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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Esas nuevas políticas tan viejas

Podemos sondea a los círculos si la alianza con IU afectó el 26J

Javier Arteta

Fallaron estrepitosamente el 20-D y volvieron a fallar el 26-J. Ignoro si las empresas de encuestas se lo harán mirar. A lo mejor alguna de ellas, harta de equivocarse, decide reconvertirse en casa de ejercicios donde Julio Anguita, especialista en“ sorpassos” siempre sorpassados por la realidad se recoja en oración, abandonando agitaciones mundanas que no le van. De paso, podría llevarse a Alberto Garzón y Pablo Iglesias, que, en su inocencia juvenil, han cometido la suprema ingenuidad de ser apadrinados por quien no tiene entre sus méritos el don de acertar. Seguramente a los tres les conviene un largo período de silencio y reflexión.

Y, quizá, reflexionando, se vaya abriendo en su cerebro un atisbo de cordura. Este país, que iba a sonreír con ellos, ha acabado siendo el que les ha helado la sonrisa. El espejo de las redes sociales en que acostumbraban a mirarse para verse tan favorecidos ha quedado hecho añicos con la realidad electoral y cada uno de sus fragmentos les devuelve la expresión satisfecha, un tanto sarcástica, del máximo dirigente del PP. Eran las chicas más guapas del Reino y ahora caen en la cuenta de que la chica más guapa vuelve a ser Blancanieves, aunque por el momento prefiera seguir llamándose Mariano. Querían nuevas elecciones, porque se habían quedado “a mitad de camino” y votaron, en consecuencia, la permanencia de Rajoy al frente del Gobierno, para cerrar el paso a un Gobierno socialista de cambio; y hoy tenemos a una derecha reactivada que no muestra intenciones de apearse de sus políticas regresivas.

En conclusión: el “Sí se puede” con que la tropa de Podemos se despidió de la pasada legislatura en el Congreso de los Diputados, ha acabado rebotando como un eco malicioso en labios de quienes, durante la noche del 26-J, celebraban su victoria frente a la sede del Partido Popular. A lo mejor, si les da por pensar con cierta seriedad, los grandes cerebros del “sorpasso” llegan a la conclusión de que su antisocialismo militante y su pasión bolchevique les ha vuelto a jugar una mala pasada, como tantas veces les ha ocurrido a los partidos leninistas en cualquiera de sus denominaciones. La historia, con ellos, tiende a repetirse: con los mismos tics e iguales patinazos, para dejar en evidencia que políticas pretendidamente nuevas son en realidad más viejas que el mear. (Y perdón por la ordinariez).

¿Echamos la vista algo hacia atrás para comprobarlo? Venga. Elecciones legislativas alemanas de 1932. Los nazis, que hasta entonces eran cuatro y el tambor, se alzan por primera vez con la victoria. Los comunistas, sin cortarse un pelo, aseguran eufóricos que han conseguido continuar “su penetración en las masas obreras de la socialdemocracia”; que han conquistado, igualmente, “importantes masas de obreros nacionalsocialistas” y abierto “una contraofensiva proletaria a la ofensiva fascista”, dado “el éxito obtenido por el partido comunista en detrimento de Hitler”. Y eso lo decían cuando el partido nazi, con cerca de 12 millones de votos, se convertía en el primer partido de Alemania, mientras los comunistas obtenían la mitad, y bastante por debajo del Partido Socialdemócrata. Pero habían conseguido morder en su electorado y eso les llenaba de satisfacción. Luego vino lo que vino.

Salvando las enormes distancias que, por suerte, nos separan de los años treinta del pasado siglo, variantes de esta historia parecen repetirse con cierta periodicidad. Y a algunas fuerzas políticas, incluidas las supuestamente emergentes, su bolchevique interno les hace bailar de alegría al borde del abismo, cuando acogen como un triunfo estratégico de las fuerzas progresistas la derrota del principal partido de la izquierda. Ése, el de la derrota del PSOE, era el gran proyecto de Pablo Iglesias: el que ha hecho posible que Rajoy siga gobernando. Y, para su mayor desgracia, sin conseguir que el PSOE deje de ser el principal partido de la oposición. De manera que Pablo Iglesias y Alberto Garzón han acabado heredando el fracaso de Julio Anguita. ¡Como para no recuperar el sentido de la realidad! Eso, por supuesto, si Pablo Echenique no extirpa antes las malas hierbas de la crítica interna en el seno de Podemos.

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