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Elecciones otra vez... Y las cuentan, a su manera, Barbijaputa, Mariola Cubells, Edu Galán, Lucía Lijtmaer y José Antonio Pérez.

Un minuto y 50 segundos

Los candidatos, momentos antes del inicio del debate.

Barbijaputa

Se acabaron los debates bipartidistas. Era una buena noticia que, por fin, un debate de presidenciables fuera a cuatro. Los hombres españoles pueden estar satisfechos: los temas que se suelen abordar sistemáticamente en este tipo de debates estuvieron representados ideológicamente por más colores políticos que de costumbre. Economía, paro, independencia de Cataluña, autónomos… hasta lo que no les interesa en absoluto estuvo defendido y atacado por los cuatro presentes: Venezuela, Grecia y la beca de Errejón.

Por supuesto, los temas importantes también nos interesan a las mujeres. Sólo que, siendo mujeres, nos preocupan muchas otras cosas que nos afectan específicamente por nuestro género. Problemas como la violencia de género, el techo de cristal, la feminización de la pobreza, la violación de una de nosotras cada siete horas, los feminicidios, la brecha salarial…

Pero ni el formato estaba previsto para tener en cuenta al 50% de la población, ni los temas pactados se referían a las causas que fomentan la desigualdad de género. Además, y como guinda patriarcal, no sólo había cuatro hombres anoche: había seis, porque de los tres periodistas que hacían las preguntas, dos eran también hombres. Sólo Ana Blanco, entre Pedro Piqueras y Vicente Vallés, rompía un espacio claramente masculino. Y, casualmente, sólo ella fue la que pidió, repidió e insistió -literalmente rogando- en que, por favor, intentaran hablar menos para que diera tiempo, “si fuese posible, por favor”, a hablar un ratito de la violencia de género (del resto de temas nos olvidamos, no hay tiempo, ni ganas, ni mucha idea de qué se podría decir). Y se habla de violencia de género sólo porque, de todos los temas que nos afectan a las mujeres por serlo, es el único que acaba matándonos.

¿Por qué la violencia de género -que sólo en los últimos diez años ha dejado más víctimas que las que dejó ETA en 40 años de historia- sólo merece un minuto y 50 segundos de las dos horas de debate? ¿Por qué la única mujer presente tiene que rogar a los candidatos que intenten dejar tiempo para hablar de este tema? ¿Por qué, en debates anteriores, no había tiempo límite para hablar de ETA, para que hablaran tranquilamente sobre cómo era mejor o peor luchar contra la banda armada? ¿Por qué tenían tantas propuestas, tantas ideas? ¿Por qué analizaban tan concienzudamente el conflicto en Euskadi? Obviamente, porque el objetivo de ETA entendía poco de género y mucho de políticos como objetivo. Por eso también, en tiempo de los escraches, se hablaba en todas la televisiones de cómo les picaban en los porteros automáticos de sus propias casas. Por eso los políticos afectados por los escraches hablaban todo el tiempo en sus redes sociales del tema y lo comparaban con el terrorismo. Los mismos políticos que no son capaces de usar el término “terrorismo machista” y que evaden preguntas sobre la violencia de género.

Mientras Ana Blanco preguntaba y repreguntaba sin éxito sobre la violencia de género, bromeé con algunas tuiteras sobre las frases hechas que suelen soltar los candidatos cuando les molestan con el tema de la violencia machista y que, sin duda, volverían a usar ahora: “alternativa habitacional”, “016”, “que denuncien, no están solas”... hemos visto muchos debates, sabemos cómo se las gastan y sabemos de más que es el único tema donde todos están de acuerdo, donde ninguno quiere contradecir al otro porque eso es alargar un momento incómodo. Todos bajan el tono de voz, adquieren una expresión grave, “es una lacra”, “hay que acabar con la situación que viven estas mujeres”, etc.

Pero cuál fue nuestra sorpresa cuando, llegado el momento, sólo Pablo Iglesias y Pedro Sánchez dedicaron escasos segundos a tocar tangencialmente el tema. E Iglesias, el primer interpelado, dedicó 35 segundos (de los 45 segundos que usó para responder) a hablar de otros temas (temas por cierto que ya había tocado). Diez segundos que usó, por supuesto, para nombrar la “alternativa habitacional”.

Pero, ¿y las causas de la violencia de género? ¿Y los otros tipo de violencias que sufrimos las mujeres como la económica, la psicológica o la institucional? Ni rastro. Y encima se lo tendremos que agradecer, claro, porque pertenece a la mitad de los candidatos que decidieron, al menos, pronunciarse. El otro fue Sánchez, que dedicó un minuto y 5 segundos. De ese tiempo, la mitad fue para atacar a Mariano Rajoy, hablando de cómo se había cargado las políticas que implantó el PSOE para intentar paliar la desigualdad de género. Pero, ¿y las propuestas? ¿Y señalar cuál es el foco de la violencia de género? ¿Y el patriarcado? (lo siento, aquí sólo se atreve Garzón y no estaba) ¿Y la necesidad vital de formar a los que conforman las instituciones para que operen con perspectiva de género? ¿Interés alguno en cómo siguen asesinando a mujeres porque, a pesar de que denuncian, no se las protege? Quiero decir, es que hace sólo 16 días que un hombre asesinó a su pareja, la cual lo había denunciado sólo 4 horas antes de que la matara y la Guardia Civil no movió un dedo. Al menos, eso sí, tuvieron la decencia de no animar a las mujeres a denunciar (cosa que hacían mucho antes) cuando no se las está protegiendo debidamente.

Los dos candidatos que hablaron del único que tema de los cientos que nos atañen a las mujeres por ser mujeres, se dedicaron a hablar de parches para las mujeres maltratadas o a echarse cosas en cara con el de turno. No sorprende, claro, si no tienen perspectiva de género ni las juezas que juzgan violaciones, qué van a tener ellos. Pero es que ellos deberían, ellos son nuestros representantes. Ellos tienen que hacer porque les importemos, tienen la obligación política y moral. Y sin embargo, son los primeros que están generando violencia sobre nosotras con su indiferencia. La violencia no es sólo física o directa, también simbólica, y los silencios, el abandono y la indiferencia, son también formas de violencia.

Rivera y Rajoy ni siquiera pidieron hablar, mostrando con su indiferencia un desprecio inaudito nunca visto. Ni disimularon. Ya ni se molestan en fingir preocupación. Obviamente no es sólo que el tema no les interese lo más mínimo, es que además lo evitan. Porque, ¿cómo podría salvar la situación Rajoy, si lo único que ha hecho en relación con la violencia de género es recortar su presupuesto como si el problema ya sólo fuera residual? ¿Y cómo podría haber salido airoso Rivera, si la última vez que “innovó” fue para intentar eliminar la agravante a los hombres y equiparar la violencia de género con la doméstica, cambiándole hasta el nombre? Medida de la que tuvo que desdecirse por la polémica que suscitó y sobre la cual ha vuelto a insistir, eso sí, ahora usando sinónimos y adornándolo para que pase desapercibido que sus medidas para modificar la LIGV no era cuestión de ignorancia sino de ideología. Puede que Ciudadanos sea el partido más misógino y peligroso para nosotras que ha optado nunca a ocupar algún ministerio.

Es desolador, la verdad. Lo único que saqué en claro del debate del lunes fue lo mismo que saco siempre: no importamos. Y nos están matando precisamente por eso.

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