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La berrea desata una lluvia de feromonas en la dehesa

El ciervo ibérico, único rumiante que saca la lengua mientras berrea

Pilar Armero

Una hora antes o dos después de que amanezca o de que anochezca. Es el tramo horario perfecto para disfrutar al máximo de la berrea de los ciervos, un espectáculo de naturaleza único, que tiene en Extremadura escenarios privilegiados desde los que vivirla.

El Parque Nacional de Monfragüe, el del Tajo Internacional y la Sierra de San Pedro en la provincia de Cáceres, además de la Reserva Regional de Caza del Cíjara en la de Badajoz, son esos retazos de dehesa en los que en estos días merece la pena hacerse hueco.

Hay que darse prisa, porque la berrea no se extenderá más allá de mediados de octubre, coincidiendo con el inicio del otoño y la caída de las primeras aguas.

El venao con el lomo mojao’, es de hecho el latiguillo popular con el que se marca la efímera temporalidad de esta bestial exhibición de feromonas.

Ciervos a mil

El corazón de los ciervos late a mil por hora en el escaso mes en el que eso sucede. Para aliviar su excitación elevan los decibelios de su bramido, con la intención de atraer a cuantas más hembras mejor porque el ciclo de la vida les ha puesto blanco sobre negro que su actividad sexual del año se va a concentrar ahí, en el tiempo de berrea.

Saben también que ellas prefieren los de garganta más ronca, cornamenta más grandey olor corporal más intenso, de ahí el esfuerzo que los machos hacen por quedar los primeros en esta carrera del amor en la que cada semana pierden varios kilos.

En su camino hacia la meta, trazan en la dehesa territorios imaginarios que defender de sus rivales y hasta los que ir atrayendo a su harén. Si hace falta batirse con algún ejemplar que pretenda comerles el terreno, no dudarán en hacerlo, chocando sus cuernas y añadiendo con ello un atractivo más para los oídos atentos a la ronca guturalidad del bramar.

Especial vigilancia

La berrea es el atractivo turístico por excelencia del otoño extremeño.En poco tiempo ha pasado de ser un espectáculo casi privado que solo conocían vecinos y cazadores a saltar al escenario para el gran público.

Se ha ido ganando ese honor en los últimos diez años, que es el tiempo en el que instituciones públicas y empresas privadas se han empeñado en convertirlo en uno de los reclamos idóneos para desestacionalizar la afluencia de visitantes a la región.

“Mucha gente no, muchísima es la que viene a disfrutar de la berrea, sobre todo los fines de semana”, indica Ángel Rodríguez, director del Parque Nacional de Monfragüe.

Haciendo cálculos por encima, se atreve incluso a concluir que “vienen hasta diez veces más personas que hace ocho años”.

Tanto es así que han reforzado la vigilancia de este enclave con un servicio especial de guardas. Su misión es la de atender a los visitantes, indicarles donde se encuentran los mejores sitios desde los que disfrutar de la berrea -entre ellos la quincena de miradores distribuidos por el parque- y, también, vigilar que los visitantes se comportan con respeto hacia la naturaleza.

Merece la pena coger sitio en la dehesa extremeña para disfrutar este espectáculo. De todos modos, si por lo que sea no se llega a tiempo, queda todo el mes de octubre para asistir a la ronca, la berrea de los gamos, desde los m

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