dominantes han aprendido a neutralizar los que usábamos hasta hoy”.

Josep Fontana, historiador marxista

(cerró la lista de “Barcelona en Comú”)

La Corona, clave de bóveda del régimen del 78, cumple un año de su relevo en plena efervescencia del cambio político que ha supuesto el 24M, expresado en el éxito de las candidaturas municipales de unidad popular. Esta “primavera” nos remite a la de 1931, cuando la victoria de las fuerzas republicanas conllevó el advenimiento de la II República y un proceso constituyente. 84 años después, y a pocos meses de los comicios de las generales, la posibilidad de candidaturas unitarias abre un escenario de ruptura democrática con el marco establecido por la Constitución de 1978, inédito hasta ahora.

Hace un año que el nuevo Jefe de Estado fue entronizado sin que ese acto se sometiera a una consulta popular, y no porque la Constitución de 1978 no reconociera la potestad del pueblo para ser preguntado (artículo 92), sino porque el bipartidismo cerró filas en torno a la figura simbólica del monarca y su derecho sucesorio amparado en la genética y en el misógino “detalle” de la prevalencia del hombre sobre la mujer en la línea sucesoria (artículo 57.1). Como decía Alberto Garzón (en “La Tercera República”), parece como si de la brecha abierta en la Casa Real dependiese el entramado político del país y, por tanto, nos encontramos ante una estrategia de rescate a la monarquía para así salvar al régimen.

Sin embargo, a pesar de la propaganda mediática y de los cambios aparentes en los modos de actuar de Felipe, la Corona es consciente de que se encuentra en una misión al filo de lo imposible, porque las fuerzas que reclaman un proceso constituyente han empezado a ganar espacios de poder y la mayoría social está empezando a creerse aquello del “sí se puede”. A partir del 24M todo ha empezado a cambiar para que, al fin, “todo” cambie. Sinceramente pienso que este hito ha significado en nuestro tiempo lo que las elecciones municipales del 12 de abril significaron hace 84 años para la gran mayoría, sólo que esta vez el Rey no ha huido como hizo su bisabuelo, sino que está intentando recomponer a marchas forzadas y a golpe de titular una imagen de “modernidad” de la Corona. Felipe ha retirado los títulos nobiliarios a su hermana por su implicación en el caso Nóos, algo absolutamente insignificante si echamos un vistazo al resto de la familia real y comprobamos cómo el todavía Rey Juan Carlos está vinculado a turbios negocios en los que aparece como intermediario comercial y cuentas en paraísos fiscales. No obstante, en esa planificada agenda de las apariencias, la Casa Real ha tenido la indecencia de conmemorar en París a los republicanos que la rescataron del yugo nazi, mientras en su reino contribuye a una cruel ley del silencio que mantiene en la impunidad el crimen de lesa humanidad que supusieron los 40 años del franquismo. Seguramente tenga algo que ver en ello que su padre, Juan Carlos, fuese designado por decisión personal del Caudillo y que jurara la Jefatura de Estado por Dios, los Santos Evangelios y los principios del Movimiento Nacional. Porque a pesar de que la Constitución deja negro sobre blanco que la sucesión de la Corona pasa por la descendencia del Borbón, Juan Carlos nunca la juró.

No obstante, como decía, a pesar del trabajado intento de la monarquía por adaptarse a los nuevos tiempos, el 24M ha supuesto un paso más en la ruptura simbólica con el régimen que se ha manifestado, por ejemplo, en la generalización de las promesas de cargos públicos “por imperativo legal”, “principios republicanos” y “por un proceso constituyente”. Ya no son sólo los cargos públicos de fuerzas rupturistas como IU quienes ponen en cuestión un símbolo anacrónico que más pronto que tarde se tendrá que superar. En este momento, aunque la Corona siga copando las portadas de las revistas del corazón, es un atavismo que en pocos meses comenzará a ser cuestionado de forma más potente en el marco de un proceso constituyente que se está empezando a construir. Como afirma el profesor Rafael Escudero, “urge dotarse de un marco que ponga fin a esta deriva antidemocrática. El reto no es sencillo (...) pero tampoco lo era en 1931 y ello no impidió a los republicanos lanzarse a construir una nueva cultura desde la que transformar la sociedad que recibieron.”

Decía Luis Jiménez de Asúa, diputado socialista en las Cortes constituyentes de 1931: «Si la república no hubiera venido para mudarlo todo, no merecería la pena haberla traído.» y eso mismo pienso yo. Que la unidad popular de Ahora Madrid, Barcelona En Comú, Guanyar Alacant... haya venido para quedarse y en la batalla de las generales, por fin, “mudarlo todo”, porque no nos podemos permitir lo contrario, a la gran mayoría social nos va la vida en ello.

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