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¿Por qué tu resort en Tailandia es tan barato?

Imagen de archivo de una playa tailandesa.

Laura Villadiego

Bangkok (Tailandia) —

Aung Myint Oo llegó hace 15 años a la turística isla de Phuket, en el sur de Tailandia, en busca del trabajo que no podía encontrar en su Birmania natal. En pleno furor por el incremento constante de turistas europeos y americanos, la isla vivía un frenesí urbanístico y encontrar un trabajo como peón de obra era relativamente fácil si se aceptaban las largas horas bajo el sol y el magro salario.

Negociar las condiciones era impensable, porque, como la mayoría de sus colegas de trabajo, Aung Myint Oo no tenía papeles y había llegado al país a través de las redes de tráfico de personas.

Hace algo menos de un año, mientras transportaba una viga de hierro, el metal entró en contacto con un cable suelto y su brazo se derritió con la descarga. El accidente le costó uno de sus brazos, cuyos huesos y carne están ahora fundidos, y el trabajo. Incapaz de seguir poniendo ladrillos de los lujosos resorts de la isla, Aung Myint Oo fue despedido sin compensación. “Yo tuve suerte porque mi jefe pagó el hospital, pero ahora no puedo ganarme la vida y no me han dado nada”, asegura en una entrevista con eldiario.es.

La historia de Aung Myint Oo es solo la primera pieza en los cimientos de toda la industria turística en Tailandia, un sector que, como la mayoría de los que dependen de mano de obra poco cualificada, descansa sobre el trabajo de millones de trabajadores migrantes procedentes de los países vecinos más pobres.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hay aproximadamente 3,25 millones de migrantes en el país, procedentes sobre todo de Laos, Camboya y, fundamentalmente, Myanmar (la antigua Birmania).

Sueldos más bajos y jornadas “de 14 a 17 horas”

La presencia de estos vulnerables trabajadores no termina en la construcción del hotel. “El gobierno tailandés tiene una política de dar a los tailandeses los trabajos cualificados, así que los inmigrantes acaban haciendo los trabajos de las 'tres D': peligroso (dangerous en inglés), sucio (dirty) y exigente (demanding)”, explica Malin Kjellqvist, directora de campañas de la ONG sueca Fair Action e investigadora sobre la situación de los migrantes en el sector turístico en Tailandia.

Según Kjellqvist, estos inmigrantes están presentes en toda la cadena del hotel, desde limpiadores a empleados de cocina, jardineros o camareros. Muchos, apunta la investigadora, ni siquiera tienen contratos escritos o no pueden leer los que tienen porque no hablan el idioma local o no conocen el alfabeto.

En una situación tan precaria, los migrantes se ven expuestos a frecuentes violaciones de sus derechos. Así, según un informe publicado por Fair Action en 2015, sus salarios en los hoteles están a menudo por debajo del mínimo legal y las horas que trabajan sobrepasan los tiempos máximos permitidos.

“Trabajan entre 14 y 17 horas diarias durante la temporada alta y a menudo no tienen tiempo para descansos”, continúa Kjellqvist. Además, reseña la investigadora, los inmigrantes sufren discriminación con respecto a sus colegas tailandeses, con salarios más bajos y sin derecho a permisos de maternidad, entre otros. “Este tipo de discriminación está muy arraigada en la sociedad tailandesa”, dice.

Pocas mejoras en el sector hotelero

La situación de los migrantes en Tailandia saltó a la opinión pública internacional después de que un artículo publicado en The Guardian en 2014 revelara la conexión entre las redes de tráfico de personas, el trabajo esclavo y la industria pesquera en el país.

Poco después, el Departamento de Estado de Estados Unidos degradó la clasificación de Tailandia en su informe anual a la de país de “origen, destino y tránsito de tráfico de personas” –posición que ha mejorado en los últimos dos años–, mientras que la Unión Europea imponía una tarjeta amarilla a la industria pesquera del país por pesca ilegal y uso de mano de obra esclava, que aún mantiene.

Ambas medidas suponían el paso previo a la prohibición de importaciones, por lo que el Gobierno lanzó todo un programa de reformas para evitar sanciones. Sin embargo, estas se han centrado sobre todo en la industria pesquera, donde se han incrementado las inspecciones para asegurarse de que no hay abusos laborales, mientras que en otros sectores, como el hotelero, apenas ha habido cambios.

“No hemos visto muchas mejoras durante este tiempo” dice Kjellqvist. “La única mejora es que es más fácil para ellos tener acceso a los permisos de trabajo”, asegura.

“Los inmigrantes en Tailandia tienen muy poca capacidad para negociar sus condiciones”, asegura Andy Hall, activista e investigador especializado en trabajadores migrantes en el país asiático. Hall señala además que, a pesar de las reformas legislativas, muchos migrantes siguen llegando al país a través de brokers y de redes de trata ilegal. “La mayoría de los migrantes que vienen a Tailandia a través de esos canales siguen siendo extorsionados y tienen que pagar mucho dinero”, asegura Hall

La última regulación entró en vigor el pasado 17 de junio, por la que se elevaban sustancialmente las multas por contratar ilegalmente a inmigrantes hasta 800.000 baths (unos 20.000 euros). En las primeras semanas tras aprobar la nueva ley, unos 20.000 birmanos se habían marchado del país, lo que llevó al gobierno a suspender la medida durante seis meses para que los migrantes pudieran legalizar su situación.

El papel de los consumidores

Por los pasillos de los grandes hoteles costeros y los caminos que conectan los bungalós de los resorts tailandeses, se suele escuchar poco tailandés y las conversaciones entre los trabajadores son generalmente en birmano. Algo que para la mayoría de los turistas que ocupan las habitaciones, muchos venidos desde miles de kilómetros de distancia, pasa desapercibido. “Muchos turistas ni siquiera saben que son migrantes. Piensan que son tailandeses”, asegura Kjellqvist. “Pero también hay quienes no quieren pensar en eso porque quieren relajarse”.

El turismo responsable ha crecido poco a poco durante los últimos años, al calor del aumento general en la concienciación de los consumidores, aunque a menudo se ha relacionado con voluntariado o con el ecoturismo.

Según el informe anual del Centro por un Turismo Responsable, durante los últimos años han incrementado los viajes solidarios, las visitas a comunidades rurales o las estancias en bosques tropicales. Naciones Unidas, que ha declarado 2017 el Año del Turismo Sostenible para el Desarrollo, destaca la capacidad del turismo para aliviar la pobreza en países en desarrollo y para crear incentivos para conservar espacios naturales.

Sin embargo, aún se habla poco de las duras condiciones laborales en el sector, que, según la OIT, se caracterizan por la estacionalidad y la baja cualificación. “Los patrones de demanda de los consumidores en hoteles y restaurantes requieren de condiciones de trabajo que a menudo están caracterizadas por horas de trabajo irregulares y no conciliables, como turnos partidos, turnos de fin de semana, turnos de noche o trabajo durante los periodos de vacaciones”, denuncia en un informe. “Estas condiciones laborales añaden estrés a los trabajadores con cargas familiares, especialmente las mujeres”, concluye. 

La opacidad de la industria no ayuda a que los turistas puedan tener prácticas más responsables. “Es muy difícil para un turista conseguir este tipo de información”, dice Kjellqvist. “Pero podría suponer una gran diferencia si, cuando reservas, preguntas al tour-operador o al hotel cómo intentan asegurar condiciones de trabajo justas. Así les haces saber que para ti, como viajero, es importante”, concluye.

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