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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Crecimiento sin empleo o empleo sin crecimiento

José Luis Salgado

Los últimos datos macroeconómicos que se han conocido en los últimos días parecen confirmar el crecimiento de la economía española en este año y el próximo, pero acompañado de un mal dato: el empleo no se recupera y no lo hará a corto plazo. Eso lo sabemos bien en Euskadi, donde el desempleo crece y los EREs y los cierres de empresas del sector industrial están arrojando a miles de personas al drama del paro. La reforma laboral del Partido Popular se ha convertido en una herramienta de precarización del empleo y está permitiendo a los empresarios reciclar plantillas de trabajadores indefinidos por trabajadores a tiempo parcial o en condiciones precarias.

Mientras que las cifras y previsiones aportadas por el Gobierno vasco, el central, el FMI o la Unión Europea bailan, la realidad de la calle desmiente el optimismo de los profetas de la recuperación. Los informes se suceden y solamente difieren en décimas arriba o abajo en este o aquel indicador macroeconómico. Pero en lo que todas estas instituciones están de acuerdo es en que la tasa de paro no bajará por el momento, o al menos, lo hará de forma insignificante.

Evidentemente, a las personas que no tienen trabajo, a las que han agotado las prestaciones por desempleo, a las que a duras penas llegan a fin de mes, a las que se arriesgan a que una implacable entidad bancaria ejecute su desahucio o a las que tienen que acudir a entidades de ayuda social para poder comer o pagar las facturas cada vez mayores de luz, gas o agua, todas estas cifras no le dicen nada. Ni siquiera les dan un atisbo de esperanza de recuperación de todo aquello que ya han perdido, empezando por su propia autoestima, cercenada de raíz por quienes pretenden culparles de sus propios males. Cada cierto tiempo tenemos que escuchar declaraciones del miserable de turno criminalizando a un sector de la población que ellos mismos están ayudando a excluir de nuestra sociedad.

Son especialmente sangrantes los argumentos referidos a los dos sectores de población más afectados por la crisis, como son los jóvenes y los mayores de 50 años. A unos se les recrimina no haber estudiado lo suficiente, aun cuando vemos que los jóvenes más preparados tienen que emigrar a otros países para poder ganarse la vida. A los mayores se les achaca falta de interés por reciclarse y por emprender y se les hace sentir responsables únicos de su situación. Incluso alguna insigne representante empresarial les ha calificado como parásitos, como si estuviesen en una situación desesperada por gusto y propia voluntad.

Y es que el crecimiento económico sin empleo no significa nada. Bueno si, significa que unos cuantos se van a seguir forrando mientras cada vez más personas sufren las consecuencias de la exclusión social. Pero las leyes de mercado son así ¿no? Se sacrifican personas en aras de maquillar unas cifras que se exhiben sin pudor en los medios de comunicación para crear la ilusión de que los malos momentos son cosa del pasado y que el modelo económico funciona y que volveremos a los buenos tiempos. La austeridad ha funcionado y la economía ha recuperado la famosa “senda del crecimiento”.

Pero nadie se cuestiona que el crecimiento infinito es físicamente imposible y que en un momento dado la falta de recursos acabará tumbando una economía basada en el despilfarro y en el endeudamiento continuo. Es simplemente un dogma de fe que debemos aceptar y que ha sido inculcado a nuestra generación desde la cuna. Pero es posible una sociedad próspera con una economía estacionaria, donde el crecimiento del PIB no sea el máximo indicador de la salud económica de un país. Una sociedad basada en la economía del bien común, en la que podamos repartir el empleo entre todos y gestionar nuestros recursos de manera lógica, siendo conscientes de que son limitados y que tenemos que pensar en las próximas generaciones. Y sin tener que retornar a la Edad Media o tener que implantar el comunismo soviético. Simplemente, es una cuestión de prioridades y es probable que muchas personas prefieran el empleo sin crecimiento en lugar del crecimiento sin empleo.

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