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Mas busca un refrendo para forzar el pacto fiscal y dejar la independencia como una aspiración futura

Fèlix Martínez

Barcelona —

La decisión del presidente de la Generalitat y de Convergència i Unió, Artur Mas, de convocar elecciones autonómicas es más un gesto de fuerza ante el Gobierno de Mariano Rajoy que un avance hacia la secesión de Cataluña de España. De hecho, si, como resultado de los comicios autonómicos, CiU obtuviera una mayoría suficiente para gobernar, es más que dudoso que Cataluña avance durante su próxima legislatura hacia la independencia, por mucho que Mas se esfuerce en escenificar una negociación con el Gobierno central en ese sentido.

El presidente de la Generalitat, que, a causa de la crisis económica y de la necesidad de Cataluña de pedir el rescate al Estado, ya tenía previsto convocar elecciones en primavera, sólo adelantará unos meses su decisión. El adelanto tiene más ventajas que inconvenientes. De entrada, la convocatoria se producirá con el principal adversario de CiU, el Partit dels Socialistes de Catalunya, en estado de descomposición, sin un candidato claro y con una clara imagen de partido españolista.

El primer secretario del PSC, Pere Navarro, un hombre de Carme Chacón, es un completo desconocido para la mayoría de la población catalana. Si las elecciones, como parece pretender Mas, se celebraran en noviembre, los socialistas catalanes ni siquiera tendrían tiempo de convocar unas primarias para elegir candidato. Lo que dejaría a la exministra Carme Chacón, que ya ha manifestado su firme oposición a la independencia, casi como única posibilidad.

El PSC podría obtener los peores resultados de su historia en unas autonómicas, sin la posibilidad, además, de pactar con el resto de fuerzas políticas de la izquierda, Esquerra Republicana (ERC) e Iniciativa per Catalunya (IC)-Esquerra Unida i Alternativa (EUiA), que sí están a favor de iniciar un proceso hacia la independencia.

A pesar del previsible crecimiento de ERC y de IC-EUiA, la convocatoria les cogería con el pie cambiado, sin tiempo para vertebrar una alternativa de izquierda nacional como pretendían tras el éxito de la manifestación independentista del 11 de septiembre. El proceso deberán hacerlo con una legislatura completa por delante y, en el caso de ERC, constantemente tentada por CiU para alcanzar acuerdos en el Parlament, que dificultarán su aproximación a los hombres de Joan Herrera.

Los comicios llegarían además justo cuando el PSC ha concluido definitivamente la depuración de los últimos nacionalistas destacados, Joaquim Nadal y Miquel Iceta, que se suman así a la larga lista encabezada por los hermanos Maragall, Pasqual y Ernest, pasando por el exconseller de Economia, Antoni Castells -ideólogo tanto del actual sistema de financiación autonómica como del pacto fiscal que ahora reivindica CiU- o la exconsellera de Interior y Justicia, Montserrat Tura.

Es previsible además que estas dos últimas fuerzas experimenten un crecimiento exponencial a costa del PSC, aunque también pueden robarle una buena bolsa de votos a la propia CiU. Votos que, si el PP de Alicia Sánchez Camacho no es capaz de capitalizar el voto españolista para compensar el desgaste por los recortes de Rajoy, podría compensar perfectamente a costa de los populares.

Pero el adelanto electoral de Mas también tiene una lectura en clave interna. Con la convocatoria, intenta apropiarse del éxito de la manifestación, a pesar de que fue convocada por la Assemblea de Catalunya, al margen de los partidos políticos, y, sobre todo, atajar, o cuanto menos aplazar, el debate interno que el independentismo genera en el seno de CiU.

El socio minoritario de CiU, Unió Democràtica, es manifiestamente autonomista, por mucho que su líder, el portavoz el grupo catalán en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida, se esté esforzando en las últimas semanas por declararse federalista.

El propio Mas tampoco es independentista, aunque lograra ser el sucesor de Jordi Pujol al frente de Convergència Democràtica gracias a los apoyos de los hermanos Jordi y Oriol Pujol Ferrusola, que sí lo son. Pero Jordi Pujol Ferrusola, aunque sigue contando con sus hombres en el partido, como Felip Puig o Francesc Homs, está fuera del partido. Y a Oriol le ha debilitado su imputación en el escándalo de las ITV catalanas.

CiU sabe perfectamente cuál es la posición de sus verdaderos apoyos, los lobbies que representan a la burguesía catalana y la principal institución financiera catalana y segunda de España, Caixabank, o sea La Caixa presidida por Isidre Fainé, con el grupo industrial más importante de España. La burguesía, desde el Círculo de Economía, pasando por el Instituto de la Empresa Familiar o Fomento del Trabajo, han manifestado claramente su apoyo al pacto fiscal, pero son contrarios a la independencia.

Temen las amenazas de la Unión Europea de excluir a una Cataluña independiente y de forzar su salida de la eurozona y, sobre todo, les aterroriza la posibilidad de perder el que sin duda es el principal mercado de sus empresas, el mercado español. En los más de 25 años que CiU ha gobernado Cataluña, jamás ha legislado ni ha tomado decisión alguna en contra de la opinión de burgueses y banqueros. De hecho fue el Gobierno de Mas el que abrió la senda de los recortes un año antes de que Rajoy llegara al poder.

Si Mas es capaz de aprovechar el desconcierto de la convocatoria electoral y de imponer el programa para los próximos comicios, pondrá el acento en lograr el pacto fiscal con el Gobierno del Estado, sea quien sea quien esté al frente -no está claro que vaya a negociar ni con Rajoy ni con el actual Gobierno-, y en iniciar una serie de conversaciones que sienten las bases del proceso de negociación para que Cataluña tenga derecho a la autodeterminación, pero como una aspiración de futuro, siempre posterior a la prioridad del pacto fiscal.

El independentismo se agitará entonces desde la Generalitat cada vez que haya que hacer una demostración de fuerza ante Madrid.

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