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Análisis

¿Cómo han podido caer tan bajo en los sondeos los socialistas franceses?

Los aspirantes a la candidatura del Partido Socialista francés para las elecciones presidenciales, Benoît Hamon y Manuel Valls, durante un debate.

Jaime Sevilla Lorenzo

Los franceses eligen este domingo al candidato del Partido Socialista a la presidencia del país. Una semana después de la primera vuelta de sus primarias abiertas, los votantes deciden con quién se quedan de los dos que pasaron la primera prueba: Benoît Hamon y Manuel Valls.

Esta decisión, sin embargo, puede tener poca relevancia. Todas las encuestas sobre las elecciones presidenciales de la próxima primavera colocan al candidato socialista, sea uno u otro, en quinto lugar, por detrás de Marine Le Pen, François Fillon, Emmanuel Macron y Jean-Luc Mélenchon. Esto sitúa tanto a Hamon como a Valls muy lejos no solo de la presidencia, sino incluso de llegar a la segunda vuelta electoral, en la que solo pueden estar los dos candidatos más apoyados en la primera votación.

Según una encuesta del instituto Ipsos Sopra cuyo trabajo de campo se hizo el 20 de enero –dos días antes de la primera vuelta de las primarias–, si el candidato socialista fuera Manuel Valls, conseguiría solo el 9% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales. Quedarían muy por encima la ultraderechista Le Pen (27%), el liberal-conservador Fillon (25%), el liberal Macron (18%) y el izquierdista Mélenchon (15%).

Si fuese Benoît Hamon quien se hiciera con la candidatura socialista, los resultados de esa misma encuesta son similares. Hamon se llevaría el 8% de los votos y los demás llegarían en el mismo orden aunque con ligeras diferencias de intención de voto: Le Pen (27%), Fillon (26%), Macron (20%) y Mélenchon (13%).

Si se confirma esta tendencia, será el peor resultado del Partido Socialista francés (PS) en las presidenciales de los últimos 40 años. Desde los comicios de 1974, siempre ha habido un candidato de esa formación en la segunda vuelta salvo en una ocasión: las históricas elecciones de 2002, en las que la votación final se disputó entre el derechista Jacques Chirac y el ultraderechista Jean-Marie Le Pen y el primero acabó arrasando con el 82% de los votos. El aspirante socialista, Lionel Jospin, quedó en cualquier caso en tercer lugar con el 16% de los sufragios en primera vuelta, muy por encima de lo que las encuestas auguran a Hamon o a Valls este año.

François Hollande, el presidente más impopular

Los problemas del PS no han aparecido de repente en las primarias de este mes. El presidente saliente, el socialista François Hollande, ha dejado a sus compañeros de partido una herencia envenenada: es el jefe de Estado que ha alcanzado los niveles de popularidad más bajos de las últimas décadas.

¿A qué se debe esa falta de apoyos? La mayoría de los análisis destacan una razón: el giro a la derecha de su política económica. Hollande ganó las elecciones en 2012 con un programa muy progresista y con el mensaje de que acabaría con los postulados de la austeridad en la Unión Europea. Cinco años después, la imagen que deja es muy diferente: un presidente aliado de Angela Merkel en su política fiscal de mano dura y lastrado por sus medidas económicas de corte liberal.

Si ha habido una decisión que le ha pasado factura, ha sido su reforma laboral. La conocida como ley El Khomri, que deja en manos de la negociación en las empresas algunas cuestiones sobre la jornada laboral y facilita los despidos en las pequeñas empresas, se aprobó el verano pasado tras meses de altísima contestación social.

La decepción que el mandato de Hollande ha provocado en buena parte de los 18 millones de ciudadanos que lo votaron dio lugar a otro hecho histórico: por primera vez en sesenta años, un presidente en ejercicio ha renunciado a presentarse a un segundo mandato. Pero la mala imagen de su gobierno socialista sigue persiguiendo a sus compañeros de partido. Y tiene especialmente difícil escapar de ella Manuel Valls, que ha tenido un papel clave en buena parte de las políticas impopulares de Hollande, primero como su ministro del Interior y después como primer ministro.

La irrupción de Macron y Mélenchon

Que Marine Le Pen y François Fillon vayan por delante de los socialistas no es una sorpresa. El ascenso del Frente Nacional se viene dando desde hace varios años: ya fue el partido más votado en las elecciones europeas de 2014. Y el partido de Fillon –ahora Los Republicanos, antes llamado UMP– lleva décadas siendo siempre uno de los dos más votados. Lo que no se podía esperar tanto hace un par de años era que el PS no estuviera ni siquiera en tercer o cuarto lugar, sino en el quinto.

Parte de la culpa de eso la tiene un hombre de 39 años que no tiene ningún partido detrás. Emmanuel Macron, ministro de Economía de Hollande hasta hace unos meses, alteró el tablero electoral al dimitir del gobierno y presentarse como candidato independiente a la presidencia de la República.

Macron no se define ni de izquierdas ni de derechas. Su línea económica es claramente liberal, mientras que en lo social tiene un discurso progresista. Su apuesta por llegar al Elíseo sin un partido a sus espaldas no le está yendo mal: casi todas las encuestas del último mes le dan entre el 17% y el 20% de la intención de voto. Se está colocando como la principal alternativa a que la segunda vuelta se dispute entre la derecha y la extrema derecha.

El otro candidato que ha superado a los socialistas es un viejo conocido de la política francesa. Jean-Luc Mélenchon ya fue candidato a la presidencia en 2012 y se quedó con el 11% de los votos. Fundador del Partido de Izquierdas tras su salida del PS en 2008, Mélenchon es uno de los principales referentes de la izquierda rupturista y se presenta ahora también sin el respaldo de ningún partido convencional. Las encuestas lo sitúan entre el 11% y el 15% de la intención de voto.

Dos alas socialistas enfrentadas

La batalla de este domingo es un enfrentamiento entre dos formas de entender el socialismo. Benoît Hamon representa la corriente más a la izquierda del partido: quiere una renta básica universal para todos los ciudadanos independientemente de si trabajan o no, acoger a más refugiados y rechazar el CETA, el acuerdo de libre comercio entre Europa y Canadá.

Valls encarna la continuidad de las políticas de corte más liberal que ha aplicado en estos años desde dentro del gobierno de Hollande y que tanto rechazo social han generado. Se opone a la renta básica y propone en su lugar un “ingreso mínimo decente”, solo para las personas en situación más precaria. Quiere reforzar el control de las fronteras y luchar contra el “islam político”.

En la primera vuelta de las primarias, las ideas de Hamon consiguieron más apoyo que las de Valls. El 36,03% de los votantes apostó por el izquierdista, frente al 31,48% que optó por el más cercano al centro, en unas elecciones en las que puede participar cualquier ciudadano que declare compartir los valores de la izquierda y pague un euro por cada votación. Este domingo, todas esas personas deciden a quién presentan a unas elecciones en las que el Partido Socialista puede pasar de controlar la presidencia, el gobierno y la principal cámara parlamentaria a ser superado por todos los candidatos relevantes.

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