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El Diari de la Cultura forma parte de un proyecto de periodismo independiente y crítico comprometido con las expresions más avanzadas del teatro, la música, la literatura y el cine. Si quieres participar ponte en contacto con nosotros en  fundacio@catalunyaplural.cat.

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Exponer un judío

Iván de la Nuez

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Dedicarle una exposición a cualquier asunto, desde lo más sagrado hasta lo más profano, se ha convertido en uno de los rituales de la cultura contemporánea. Y es que ya quedan pocos temas en este mundo que no hayan sido carne de museo; algo característico, según Lyotard, de la moral posmoderna.

Así las cosas, hemos podido “visitar” el reciclaje del Comunismo y el regreso de la guerra civil española, tanto como la revolución o el colonialismo. Hemos sabido de una exposición dedicada al grupo armado Baader Meinhof en Berlín, con 88 obras de 52 artistas, y hemos asistido a la certificación de “la acción social como una de las bellas artes”.

En esta espiral frenética, hay incluso quien ha llegado a sugerir que la cárcel de Guantánamo sea convertida en un museo…

Ahora, en el Museo Judío de Berlín, está teniendo lugar “La verdad total, todo lo que quería saber sobre los judíos”. Una exposición que intenta destapar los estereotipos, silencios y, sobre todo, el desconocimiento que tiene la población alemana sobre esa comunidad, así como sobre su propia diversificación. La muestra ha desatado distintas polémicas. Porque enfrenta al público con un tema tabú en Alemania y por las preguntas a las que se ven sometidos muchos espectadores, entre los cuales hay mucha gente que ha confesado no haberse detenido jamás a hablar con un judío. (En el país, según información ventilada por el propio proyecto, esa población es de 200.000 entre 82 millones, de ahí que una de las preguntas sea precisamente esta: “¿todavía hay judíos en Alemania?”).

Más allá de las, a veces, incómodas preguntas que el visitante se ve obligado a contestar, el mayor debate ha sido generado por la pieza estrella del proyecto: “Judíos en la vitrina”. Esta ha conseguido soliviantar a los críticos de la exposición, entre ellos varios rabinos que consideran de mal gusto exponer a una persona para que hable con la gente sobre su identidad.

Una parte sostiene que un judío no es una pieza de museo, mientras que los organizadores –en su mayoría también judíos– considera que la merma de su población, junto a la necesidad de tener que explicarse continuamente, le convierten de antemano en “una pieza de exhibición”; una especie de obra caminante por Alemania.

Como sucede con las exposiciones sobre el Comunismo, Guantánamo o Las Grandes Causas, resulta complicado discernir aquí entre crítica y frivolidad, verdad e imagen, arte y provocación, cultura y publicidad…

Más claro resulta percibir todo esto como una mutación, algo perversa, del Ready Made de Duchamp. Ya no son los objetos –un orinal, una aspiradora, la Mona Lisa– los que terminan reciclados en el museo, sino los sujetos y sus causas.

Por el momento, eso sí, junto a la polémica van creciendo las colas.

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