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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Un minuto de furia

Mapa desarrollado por el Grupo de Arte Callejero en Argentina. | GAC

Javier Fernández Rubio

GAC es el acrónimo de Grupo de Arte Callejero, un grupo fundado en 1997 en Argentina que elaboró en 2002 un mapa de la ciudad de Buenos Aires distinto. Acababa de cumplirse 25 años del golpe militar y el recorrido por la ciudad no daba testimonio, ni un rastro, todas las huellas borradas. Ocurre muchas veces. Quienes están desaparecen, pero su espacio de convivencia parece ser ocupado rápidamente por nuevos ciudadanos. Como si no hubieran existido, como si no hubiera ocurrido.

Una ciudad poco después de ser destruida se reconstruye y se repuebla. En una ciudad se secuestra, se tortura y se 'desaparece' y no hay una sensación de vacío. El silencio es el auténtico sudario de las víctimas. Los torturadores siguen en su sitio y el común de los mortales, los indiferentes, los ignorantes, los que se ponen de perfil, son el repuesto que rápidamente ocupa los huecos vacíos. Ocurre como con el agua, que detesta las simas que se le interponen, y rápidamente las ocupa como si tuviera prisa por recuperar la horizontalidad de su discurso. Es así cómo los mejores, los que se arriesgan, los que toman partido, son los que más papeletas tienen para desaparecer en todo conflicto y rápidamente quedan cubiertos por las aguas del olvido.

GAC hizo algo distinto. Hizo un mapa. Quiso que los espacios por donde habían actuado los verdugos fueran señalados, revelando una urbe insólita, con hitos fuera de lo normal. Hicieron carteles, agendas de bolsillo y un vídeo y los distribuyeron. Los domicilios actuales, a la sazón, de los genocidas y los centros de detención clandestina, fueron marcados en una cartografía. 'Aquí viven genocidas' se llamaba la campaña-acción artística. Entre la provocación y la reivindicación, GAC dio sentido a un concepto del arte pegado a la realidad y de corte político. Arte y militancia se confundían.

El impacto del mapa fue contundente. Se distribuyeron en centros educativos, sindicatos y otras agrupaciones. Incidieron en algo que se ha denominado 'justicia desde abajo', apropiándose de herramientas y metodologías en teoría ajenas.

GAC es un ejemplo de otra manera de encarar la realidad, radical si se quiere, pero tan radical como es no hacer nada. Hay ejemplos de movilizaciones burocratizadas y capas de silencio sobre problemas cotidianos y estructurales.

Un día sí y otro también se celebran minutos de silencio como repulsa por la lacra de la violencia machista, un torrente de asesinatos que han acabado bajo la rutina autosatisfecha de la condolencia y la concentración a horas fijas. Lo que en su momento era un gesto con sentido ha acabado desarticulado como gesto biempensante y cómodo que pierde su carácter reivindicativo, arrebatado por la clase política, un cortocircuito hacia otras acciones como un endurecimiento sin paliativos de las leyes y la disposición de medios suficientes que signifiquen una respuesta real.

Los agresores son hombres que se expresan por la violencia y que sólo entienden respuestas coercitivas, hombres para los que las respuestas pacíficas son síntomas de imbecilidad que los rearman, porque en sus pequeñas cabezas todo aquello que no sea violento es sinónimo de debilidad y todo lo que muestra debilidad es campo abonado para sus sevicias. Ser débil es una provocación para el matón. En el fondo el agresor, cotidiano y pertinaz, es un cobarde que se crece con la falta de respuesta. Se ampara en la masa, agrede y defiende el anonimato, busca al más débil para practicar su matonismo, más cuando el débil está a mano todo el día. Y no dudan en recurrir a torpes intentos de suicidio cuando se ven acorralados.

No se necesita un minuto de silencio para estos asesinos porque se ríen de estas cosas. Se requieren minutos de furia, no de silencio, una auténtica escandalera, un señalamiento público y notorio, cartografiarlos como lo que son, alimañas, y todo el peso de la ley y los instrumentos del Estado, legalmente el único monopolizador de la violencia, en su contra. No es una garantía, pero sólo así se lo pensarán dos veces antes de levantar la mano.

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