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Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

La nostalgia ya no es lo que era

Paseo por París

Fèlix Martínez

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Una de las películas más taquilleras de Woody Allen se titula 'Medianoche en París'. La trama versa sobre la añoranza que sentimos por tiempos pasados. Pensamos que eran mejores y hacemos una comparación injusta entre la época actual y la época anhelada, pero olvidamos que las personas que vivieron esos tiempos que anhelamos tenían los mismos sentimientos de melancolía por otra época anterior. La nostalgia es crónica e intemporal.

Y es que el presente es complejo y tenemos la impresión de que el pasado no sólo era mejor, sino que también era más simple y feliz. Por eso añoramos la comida de la abuela, los tomates que sabían a tomates, los años 80, la EGB o La Bola de Cristal. Aunque quizás lo que de verdad añoramos no es el mundo de nuestra niñez sino nuestra niñez misma.

De algo parecido trata el libro de Steve Pinker “En defensa de la Ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso”. Estamos convencidos de  que vivimos en un mundo terrible y pensamos que cualquier tiempo pasado fue más benévolo, pero Pinker demuestra con datos que, de todos los escenarios globales que ha conocido la humanidad, el actual es el mejor.

Hay menos violencia, menos pobreza, la gente vive más años y con mejor calidad de vida. Un dato muy representativo: hace doscientos años el 90 % de la población mundial vivía en la pobreza absoluta, hoy es el 10 %. Y la mitad de esta mejoría se ha producido en los últimos treinta años.

Ocurre igual con la juventud. En el imaginario colectivo está presente que hoy los jóvenes son más vagos, más caprichosos y menos respetuosos. Lo dijo Sócrates hace 25 siglos y seguimos en las mismas: “La juventud de hoy ama el lujo, es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores y chismea mientras debería trabajar”.

Pero los datos son tozudos, varios estudios elaborados por el INJUVE y el Instituto Nacional de Estadística demuestran que los jóvenes de hoy en día tienen menor fracaso escolar, se drogan menos y hacen más deporte. También están más implicados con la igualdad de género, los derechos LGTB y el ecologismo.

Algo similar sucede con la actualidad política en España. Hay cierta añoranza por los tiempos tranquilos de la fácil gobernabilidad, sin fragmentación electoral y en donde la globalización no determinaba de manera tan evidente la autonomía económica. Nostalgia por una época de mayorías claras en la que la vida política era simple y predecible.

No obstante, en mi opinión, los tiempos presentes pueden ser fructíferos si se gestionan adecuadamente y con cierta dosis de escepticismo. Un modelo democrático sin mayorías decisivas y con poderes compartidos fomenta la cultura del pacto y nos hace tener una mentalidad más abierta y comprensiva de la posición de los otros. Nos enseña a hacer concesiones recíprocas y promueve la colaboración mutua.

Como vemos, la nostalgia invade todas las esferas sociales; ya sea el cine, la opinión pública o la vida democrática. De hecho, la industria del marketing conoce muy bien su gran potencial. El marketing de nostalgia se vale de iconos y relatos del pasado para llamar la atención del consumidor y hacerle revivir momentos felices. Las emociones mueven el mundo y también el consumo.

En definitiva; la melancolía es cálida y acogedora, pero no es eficaz. La evasión retrospectiva y la nostalgia histórica no ganan batallas. Volver a las certezas del pasado no es una opción. Mejor darle densidad al presente, aunque sea líquido e imperfecto, y dejar de vivir esperando que el futuro repita un pasado idealizado.

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