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Silvio revisita a Silvio en su nueva gira

El trovador cubano Silvio Rodríguez ha iniciado su gira española este domingo en el velódromo de Anoeta, en Donostia.

Aitor Guenaga

¿Se imaginan un avión en dirección a México en el que solo hay dos pasajeros? Es posible. ¿Y se atreven a imaginar que dentro de esa avioneta azotada por un tiempo “prieto y feo” que hacía escala en Cancún las dos personas que viajaban en su interior eran Silvio Rodríguez y ... el Premio Nobel ya fallecido Gabriel García Márquez? Es una de las múltiples historias, cantadas o habladas, que ha dejado este domingo en San Sebastián el viejo juglar cubano de San Antonio de los Baños, Silvio Rodríguez, en su primer concierto de la gira que le ha traído de nuevo a España.

De aquel encuentro único surgió el tema San Petersburgo. Uno de los muchos que regaló la noche del domingo Silvio Rodríguez, uno de los exponentes de la Nueva Trova Cubana que a sus casi 70 años sigue desgranando momentos musicales y de poesía viva prácticamente únicos.

Silvio se revisita a sí mismo y a su amplio repertorio. Es algo muy propio de la madurez de los grandes artistas. Bien lo sabe, en unas coordenadas musicales diferentes, otro juglar -este de Minnesota- como Bob Dylan. Silvio lo lleva haciendo desde hace ya tiempo, prácticamente desde que publicó su disco Causas y Azares en 1986, cuando sumó al estudio y después a los escenarios a toda una banda como Afrocuba. En la gira que ha arrancado este domingo en el velódromo donostiarra, ante unas 5.500 personas y todo el papel vendido, el juglar cubano no deja (casi) nada a la improvisación. Se ha rodeado de una banda de ocho personas -entre pianista, flautista, baterista, vibráfono y congas, guitarras varias, bajo eléctrico y contrabajo- que le ayudan a librar un viaje por uno de los repertorios que, de tan sobradamente conocido, cuesta querer retocar, incluir nuevos arreglos. Pero es justo lo que hace Silvio con algunas de los himnos generacionales de la etapa más revolucionaria de toda América Latina.

Escuchar, por ejemplo, un clásico como Mujeres aterciopelado desde los primeros compases por los arreglos de una flauta travesera que conquistó al público que se reunió en Donostia para volver a escuchar a Silvio, es una auténtica delicia. O algo similar con otra canción como La Maza. Algo que el respetable que se reunió en Donostia pudo catar y que, presumiblemente, encandilara también a la gente que acuda a verle en el resto de la gira española (Gijón 10 de abril, Barcelona 17 de abril, Córdoba 24 de abril, Madrid 27 de abril y Valencia 29 de abril).

Nuevas visitas musicales a un repertorio añejo que ha envejecido muy bien (Silvio tiene casi 70 años). El juglar de San Antonio de los Baños se atreve incluso a construir una cuatrilogía -incluida en su último trabajo: 'Amoríos'- a partir de otro monumento musical de su repertorio como Óleo de mujer con sombrero.

Y es posible compartir ese viaje hacia el pasado renovado porque la talla de los músicos que le acompañan -entre los que sin duda destaca la joven intérprete (39 años) de flauta travesera y clarinete, Niurka González, que demostró ser una enorme y a la vez delicada instrumentista desde la primera nota- es descomunal. Sin exagerar. Silvio es generoso en el escenario y permite a sus músicos desarrollos de piano, contrabajo, duelos de guitarras y también sumarse en los coros. Algo que agradece públicamente en el escenario y que permite que temas menos conocidos como Tonada para dos poemas del poeta cubano Rubén Martínez Villena, “compañero en mi niñez y mi adolescencia”, según confesó el propio cantautor, se codeen sin reservas con sus clásicos.

Reencuentro con el público vasco

Este trovador cubano y contador de historias reconoció desde el minuto cero que estaba en deuda con el público vasco desde años atrás. Su anterior concierto fue en la donostiarra plaza de toros de Illumbe, en septiembre de 2004 “Hacía tiempo que no venía por aquí, pero estoy intentando cubrir ese espacio”, admitió tras presentar los tres primeros temas -Una canción de amor esta noche, Tu soledad me abriga la garganta y Tonada del albedrío, todas de 'Amoríos'- con los que abrió un concierto que contó con tres bises y que se extendió por espacio de casi dos horas y media. Escondido tras una poblada barba blanca, una gorra y unos auriculares enormes, Rodríguez repasó su repertorio. Contentó al público cuando le gritó “guapo” -“no sabía que mi abuelita había venido”, dijo en respuesta a la mujer que le había piropeado-, pero sobre todo cuando cantó -a petición de las almas presentes- Ojalá, justo cuando el concierto iba tocando a su fin. O cuando reivindicó la revolución en otros dos temas que pusieron los pelos como escarpias a los presentes: Pequeña serenata diurna -“... vivo en un país libre cual solamente puede ser libre en esta tierra en este instante- La era está pariendo un corazón -”... y hay que quemar el cielo si es preciso por vivir, por cualquier hombre del mundo, por cualquier casa...“, entre otros.

Ángel para un final cerró el concierto, antes de los bises. El público -todo el mundo en pie (sin exagerar), incluido buena parte del palco de autoridades- aplaudió y reclamó la presencia de nuevo del juglar cubano. Salió Silvio y en pie junto al piano cantó otro tema de su último trabajo (Amorios), hizo disfrutar a un velódromo donostiarra rendido ante sus pies de un Ojalá casi mágico. Ya visiblemente encantado, hizo una foto al público -“esto es para contar en Cuba”- y afinó la voz al máximo para poder llegar a las notas más altas y delicadas de Unicornio. Las luces del velódromo en todo su esplendor revelaron de nuevo a la gente, de pie, pidiendo más.

Y aún hubo espacio y tiempo para un último regalo. Como el que él le hizo un día a la cantautora de su país Sara González, fallecida en 2012. Fue un sentido homenaje a esta cantautora de la que tomó prestada de nuevo su canción para terminar el recital. Eran las 22:47 minutos, casi dos horas y media después de que Silvio volviera a subirse a un escenario en Euskadi.

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