Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El ataque limitado de Israel a Irán rebaja el temor a una guerra total en Oriente Medio
El voto en Euskadi, municipio a municipio, desde 1980
Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Cuando el Albiol suena, agua lleva

Xavier García Albiol en una imagen de archivo

Suso de Toro

Cualquier consideración sobre lo que está ocurriendo en Catalunya debe partir de que la mayor parte de las personas adultas de allí se han sentido incomprendidas y maltratadas por los poderes del estado y de que alrededor de la mitad de esa mayoría desea en estos momentos tener estado propio. Es lo que hay.

Y eso, que es y era una evidencia, fue negado y ocultado hasta llegar aquí, así que no es extraño que la opinión pública española esté perpleja pero lo increíble es que lo estén los propios políticos que condujeron las cosas hasta aquí. Cuando Montilla avisó de un “desapego” de la población catalana hacia el estado fue como si lloviese.

Menosprecio y desconocimiento de la sociedad catalana, e incluso de lo que es una sociedad moderna, es lo que reflejaba la perplejidad de Rajoy hace un año cuando, asombrado de que la cosa iba en serio, explicaba que “el pueblo catalán y el resto de españoles se han mezclado, tienen la misma sangre”. Estaba estupefacto porque estaba acostumbrado a tratar a la gente como a súbditos de un reino, no como ciudadanos que forman un país porque libremente quieren.

En el fondo no es muy distinta la idea que tenía Pablo Iglesias cuando hace una semana invocaba el orgullo de quienes tenían padres o abuelos que no habían nacido allí, ignoraba que esas personas se sienten tan catalanas como cualquier otra. No tiene sentido, en una sociedad moderna, dirigirse a los electores negándole su condición de catalanes auténticos en función del origen, sobre todo porque la masa que hoy quiere independencia está formada por gente que habla lenguas distintas y nació en lugares distintos pero toda se tiene por catalana. Eso pasa por llegar a un lugar que solo se conoce a través de tópicos añejos y hablar con tanta soberbia como desconocimiento.

Y es que, guste o no, Catalunya siempre fue “otro país” en muchos sentidos aunque esa realidad fuese alegremente ignorada en la corte y sus provincias. En esta campaña rechinó enormemente la desenvoltura con la que llegaron allí los políticos desde Madrid, se comportaban como si estuviesen en su casa o en su provincia pero no lo estaban. El propio Iglesias confirmó hace un par de días que “en esta campaña no me siento cómodo, es por la sofisticación del discurso, es como hacer campaña en otro país”. Es que lo es. Es un país complejo con gente muy variada e informada, con intensos debates dentro y que no se conforma con un par de gritos y consignas porque viven una situación compleja.

Por supuesto que el nacionalismo catalán tiene su argumento y su plan histórico propio pero quien retrata a Mas como el gran responsable del movimiento político que se vive allí lo hace interesadamente, el protagonista es esa masa ciudadana organizada y movilizada. Fue esa masa de personas heridas en su sentido de la dignidad quien desencadenó este proceso, Mas y los partidos nacionalistas intentan conducir ese movimiento. Precisamente por ser un movimiento nacido desde abajo y no desde el cálculo de los políticos profesionales y expertos tiene tanto vigor, tanta verdad y, también, tanto peligro. Peligro también para la misma sociedad catalana y nadie debiera alegrarse de ver una sociedad vencida y abatida, debe haber salidas.

Sin embargo, ese impulso a estas alturas, antes de la votación, aunque finalmente no consiga ese estado propio ya está teniendo victorias. Es tan evidente la profundidad de la decisión catalana, es un mar de fondo tan claro que los mismos poderes que se cerraron en banda antes comienzan a asustarse y a pocos días de la votación, junto a las obscenas amenazas bíblicas de todos los poderes del estado y las finanzas, ya se muestran dudas y se abren grietas.

Al final, tras establecer por cada lado una posición, tras comprobar la correlación de fuerzas ocurrirá lo que augura el Financial Times: España y Catalunya deben evitar un choque directo pero España y la Unión Europea tendrán que reconocer la realidad política catalana y buscar encaje.

Al tiempo que el PP reforma el Tribunal Constitucional con la “reforma Albiol”, el mismo Albiol, el hombre de la porra política, se detiene y dice en voz alta sobre la recogida de firmas contra el estatuto que había aprobado el parlamento catalán: “una parte muy importante de la población de Cataluña no (la) entendió”, “una parte de la población lo entendió como un ataque”. Es que lo era, Albiol, es que lo hicisteis.

No hay duda de que están ocurriendo cosas y ocurrirán tras las elecciones, sobre todo tras las generales a fin de año. Prepárense porque España no va a ser lo mismo.

Etiquetas
stats