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La crisis institucional sorprende a una Venezuela más preocupada por el pan

Un hombre cuenta dinero en una caja registradora de un local comercial en Caracas.

EFE

Caracas —

La decisión que dejó a Venezuela sin Parlamento sorprendió al país con la oposición desarticulada, sin liderazgo ni rumbo, pero además a una nación completa agobiada por solucionar los problemas más elementales de alimentos, medicinas y seguridad.

Las calles del país caribeño se mueven hoy a casi el mismo ritmo que ayer, anteayer, o que hace una semana cuando el Parlamento aún respiraba, los diputados tenían inmunidad, y el Judicial y el Legislativo eran dos poderes distintos e independientes de la estructura del Estado.

Mientras el mundo digería la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de asumir las funciones de un desmantelado Parlamento, el viernes se hablaba también de un hombre que murió de un infarto en la puerta de un supermercado de Caracas donde hacía fila para comprar alimentos, como hacían también centenares de venezolanos, en otras tiendas, farmacias o panaderías.

En la Venezuela sin Parlamento escasean más del 80% de alimentos y el 90% de medicinas, hay una inflación que en 2016 se estimó por encima del 500% y para este año su ascenso se calcula en 20 puntos por mes, hay un limitado acceso al dinero en efectivo y se necesitan más de cinco salarios mínimos para pagar la canasta básica.

La vida del país caribeño se desarrolla además sorteando la estadística de una tasa de homicidio que rompió su techo el año pasado con 70 homicidios por cada 100.000 habitantes, 12 puntos por encima de 2015, según datos de la Fiscalía General.

Apenas hace unos días decenas de personas protestaron al frente de una panadería que fue ocupada por el Gobierno de Nicolás Maduro en el marco de un operativo para regular la venta de pan. Hoy, después de casi 48 horas de que se desmantelara el Parlamento, elegido hace poco mas de un año, salvo tímidos focos de protestas en algunas ciudades, todo sigue igual.

La noticia sorprende también a la mayor alianza opositora al Gobierno de Maduro, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), desarticulada, sin un portavoz claro, y con un débil poder de convocatoria tras el fracaso de su participación en el proceso de diálogo con el Ejecutivo acompañado por un grupo de expresidentes y el Vaticano.

El saldo negativo de la MUD durante 2016 en sus planes por cambiar el Gobierno, hacer valer su poder con la mayoría en el Parlamento, la liberación de los políticos presos y los roces sobre la conducción de la alianza, la llevó a una reformulación del bloque de partidos que atomizó el liderazgo y que ahora parece que le impide responder con contundencia.

Hasta hace unos días los partidos estaban ocupados, por separado, del proceso para legalizar las formaciones políticas ante el Poder Electoral para poder participar en un eventual proceso electoral.

Habían incluso hecho aflorar las diferencias en sus posturas con al menos cuatro candidatos presidenciales y ni un asomo de una fecha de elecciones.

El poder de convocatoria del bloque también se ha venido a menos, pese a que el Gobierno tiene sus números más altos de rechazo.

Justamente el asunto de los tres diputados indígenas que tomaron posesión pese a la prohibición expresa del Tribunal Supremo, lo que ocasionó la declaración de desacato que llevó a la nulidad de sus acciones, ha puesto a bailar a la MUD.

A principios de enero de 2016 convocó a sus partidarios a expresarse en las calles para respaldar la decisión de incorporarlos a la Cámara pese a la sentencia del Supremo por considerar que su investidura era un mandato popular emanado de las urnas. Sin embargo, poco después separó a los diputados para acatar la decisión.

No pasó mucho tiempo cuando nuevamente los separó de su cargo, y apenas en enero de este año, volvió a desincorporar a los parlamentarios, esta vez como parte de uno de los acuerdos alcanzado en la mesa de diálogo que luego abandonó definitivamente.

Decenas de movilizaciones de opositores acompañaron también la convocatoria de protesta de la MUD para defender la solicitud del referendo revocatorio presidencial que poco después fue frustrado por las autoridades.

Las manifestaciones fueron apagadas en su punto de ebullición por la propia alianza que se comprometió en el logro del proceso electoral en las mismas conversaciones que abandonó sin resultados.

La decisión que tomó el miércoles la Justicia sobre el Parlamento no cambió la realidad venezolana y es que, de todas formas, solo estuvo unos cuantos días en legalidad y no llegó a materializar ninguna ley para mejorar la situación del país.

El contexto ha puesto a prueba la nueva estructura de la MUD, mientras, de momento, los más críticos de lo ocurrido hablan de “dictadura”, “golpe de Estado”, y la “ruptura del orden constitucional” mientras afrontan la realidad de un país en batalla por conseguir lo más básico.

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